LA HABANA, Cuba. – Con el retorno a las aulas de más de 84 000 alumnos, el 4 de octubre de 2021, Cuba se convirtió en el primer país de América Latina en retomar la educación presencial. La llamada “vuelta a la normalidad” se completó entre el 8 y el 15 de noviembre, cuando las escuelas recibieron a más de 1 600 000 estudiantes.
Planificado para poco más de 20 jornadas presenciales, el año lectivo 2020-2021 concluyó a finales de febrero. Tras dos semanas de descanso, el pasado 7 de marzo comenzó el curso escolar 2021-2022 para la mayoría de las enseñanzas. Este será un año atípico para la educación en la Isla, pues en menos de 300 días confluirán dos promociones y dará inicio, en noviembre venidero, el curso 2022-2023, lo que pone al día los ciclos lectivos atrasados debido a la pandemia de COVID-19.
Desde enero de 2021 las aulas cubanas estaban vacías. En el momento del cierre de las escuelas, los estudiantes solo habían recibido unas 10 semanas de docencia. La primera suspensión ocurrió en marzo de 2020, con más del 70% de los contenidos impartidos.
Un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) estima que los efectos de la pandemia dejarán secuelas irreversibles para la educación en el mundo. El panorama no es menos sombrío en Cuba. Durante la última pausa del sistema de enseñanza convencional, cerca de 1 800 000 estudiantes perdieron poco más de 200 jornadas de clases.
Soluciones a la cubana
Con la pandemia y sus rebrotes como telón de fondo, los especialistas del Ministerio de Educación (MINED) de Cuba tuvieron que diseñar nuevas maneras de enseñar con perspectivas más integradoras y usos del espacio virtual, según han afirmado las autoridades educativas de la Isla. Recuperar tres ciclos lectivos perdidos ha sido el mayor reto de los nuevos programas, apuntan.
Uno de los funcionarios del MINED que trabajó en los ajustes curriculares de los nuevos programas docentes informó a CubaNet bajo condición de anonimato que la dirección ministerial había aprobado el método de educación remota a pesar de que el proceso educativo arrojaría resultados negativos a corto o mediano plazo, según un estudio realizado por metodólogos nacionales.
De acuerdo con la fuente citada, las clases televisadas, los paquetes de contenidos para descargar del ciberespacio, los repasadores virtuales y demás mecanismos creados para evacuar dudas a través de aplicaciones de mensajería y llamadas telefónicas a profesores generaron nuevos escenarios y dinámicas con desiguales oportunidades de aprendizaje para alumnos con menor acceso a las tecnologías y apoyo familiar.
“Se daba por hecho que los padres podían grabar las clases en memorias o descargarlas de portales como CubaEduca. Pero la realidad es que en muchos hogares todavía no hay una caja decodificadora para recibir la señal televisiva, tampoco un teléfono para conectarse o dinero para pagar la conexión porque, aunque se dijo que las descargas serían gratuitas, en la práctica no fue así. Sobre todo al interior del país muchos estudiantes viven en condiciones vulnerables, con pobreza, y las familias tuvieron que priorizar lo básico”, dijo.
Desastre avisado
La primera experiencia con teleclases en Cuba ―explica el funcionario― se remonta a la Campaña de Alfabetización de 1961. Cuarenta años después el método se volvió a utilizar de manera masiva para suplir el déficit de docentes, pero los resultados no fueron positivos y en par de años se disminuyeron las horas de teleclases.
El reporte del funcionario del MINED, quien también forma parte del equipo a cargo de la inspección de varios institutos escolares del país, asegura que en el diagnóstico aplicado en las escuelas pedagógicas se concluyó que la utilización del método de educación a distancia afectaba de manera general las habilidades de lectura, escritura y aritmética de los estudiantes.
Específicamente, en las inspecciones que realizó a 10 escuelas pedagógicas del Occidente y Centro del país, los alumnos evidenciaron varias deficiencias. “Casi todos tenían problemas en habilidades intelectuales de carácter general como valorar, argumentar, ejemplificar y explicar. Menciono las escuelas pedagógicas porque son la base de los futuros maestros, y la calidad de su formación va a ser el medidor de la educación en el país en los próximos años”, acotó.
Asimismo, en todas las enseñanzas se pudo constatar que “la mayoría de los alumnos no copiaron las teleclases. Los profesores no las visualizaron y las escuelas no habilitaron horarios para ese fin. Las dos semanas de diagnóstico no se realizaron. Las actividades para evaluación sistemática no se cumplieron. Los trabajos prácticos y tareas integradoras aplicadas difieren de las orientadas y no miden los objetivos mínimos para vencer el curso”, lamentó la fuente.
No solo las clases van mal
La violación de los protocolos sanitarios fue otra de las deficiencias que, refiere el funcionario, fue señalada en los centros escolares inspeccionados.
“Las aulas están sobrepobladas debido al déficit de maestros, eso impide cumplir con el distanciamiento establecido. Tampoco hay termómetros para monitorear la temperatura, mucho menos medicinas. A finales del año pasado hubo varios casos de contagio de la variante omicrón del coronavirus, sobre todo en La Habana, pero como todos los estudiantes habían recibido la vacuna se decidió no detener el curso de nuevo”, explicó.
Yolanda Sánchez, una maestra de Español de la enseñanza secundaria, asegura que, al igual que en el curso 2019-2020 los claustros de profesores recibieron la indicación de graduar a todos los estudiantes, aunque estos no hubieran vencido los objetivos evaluados.
“Pasamos muchachos que en octavo grado todavía tienen dificultades para leer, que apenas saben escribir su nombre o realizar sumas de dos dígitos. Esto que se hizo es una bola de nieve que va a seguir rodando y creciendo, y que no van a poder detener hasta que estas generaciones no terminen los estudios”, dijo Sánchez.
Nuevos cursos, viejos problemas
Antes de la vuelta a las aulas, la ministra del MINED, Ena Elsa Velázquez Cobiella, aseguró en octubre de 2021 que no bastaba con el retorno de maestros y estudiantes, sino que también se requerían una serie de recursos materiales imprescindibles para el desarrollo y la calidad de las clases.
En tal sentido, la titular de Educación señalaba a los medios oficiales que el país disponía de libretas, lápices, libros de texto, cuadernos, uniformes escolares y equipos como televisores y computadoras para el desarrollo de diferentes programas docentes. Sin embargo, profesores, estudiantes y padres dijeron a CubaNet que debieron recurrir al mercado negro para comprar los materiales necesarios para completar el curso 2020-2021.
Mientras, para el siguiente período lectivo (2021-2022) la ministra destacó que los lápices y libretas se distribuirían con una norma “más ajustada”. Aunque aseguró que su entrega estaba garantizada, explicó que la distribución solo podría completarse cuando la materia prima llegara a Cuba, sin ofrecer más detalles.
Yanelis Mena, quien es subdirectora administrativa de una escuela primaria en el municipio Boyeros, dijo a este medio que el pasado curso nada más se pudo entregar dos lápices a cada estudiante. En el caso de las libretas, grados como quinto y sexto debieron utilizar una misma unidad para cubrir hasta tres asignaturas, explicó.
“En este curso solo hemos podido entregar un lápiz y seis libretas por alumno. En las manos de un niño de seis o siete años, ese lápiz no dura dos semanas. Los padres preguntan preocupados cuándo se van a distribuir el resto de los materiales, pero esa respuesta no la sabe ni el mismo director municipal de Educación; nosotros menos”, comentó Mena.
Dos años atrás, las tiendas comisionistas y los Mercados Artesanales Industriales (MAI) vendían lápices y libretas a precios regulados. En la actualidad los dos artículos solo se pueden comprar en el mercado informal, donde un lápiz de grafito y una libreta, ambos de factura nacional, pueden costar desde 70 hasta 250 pesos. Otros útiles como gomas de borrar, portaminas y bolígrafos no bajan de los 120, 80 y 30 pesos, respectivamente.
“Entre el curso pasado y este ya casi voy por 900 pesos gastados en lápices y libretas, en menos de cinco meses. De aquí a que se acabe [el curso] veremos cuánto falta. Una hace el esfuerzo pensando en el bienestar de los hijos, pero que nadie me diga que la educación en Cuba es gratis”, opinó Irma Losano, madre de un estudiante de sexto grado del Cotorro.
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