LA HABANA, Cuba. – “Hambre. No estamos aquí porque queremos sino porque tenemos hambre”, grita en un exabrupto una mujer de la cola a un camionero que escondía la mercancía “porque tenía ganas de irse ya”. La denunciante, nombrada Yaquelín, aprovecha y cuenta su experiencia en la feria de comida para los damnificados, desplegada entre las calles General Lee y Juan Bruno Zayas, en el reparto de Santos Suárez, municipio de Diez de Octubre.
“Yo sé que me pasé, pero tenía ganas de subirme al camión y empezar a tirarlo todo para abajo. Después me alegré de que no hubiese habido ningún policía cerca porque, como me dijo una mujer en la cola, yo me altero con razón y nadie me sigue”, dijo Yaquelín, que estaba bajo los efectos de una feria al Sol con tarimas colocadas en una de las lomas de Santos Suárez, uno de los territorios de mayor densidad poblacional y que registró las mayores afectaciones por el tornado.
Osvaldo, antiguo trabajador de cultura y ahora jubilado, clasifica la feria como “folclor del malo donde la gente termina fatigada y disgustada porque a nadie se le ocurre distribuir mejor esta comida en varios lugares y así disipar el molote”.
“¿Dónde estaba esta comida antes? ¿Esta cantidad de huevos de dónde salió? ¿Y el arroz brasileño? ¿Dónde vendían esto antes si la gente está como loca buscando comida?”, se preguntaba el hombre ante la oferta variada de la feria.
El análisis de Yeney abarca todo lo que se vio en la feria: bolsas selladas de arroz brasileño a 6 pesos, las cuales, según se especula, “eran de donación”; pomos de refresco a 25 pesos, aunque “solo daban dos por persona”; camarones a 86 pesos el kilo, “pero la caja costaba 172 pesos y no valía la pena porque venían con cabeza y cola”; gallina a 10 pesos cada una; en el camión del pescado vendían mortadela y pollo deshuesado, que es “un modo de decirle al pollo triturado que se aprovecha para matar el hambre”. También habían huevos a 0.90 centavos, aunque en la avenida Juan Bruno Zayas “solo vendían un cartón por persona”.
“Esto no es por los damnificados ni es por el tornado”, se le escucha decir a otra mujer que ha decidido organizar la cola de la cebolla mientras espera para comprar. “Cuando la hacen en Santa Catalina se forma lo mismo, pero hoy yo estoy letal, me cansé”, dijo.
“Aquí hay que venir armado con una pesa”, indica un hombre que se asombra de que en la venta de carne haya inspectores y que las pesas sean digitales.
“Fíjate que los carniceros están de lo más amables porque el resto te clavan hasta lo último, porque es que, además, yo no sé a quién se le ocurre instalar pesas en una calle desnivelada, eso tiene que influir en el pesaje. Lo que crees que te ahorras, te lo quitan con lo que no te dan”, comenta.
Y es que, ciertamente, algunos precios de la feria que no se acercan a los habituales.
La libra de frutabomba a 0.80 centavos y la cebolla “que normalmente está más cara que la carne de res, estaba a 8.35 la libra”, explica Yeney. Ella denuncia que “las patas de cebollas, sea cual sea, la blanca o la morada, a 3 y 4 CUC (Pesos convertibles)” y agrega que “otro de los fenómenos es que nunca tienen cambio y te redondean para cobrarte más”.
Ana, por su parte, salió con la idea de comprar vegetales, sin embargo, se llevó una gran decepción. “Con solo 30 pesos
logré comprar tres mazos de zanahoria y cinco libras de tomate”, pero no pude llegar a la tarima del queso y me dio tremendo asco ver cómo unos policías despachaban el huevo”, señaló.
No obstante, otros vieron que vendían lechuga y col americana, boniato, cebollino, yuca, espinaca, remolacha, piñas, plátanos y cuentan que al reclamo de “¿por qué no venden papa?” uno de los camioneros gritó: “señora, si traemos papas, ahí sí que se matan”, porque desde hace algunos años el tubérculo pasó a ser una de las especies extintas de la economía cubana. La malanga, otra de las viandas costosas en los agromercados, se vendía en esta ocasión a 3.50 pesos la libra.
En medio de las malas caras hubo quien planteó su tesis de que “el enemigo hace ferias para que nos fajemos”. Todo el mundo entendió quién era “el enemigo” y se aplacó una discusión en potencia, porque una mujer había marcado en dos colas para ver si lograba comprar varios productos a la misma vez.
La realidad es que, “aunque este tipo de ferias se hagan a cada rato, la gente está estresada porque no hay comida, yo mismo gasté en total 490 pesos en una pierna de puerco porque la libra estaba a 21 pesos”, comentó una persona que compró 23 libras que en cualquier otro espacio le hubiesen costado 1150 pesos.
“¿Por qué el puerco no tiene siempre este precio? ¿Ellos me van a decir a mí que el que venden en las tarimas a 50 o 45 pesos no se los venden ellos mismos a los cuentapropistas?”, señala el hombre, quien criticó la doble moral de las autoridades y dijo también estar seguro de que el gobierno hace “estas ferias aquí para garantizar nuestra contentura el 24 de febrero”.
La molestia también llega a los camioneros, quienes insisten en que fueron obligados a transportar la mercancía. “Tampoco venimos a La Habana voluntariamente. Si digo que no, ¿qué me pasa? Esto es obligado”, dice uno con chapa de Matanzas.
Hubo gente que, incluso, tuvo que despertarse a las 5 para que a las 8 de la mañana, cuando se empezaran a armar las tarimas, poder alcanzar un pedazo de carne.
Asimismo, al terminar la feria, los vecinos de las calles General Lee y Juan Bruno Zayas volvieron a mostrar su descontento. “A nadie se le ocurrió que debían contratar a comunales”, dice Rocío, quien señala las cajas regadas en el piso y llama la atención sobre la peste a pescado, algo que le recuerda que este tipo de ferias, aunque “resuelven”, “cuando logras distanciarte, son grotescas, humillantes, parece que están hechas para bajarnos más la moral de lo que ya la tenemos”.