HARRISONBURG, Estados Unidos. — Muchas personas se entregan al desaliento ante la imperiosa necesidad de cambiar o desconfían de su talento cuando la sensibilidad o la inteligencia desbordan los estrechos márgenes donde confinan su alma. Por suerte, también existen otras que se aferran a las oportunidades para luchar por sus sueños.
La mujer que hoy presento a los lectores de CubaNet pertenece al grupo de los optimistas. Como cientos de miles de inmigrantes cubanos llegados a este país, ha obtenido en un cuarto de siglo lo que jamás hubiera logrado en la Isla.
Desde hace varios años conoció la técnica del origami en tercera dimensión, o “modular origami”, como se le conoce en inglés, un arte que, junto al amor por su familia, ocupa toda su existencia.
Entre las dificultades y el anhelo de seguir adelante
Esmeralda Águila Planas —hoy Esmeralda Arribas— es una habanera nacida en 1956. Hizo todos sus estudios en la capital hasta graduarse como Licenciada en Ciencias Sociales en 1976.
En 1984 se trasladó a Guantánamo al contraer matrimonio con Isidro Arribas Guerra, con quien tuvo a sus hijos Isidro y Marcos.
Trabajó como profesora varios años en escuelas de Guantánamo. En 1994, en pleno apogeo del llamado “período especial en tiempos de paz”, asediada por apagones de seis y más horas y por un déficit extraordinario de productos, Esmeralda miraba a sus pequeños hijos, sufría por todo lo que estaban padeciendo y, junto con su esposo, se preguntaba, ¿aquí crecerán?
Uno de esos días aciagos un amigo de su esposo les confesó que iría a una entrevista a la Oficina de Intereses de los Estados Unidos de América y preguntó a Isidro si quería aplicar para el sorteo de visas. Isidro respondió afirmativamente y el amigo también hizo un documento a nombre de Esmeralda, siendo ella quien ganó.
En 1996 la familia se estableció en Miami. Luego vivió un tiempo en Naples y desde el 2005 vive en Ocala, ciudad del centro-norte de Florida.
Los primeros años fueron muy difíciles porque tuvieron que aprender el idioma, hallar un trabajo y un alojamiento estable, atender a los niños y, sobre todo, adaptarse a una cultura diferente.
“Lo que sí tuvimos claro siempre fue que nuestros hijos debían educarse. Logramos que hicieran estudios universitarios y hoy son profesionales exitosos. Mi esposo y yo, ahora retirados, vivimos de una forma que jamás hubiéramos logrado en Cuba”.
“Algo que me impactó mucho fue comprobar la cantidad de mentiras que me habían inculcado sobre este país. Sufría cuando el auto se detenía ante los semáforos porque pensaba que nos iban a asaltar o matar en cualquier parqueo”.
Pasión por la técnica del origami
“En el 2006 hice mi última visita a Cuba. En La Habana visité la casa de un primo de mi esposo y una figura de papel atrajo mi atención. Rogelito, que así se llama el joven autor de la pieza, me dió la primeras informaciones sobre el origami y me regaló un gatico que todavía conservo. Luego comencé a informarme en Internet y surgieron mis primeras piezas”.
El origami o papiroflexia es el arte que consiste en plegar el papel sin cortarlo más que una vez.
En la década de los noventa del pasado siglo, 286 inmigrantes de origen chino desembarcaron ilegalmente cerca de Nueva York a bordo de la Goleta “Golden Venture”. Fueron detenidos por las autoridades y remitidos a un centro para inmigrantes. Algunos de ellos, usando periódicos viejos, comenzaron a hacer figuras de papel que llamaron la atención de los carceleros, a quienes les regalaron algunas piezas. Así fue como entró el origami en tercera dimensión en los Estados Unidos.
Se trata de un arte que exige mucha paciencia y horas de labor, pues hay que cortar el papel de forma rectangular y, a partir de ese momento, doblarlo en triángulos. Cuando se obtiene la cantidad necesaria se ensamblan, creando las figuras en tercera dimensión.
Esmeralda trabajaba en un supermercado y dedicaba al origami su poco tiempo libre. “Aprovechaba los pocos momentos libres que tenía. Progresé hasta que el origami se convirtió en una pasión. Todavía me sorprende comprobar cómo de un material tan barato como el papel hayan surgido esas piezas que me satisfacen tanto”.
Sobre dos experiencias muy significativas para ella nos cuenta: “Un día una amiga que trabajaba conmigo en el supermercado y que estaba muy triste por haber perdido hacía poco a su mamá, me contó que había soñado que una mariposa con las alas de color púrpura se había posado en su ventana y que para ella había sido su mamá, a quien le gustaba mucho ese color. Eso me inspiró e hice una pieza representando su sueño. Se la regalé y quedé impactada ante su reacción. Su rostro reflejaba sorpresa al ver cómo había captado su sueño pero también alegría al constatar que yo la apreciaba sinceramente y admiración al ver resumido de esa forma su sueño. Ese instante no lo paga ningún dinero”.
“En otra ocasión alguien me comentó que un estudiante estaba grave en un hospital de Ocala y me pidió que le hiciera alguna pieza para alegrarlo, pero no hallaba la inspiración. Días después vi un artículo sobre el joven y una foto donde aparecía pescando junto a su papá, me inspiré e hice una pieza que mi amiga entregó a los padres del joven. Lamentablemente este falleció. Un día estaba trabajando y preguntaron por mí. Eran los padres del muchacho que habían ido hasta allí para agradecerme el obsequio y decirme que a su hijo le había alegrado mucho”.
Esmeralda todavía se sorprende por los efectos que causan sus piezas. A pesar de la calidad de su arte, de sus exposiciones y de los 78 000 seguidores que tiene en “Esmeralda’s Paper Passion” (su página en Facebook) se resiste a considerarse una artista. Jamás pone sus manos en un papel donde antes no se haya posado su corazón.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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