LA HABANA, Cuba. – La pintura desgastada en las cercas, puertas, taquillas y garitas de entrada, que deja ver en múltiples segmentos las capas multicolores de maquillajes anteriores, muy pronto anuncia al visitante que Expocuba es otro sitio en decadencia, afectado por el abandono y las malas gestiones administrativas.
Al interior, los pabellones, los locales gastronómicos y el parque de diversiones permanecen cerrados; el óxido colma las abundantes estructuras metálicas; la cristalería está rota o falta; hay suciedad y moho sobre las paredes y mostradores… Esa es la primera impresión que se lleva cualquiera que acceda a Expocuba.
Durante casi tres décadas, Expocuba fue uno de los sitios de moda en la capital para el esparcimiento en familia. En los años más crudos de la crisis económica de los 90, conocida como Período Especial, maratones de visitantes arribaban en bicicleta para adquirir un ticket que solo se entregaba a los ciclistas que daba derecho a comprar un cuarto de pollo frito.
“Era la única manera que muchos teníamos de comer pollo de vez en cuando”, recuerda Wilber Verdecia Borges, un habanero que pedaleaba 30 kilómetros los fines de semana para resolver un trozo de pollo que luego debía compartir con su esposa e hija pequeña.
En su “época dorada”, afirma Idelisa Machado Suárez, técnica en elaboración de alimentos que trabaja en el recinto desde hace 18 años, la instalación llegaba a recibir hasta 5000 personas en una jornada de sábado o domingo. Solo por la puerta 1, los miércoles ―primer día de servicio en la semana― se registraban más de 1000 ingresos al lugar, asegura.
Antes del inicio de la pandemia de COVID-19 la asistencia había decrecido, amplía Machado, pero tras la reapertura los números cayeron de manera estrepitosa. “Hay días que nada más entran 50 personas”, dijo.
El principal recinto ferial de Cuba, construido sobre una superficie de 60 hectáreas, a media hora del centro de la ciudad, fue inaugurado el 4 de enero de 1989 por Fidel Castro. Sus 25 pabellones son una ventana desactualizada al socialismo cubano, con exposiciones desfasadas que omiten la involución que atraviesa el país en todos los sectores.
No obstante, las exposiciones nunca fueron el principal atractivo para el público, cuyos intereses se centraban más en las actividades recreativas, la amplia gastronomía que ofrecían los restaurantes principales (El Coche, El Avioncito, La Pesca, Don Cuba, La Rivera y Tauro), las cafeterías especializadas (La Casa del Queso, La Hamburguesera, el bar cafetería El Mirador y La Solera) y el resto de puntos de venta, así como el parque de diversiones.
Un panorama gris
En 2019, el director general de Expocuba, Pedro Abreu Mujica, explicaba en el espacio televisivo “Mesa Redonda” que la inversión en el recinto alcanzaba los 48 millones de pesos y los 6 millones en moneda libremente convertible. Además, que el recinto cumplía anualmente con el plan de ingresos.
Sin embargo, tres años más tarde durante una visita de supervisión a los preparativos para la Feria Internacional de La Habana 2022 (FIHAV), en octubre pasado, el primer ministro Manuel Marrero Cruz reconocía el deterioro de las instalaciones y la falta de recursos que poseen los organismos de la Administración Central del Estado para acometer las reparaciones.
El problema, dijo Marrero entonces, debía resolverse con medios locales a través de la implementación de proyectos permanentes y no solo con las recaudaciones de eventos transitorios como FIHAV.
Entre roturas, escasez y precios que navegan a la par de la inflación, no es casualidad que cada vez menos personas escojan pasar un día de distracción en Expocuba.
De acuerdo con Ana Gloria González Pichardo, una visitante entrevistada por CubaNet, en las actuales condiciones quienes van a Expocuba “lo hacen por equivocación” y “de seguro no vuelven después de tantos disgustos”. Ella, al menos, adelanta que no regresará en tanto el costo de la visita consuma todo su salario mensual.
“Un plato de comida 800 pesos, saque la cuenta por tres”, señaló la mujer, acompañada de sus dos hijos. “Luego añada algún jugo, refresco u otra chuchería que les compres [a los niños], porque no los puedes traer a pasar hambre. Y tampoco hay nada, la oferta es muy reducida”.
Contradictoriamente, el principal espacio ferial cubano es una de las pocas entidades que escapó a la reestructuración del ordenamiento económico, logrando mantenerse como una unidad presupuestada de PALCO, grupo empresarial que atiende la logística de un selecto número de instituciones auspiciadas por los Consejos de Estado y de Ministros.
Pidiendo resguardar su identidad, un empleado de la instalación dijo a CubaNet que los almacenes continúan recibiendo “carnes, bebidas, quesos, helados y todo tipo de cosas que uno cree que ya no existen en el país”.
“A la venta al público sale muy poco. Días atrás lo único que había para los niños eran ‘africanas’, y solo se podían vender dos a cada uno, pero los almacenes tenían huevitos, pastillitas, panqués y galletas dulces. Nadie vio por dónde se fue eso”, acotó la fuente citada, antes de asegurar que los administrativos desvían al mercado negro muchos de los productos.
Un parque sin diversiones
Resucitar el parque de diversiones, una de las tareas más acuciantes, parece una misión casi imposible teniendo en cuenta que, precisamente, la constante violación de los periodos de mantenimiento fue la causa determinante en la rotura de los equipos.
Su tecnología, china y envejecida, a estas alturas constituye una barrera para la rehabilitación del parque, máxime cuando hace años expiraron los contratos de mantenimiento con la empresa que realizó el montaje de los equipos.
“Se dice que no se prorrogaron [los contratos] por falta de recursos”, informa uno de los operadores del parque designado desde hace meses a otras actividades. Según las normas técnicas, explica, todos los equipos requieren mantenimiento cada 90 días, salvo “La Rana”, que usa un equipo especial de refrigeración y su mantenimiento debe ser mensual.
Bajo condición de anonimato, por razones de seguridad, la fuente resalta que para echar a andar algunos equipos se necesitan piezas y partes que no existen en el país, como el mecanismo de frenos de la montaña rusa. Aun así, asevera que otros aparatos pudieran recuperarse y permanecen deshabilitados por falta de gestión.
“Mientras más tiempo pasen rotos, más difícil será arreglarlos. Puedo asegurar que la mayoría ya no tienen solución”, acotó. De todas las atracciones del parque temático, en su momento uno de los más modernos del país, exclusivamente funcionan los botes de la laguna artificial. “Y es porque los operadores son quienes pagan las reparaciones”, terminó.