VILLA CLARA, Cuba.- La madrugada en la que a Anay Domínguez le entraron los dolores de parto ya estaba ingresada hacía tres días en el hospital debido a un leve retraso con la fecha prevista. Aquellas contracciones, aunque intensas y constantes, vinieron a aliviarle el estrés de tantos sinsabores en la sala de embarazadas. Recuerda, después de tres años, el maltrato sicológico al que fue sometida por varios enfermeros, la suciedad de los baños, las historias terribles que escuchó en aquel lugar, justo antes de dar a luz.
“Había mujeres con más posibilidades”, cuenta. “Si les hacías un regalo a los doctores te trataban mejor. Otras, ahorraron mucho para pagar la cesárea. Para nadie es un secreto que las cesáreas, si las quieres, también las puedes pagar, pero yo no conocía a nadie que se dedicara a eso. Las embarazadas las prefieren porque así no te hacen ese piquete allá abajo”.
Para Anay la bendición de recibir un hijo se convirtió en una lucha diaria para lograr mantenerse estable emocionalmente. Madre primeriza, sola, tuvo que lidiar desde meses antes con su propia precariedad económica y las reiteradas carencias de un país “donde todo se pierde de las tiendas”, espeta.
“Las cosas que compré para esperar al niño, sacando la cuenta, me costaron más de 5000 pesos. Un carpintero te cobra un ojo de la cara por hacerte la cuna y el corral. A eso tienes que sumarle el mosquitero, el coche, los culeros y pañales. Lo que te dan por la canastilla no te da ni para empezar, solo te alcanza para diez pañales. La gente que tiene dinero se enfoca mucho en la ropa, pero eso es lo de menos. Mi hijo fue el tercero de una generación que usó batas mías y de mi hermana. Yo nunca le compré jueguitos en las tiendas porque son muy caros y les quedan chiquitos muy rápido”.
En las llamadas tiendas de canastilla en Cuba les venden un “módulo” a las embarazadas consistente, entre otros artículos, de una pequeña bolsa, azul o rosa, según el caso, con toallas, sábanas, medias y tela antiséptica por un valor de 57 pesos. También tienen derecho a comprar el colchón y dos biberones, por el precio de 40 y 10 pesos en moneda nacional, respectivamente. Sin embargo, pareciera que toda la maternidad cupiera en ese pequeño fajo que apenas alcanza para mantener un mes al recién nacido.
“En las tiendas de divisa lo poco que hay es sumamente caro”, opina Yohana Batista, madre de una bebé de cuatro meses y vecina de un antiguo central en la provincia de Villa Clara. “No te venden pañales, y los culeros que hay son desechables, que te cuestan más de 15 CUC. Los desechables te humanizan la vida porque no tienes que estar lavando tanto, pero se pierden por temporadas y nada más los encuentras a sobreprecio en la candonga. Yo doy el dinero, porque puedo, que mi marido se rompe bastante el lomo, pero los dejo solo para sacarla a la calle o llevarla a las consultas. La gente consigue tela antiséptica robada de los hospitales y con eso tiran algunos meses”.
La isla sin hijos
Diversas razones, incluida la escasez extrema de artículos para recién nacidos y los altos precios de los que están disponibles en las tiendas recaudadoras de divisa, influyen en que la mayoría de las mujeres en etapa fértil en Cuba se nieguen a formar familia dentro de la Isla.
Varias entrevistas realizadas en las calles de Santa Clara, arrojaron otros factores como la imposibilidad de adquirir o construir una vivienda propia para la pareja, la crisis con los alimentos, las medicinas y el combustible, y la relación bajos salarios/altos precios.
A pesar de que el gobierno cubano ha destinado más de 50 millones de pesos para subvencionar las viviendas de las familias con tres o más hijos y ha urdido varios planes para estimular la fecundidad, las cifras apuntan a que las mujeres cubanas se niegan a asumir el embarazo planificado. “La que se deja la barriga es porque no le queda más remedio, te lo digo porque conozco muchos casos. La mayoría de las jóvenes estamos luchando una visa”, cometa Liset Bermúdez, una entrevistada de 28 años. “Mi mejor amiga tuvo a sus hijos allá afuera y le fue de lo más bien. Yo no pienso parir en Cuba, no quiero pasar trabajo como mis padres”.
A la sazón, Cuba posee una de las tasas de natalidad más bajas de la región y, Villa Clara, por ejemplo, representa una de las ciudades más envejecidas del país con una tasa global de fecundidad que no rebasa la cifra de 1.56 hijos por mujer, de acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). El propio diario Granma reconoció que hace más de tres décadas no se superan los dos hijos por madre. De acuerdo con un artículo publicado por CNN, solamente se registraron 10 nacimientos por cada 1000 personas en los últimos años, en contraposición con las cifras que existían en 1960.
Sumado a los altos índices de envejecimiento, la baja natalidad y la emigración de miles de jóvenes, Cuba pudiera convertirse en un país de ancianos en los próximos años. Un documento emitido por la ONEI sobre la proyección de la población cubana de 2007 hasta 2025, expone que la variable de natalidad en la Isla tuvo un “descenso pronunciado a finales de la década del 70 hasta alcanzar valores por debajo del nivel de reemplazo poblacional”.
La investigación también aclara que, a partir del 2003, “se evidencia que el país continúa transitando por una nueva contracción de la fecundidad” y que, de acuerdo con datos de Naciones Unidas, en 2050 Cuba se encontrará entre los 11 países más envejecidos del mundo, con un 38 por ciento de su población con esas edades.
En cuanto a la ausencia de productos destinados a la maternidad, en un artículo publicado por el Canal Caribe se reconoce la deficiente oferta de toallas húmedas, jabones, coches y culeros desechables en las tiendas cubanas. Mariley Pedroso, otra madre cubana, cuenta que su hija se cayó del coche que le compró con apenas tres meses.
“Estos que venden aquí parecen de juguete, se sostienen con una telita muy mala, sin contar lo caros que son. Tuve que dar 80 CUC por uno de uso traído de Estados Unidos”.
El primer año de maternidad es espantoso”, sentencia .”Santa Clara tiene muchos problemas con el agua y casi nunca me alcanzaban los tanques para lavar tanto pañal sucio. Lo otro es que, para lactar, tienes que alimentarte bien. En estos momentos no encuentras ni una fruta y, cuando empiezan a comer, hay que preparar el bolsillo para las malangas y la carne de res, sumándole lo lujosas que son para un cubano las fórmulas enlatadas Nan. El que vive del salario, sin remesas ni negocio, termina como un guiñapo, sin calidad de vida ninguna”.
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