LA HABANA, Cuba.- Que la inmensa mayoría de los jóvenes cubanos prefiera ver por televisión un partido de fútbol internacional antes que un juego de béisbol de nuestras Series Nacionales, o que tengan como sus ídolos a Lionel Messi y Cristiano Ronaldo y no a ningún pelotero, ya no constituye noticia.
Hace ya bastante tiempo que varias voces dentro de la isla venían alertando acerca de ese fenómeno, e incluso de lo que ello pudiese significar para nuestras más genuinas tradiciones.
Sin embargo, las autoridades parecían, a ratos, no darse cuenta de la magnitud de esa metamorfosis. Hasta daba la impresión de que celebraban el entusiasmo de las nuevas generaciones hacia un deporte no dominado por el “enemigo” del norte.
Lo novedoso del asunto es la preocupación que ya se aprecia en ciertos medios oficialistas acerca del predominio de los goles y las porterías en detrimento de las bolas y los strikes.
Todo habría comenzado tras la desafortunada actuación del equipo cubano de béisbol durante el IV Clásico Mundial de Béisbol, y sobre todo la manera en que nuestros peloteros fueron apabullados por Holanda con marcador de 14 carreras por una. Entre las múltiples razones que se adujeron para justificar el bajo nivel del béisbol de la isla estuvo la casi nula práctica de este deporte en la base, y por tanto la pérdida de potenciales talentos, que ahora se verían más atraídos hacia el fútbol.
La inquietud cobra actualidad por estos días a raíz de celebrarse la Serie Nacional de Béisbol Sub-23, un evento al que el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) y la Comisión Nacional de Béisbol pretenden darle la mayor importancia, por cuanto esos jóvenes serían el relevo de las figuras consagradas de lo que es denominado aún “pasatiempo nacional”.
Pero el desarrollo del campeonato no ha reportado noticias halagüeñas a los mandamases del deporte nacional. Los aficionados no muestran interés por esos juegos, y en consecuencia las gradas de los estadios permanecen semivacías. Tampoco, desde el punto de vista técnico, los jugadores exhiben el tan necesario oficio; sobre todo a la defensiva, lo cual ha provocado una “lluvia de errores” en las primeras semanas de competencia.
Al respecto, un artículo aparecido en el periódico Juventud Rebelde, en su edición del jueves 6 de abril, apuntaba que “en la pelota élite, el out tiene que ser out. Esa es una de las garantías de la calidad del juego. Y del espectáculo. Lo otro sería contribuir a que los aficionados no llenen las gradas. O prefieran preguntar, ¿quién ganó, el Barcelona o el Madrid?”
Valdría la pena recordarle al articulista —bueno, quizás él lo sepa muy bien, pero no puede expresarlo— que la génesis de la pérdida de terreno del béisbol ante el fútbol no habría que buscarla tanto en la merma de la calidad de nuestro deporte nacional. En primer término habría que tomar en cuenta la avalancha de fútbol internacional (mañana, tarde y noche) en las pantallas de nuestros televisores, y la escasa o nula presencia del béisbol que se juega más allá de nuestras fronteras.
La televisión cubana —y por supuesto, la cúpula del poder— prefieren que nuestros jóvenes vean a Messi y a Ronaldo, y no a los peloteros que “desertaron” para jugar en ligas foráneas.