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LA HABANA, Cuba.- En el verano del año 2009, ocho años después de su cierre, un grupo de 300 personas ocupó ilegalmente el antiguo matadero Antonio Maceo, cuando la última empresa estatal en ocupar el edificio, la Dirección Municipal de Comunales del municipio 10 de octubre, lo abandonó.
“Me enteré por una amiga. Me llamó y me dijo que ya el matadero no pertenecía a ninguna empresa y que la gente se estaba metiendo. No lo pensé dos veces y vine para acá”, cuenta Belsy Pití, una maestra licenciada en Defectología que vivía con su esposo, hijo y dos sobrinas en un cuartucho improvisado en el barrio del Juanelo, municipio habanero de San Miguel del Padrón.
Los inicios fueron difíciles. Los altercados ocurrían con frecuencia por los espacios aún disponibles.
“Los que habían ocupado un local lo vigilaban día y noche para evitar que otros lo reclamasen”, recuerda Belsy.
Represalias
Tampoco fueron fáciles las relaciones con las autoridades. El gobierno municipal respondió cortando el agua y la luz y amenazando con el desalojo.
Los inspectores de Vivienda pusieron multas, y las escuelas, policlínicos y dentistas de la comunidad se negaron a brindar servicios a los ilegales con la excusa de que no estaban domiciliados allí.
Las presiones duraron casi cinco años, hasta que en el 2014 las autoridades permitieron el acceso a la educación y a la salud en las instalaciones cercanas. También pusieron como condición para no desalojarlos que cada espacio tuviera un baño y una cocina.
La Empresa Eléctrica firmó un contrato con los ocupantes para instalar relojes contadores y así cobrar la electricidad. Pagaron por dicho contrato, pero nunca se instalaron los contadores. Por eso en la actualidad no pagan la electricidad que consumen.
Según Belsy, los residentes del Matadero acordaron formar un Comité de Defensa de la Revolución (CDR), y la eligieron su presidenta. (Es el CDR número 15 de la zona 38), reconocido por la Dirección Nacional de los CDR. Ella asegura que de esa manera pueden defender mejor sus intereses.
Condiciones actuales
Sólo unos pocos, como los que habitan en el local del antiguo comedor del Matadero, han creado la mayoría de las condiciones indispensables en los locales que ocupan.
Más allá del baño y la cocina obligatorios, muchos residentes no se arriesgan a invertir mucho más en sus pequeños espacios por miedo a que los obliguen después a abandonar la edificación.
La higiene de locales como el sótano amenaza la salud de sus moradores, y el estado estructural de la chimenea amenaza sus vidas.
Pero, según Belsy, ya el Gobierno les aseguró que derrumbarán la chimenea. Lo que no les ha dicho es si los van a domiciliar legalmente allí.
Músicos, maestros, estudiantes
Aunque los asentamientos de ilegales se asocian a menudo con focos de marginalidad, la comunidad del antiguo matadero de Lawton parece restarle rotundidad a esa creencia.
Miguel Fuentes es músico, graduado de la Escuela de Arte de Manzanillo, provincia de Granma. Desde hace quince años reside en La Habana. Actualmente trabaja para la empresa Adolfo Guzmán en el complejo Morro-Cabaña, donde toca música tradicional cubana.
“Vine para La Habana en busca de mejores oportunidades, pero casi todo el dinero se iba en el pago del alquiler. Por eso me metí en el matadero”, cuenta Miguel.
Yordanis Reyes Fuentes es cantante del Mariachi Real Azteca, grupo ganador de un premio en el programa musical cubano Palmas y Cañas. Vino de manzanillo a vivir con su tío Miguel en el año 2010.
Los adolescentes que se criaron en el Matadero lo consideran su barrio. Julio César Rodríguez tiene 15 años. Estudia en la escuela Felix Varela, de Lawton. Su mamá lo trajo al matadero en el 2009 y él afirma que se siente parte de esa comunidad y muy a gusto.
“Yo prácticamente crecí en el matadero. Aquí todos me han ayudado mucho, y a pesar de los problemas y las necesidades hemos sabido crear algo bueno aquí”, asegura Julio.
Belsy asegura que en el matadero vive también una doctora y miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
El final
Ninguno de ellos se aventura a elucubrar qué pasará en un futuro, pero tienen la esperanza de que el gobierno los deje allí.
“Hace unos días salió en el Noticiero Nacional edificios de antiguas escuelas convertidos en apartamentos para personas con problemas de viviendas. Lo mismo pudieran hacer con nosotros, para así poder decir cuando nos pregunten nuestra dirección que vivimos en Calle E número 374 entre Línea y 12″, concluye Belsy.