GUANTÁNAMO, Cuba. – Hay un nutrido grupo de directivos de los medios de prensa oficialista que, al parecer, piensan que todos los que los escuchan o leen son ignorantes. Uno de esos medios oficialistas es Cubadebate, dirigido por Randy Alonso Falcón. Como el resto del sistema castrista, ese medio desmiente con sus actos lo que, supuestamente, proclama.
El 16 de noviembre fue publicado en ese sitio un artículo de Fernando Buen Abad titulado “No odio”, con cuyas esencias me siento plenamente identificado, aunque confieso que al leerlo he tenido mis dudas acerca de la sinceridad del autor, porque casi todo lo que escribió para denigrar a la sociedad capitalista es aplicable, ahora mismo, a la dictadura cubana.
Lo que sí tengo muy claro es que no hay un terrorismo bueno y otro malo; como no hay un odio bueno y otro malo ni una dictadura buena por ser de izquierda y otra mala por ser de derecha. Todo terrorismo, todo odio y toda dictadura son esencialmente degradantes y, consecuentemente, malos.
En su interesante y sugerente artículo, Fernando Buen Abad afirma en el primer párrafo que “quien odia desciende drásticamente los niveles de humanización” y que “en el odio se expresa la pulsión de impotencia que empuja a destruirlo todo”. Es cierto. Añado que el odio ha sido un elemento intrínsecamente vinculado al castrismo desde las acciones sangrientas que implantó en los años 50 del pasado siglo hasta hoy. ¿Acaso no fue Ernesto Guevara quien confesó a sus padres que le gustaba matar y que todo revolucionario debería convertirse en una perfecta máquina para hacerlo? ¿Eso no es odio?
En otro párrafo el articulista expresa: “Algunos ‘progresismos’ reivindican un odio al que suponen con fuerza aglutinante y movilizante”. También es cierto y quizás el ejemplo más nítido y cercano de esa afirmación sea la quema de una iglesia católica en la ciudad de Santiago de Chile durante las “pacíficas protestas” ―según el Noticiero de la Televisión Cubana― protagonizadas recientemente por estudiantes de ese país.
Donde sí no estoy de acuerdo con Fernando es en esta afirmación suya: “En el odio de la clase opresora se coagulan ―y sinceran― todas las patologías del capitalismo”. ¿Solo del capitalismo? Pregunto, porque si de “escuelas refinadas de odio” se trata no creo que exista algún país capitalista que supere las experiencias soviética, china, vietnamita, norcoreana o cubana, donde no solo las estructuras jurídico políticas están por doquier sino que el empoderamiento del triunvirato partido-estado-gobierno ha eliminado cualquier vestigio de tolerancia a la otredad.
¿Acaso no es una clase opresora del pueblo cubano el grupo de personas que dirige este país, otro inequívoco ejemplo de empoderamiento ilegal en las sociedades contemporáneas? Esa clase es una notoria violadora de derechos humanos elementales y le impone al pueblo cargas que no existen en ningún país capitalista. Estoy seguro de que en la futura sociedad democrática cubana el socialismo será inviable, no por lo que se le diga al pueblo sino por lo que este padeció.
Pero si en el artículo de Buen Abad hay un párrafo que retrata al castrismo ―aunque no fue esa su intención, obviamente― es este: “Odiar implica desaparecer al oponente, exterminarlo. Incluso con violencia ignota. Con odio se cancela el debate, los diferendos, el ‘agón’ griego. Se suprime el trabajo de argumentar racionalmente para convencer con evidencias. Se suprime la contrastación de criterios o experiencias y se impone el individualismo aberrante de ‘la razón soy yo’, aunque para eso haya que usar palos y plomo, cárcel y persecución. El odio cancela la igualdad, la libertad, la tolerancia, el respeto a la dignidad y a la autonomía del otro”.
¡Qué hermoso! Pero me pregunto: ¿No sabrá el articulista que ahora mismo, en la sede del Movimiento San Isidro, en La Habana, hay un grupo de jóvenes en huelga de hambre porque están hastiados de los atropellos de la dictadura cubana? ¿Desconoce que Omara Ruíz Urquiola fue golpeada solo por estar sentada frente a una unidad de la policía pidiendo la libertad de Denis Solís? ¿No sabe que René Alberto López, residente en la Isla de la Juventud, fue golpeado, detenido y sancionado en un juicio sumario solo por decir que en los EE. UU. no se hacían colas? ¿Acaso esos ejemplos no son muestras palpables del odio institucionalizado por la dictadura cubana? ¿O acaso cree que el odio solo produce efectos nefastos en las sociedades capitalistas?
Buen Abad cierra su artículo con otro hermoso párrafo: “Desterrar el odio creado para sofocar el disentimiento legítimo, la libre expresión popular, el derecho a vivir sin violencia… y además, exigir que cesen los caminos por donde transita el odio de clase y la violencia burguesa disfrazada, también, de libertad de expresión”. Pregunto: ¿desterrarlo solo de las sociedades burguesas?… ¿De la nuestra no?
Motivado por el artículo escribí el siguiente comentario con mi nombre: “Señor Abad: Coincido plenamente con Ud. Nuestra sociedad está hoy transida por el odio y los ataques infundados, pero de esa malsana postura no se salva Cubadebate ni la prensa oficialista cubana, que denigra a otros cubanos solo por defender su derecho a pensar distinto. Ud. debería leerle este artículo a la Seguridad del Estado, a la Fiscalía, a los tribunales cubanos y sobre todo, debatirlo con los jerarcas del Partido Comunista cubano”. El comentario fue publicado este 19 de noviembre a las 8:26 a.m., pero luego fue eliminado. Desconozco si habrá sido debido a mi nombre o si fue porque también expuse una verdad incontrastable.
Lo cierto fue que el mismo sitio que publicó un artículo tan loable ―a pesar de sus ambivalencias― contra el odio, a favor de la tolerancia y el intercambio respetuoso de opiniones, censuró mi comentario solo por ser diferente.
Hacía tiempo que no visitaba Cubadebate, pero por lo que veo nada ha cambiado allí. Sin dudas sigue siendo la gruta preferida de los talibanes del castrismo.
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