CIUDAD DE MÉXICO.- En febrero pasado comenzó a circular en las redes sociales una petición de ayuda para un niño muy enfermo que estaba ingresado en el hospital pediátrico de Pinar del Río y no tenía zapatos. Llegó al centro con su único par. Unos zapatos artesanales que le había comprado su bisabuelo con el salario de todo un mes que ganó como jardinero. Allí se los robaron. Esta es su historia y cómo la solidaridad de las personas mostró el abandono familiar e institucional en el que viven.
A sus 7 años, a Erick le gustan los robots, que le celebren sus cumpleaños, los chocolates, recoger animales y Micky Mouse. Al célebre ratón lo mira en un viejo televisor Panda que le obsequiaron hace unos meses y que hasta hace muy poco tenía una llovizna persistente que imposibilitaba distinguir. Aún así, la imagen difusa lo hacía reír con la felicidad de un niño que por primera vez tiene televisión.
Él vive en la comunidad rural Forteza, a las afueras del pueblo de San Luis, Pinar del Río, con su bisabuelo materno de 76 años. Alberto es la persona que lo atiende, alimenta, lleva a las consultas y lo acompaña en los largos ingresos.
El pequeño ha crecido prácticamente en los hospitales, y con él, además, crecieron las pequeñas tumoraciones que sobresalen en su abdomen y que las sientes si lo abrazas o cargas.
Los tumores bajo su piel son una consecuencia del linfoma no Hodking (un cáncer que comienza en los glóbulos blancos y que es potencialmente mortal) que le diagnosticaron en 2017 cuando descubrieron unos bultos que tenía en la ingle. Ahí fue su primera operación. Esas protuberancias son lo que realmente delata, a primera vista, que no es un niño sano. Por lo demás es delgado, tiene el cabello oscuro, la piel blanca, y unos ojos rasgados que casi desaparecen si ríe. Cuando empeora su salud deja de comer y pierde mucho peso. Su voz es suave, musical, con un acento propio de los campos cubanos.
Dos años después del primer diagnóstico, los especialistas sumaron a su historia clínica una leucemia linfocítica aguda. En lo adelante su salud cada día ha estado más frágil y el lugar donde vive no tiene las condiciones mínimas.
La casa no es mucho más que un patio delantero que antecede a un portal, que es a su vez seguido por un salón con unos muebles deshechos y el televisor donado. Contiguo hay un cuarto principal al ancho de la casita donde están las dos camas de ellos, una junta a otra. Hay también una cocina, que podría parecer desahuciada, y un baño a medio hacer. Cada habitación allí es tan precaria como la palabra permite imaginar. Sobre sus cabezas tienen un techo de fibra con estructura de madera, dañada por el comején, que pareciera va a desplomarse en cualquier momento.
En los alrededores de la vivienda poseen un terreno chico donde hay algunas cosas tiradas. Entre ellas un latón que tapa una cañada. Cuando llueve esa cañada desemboca en una laguna de oxidación ubicada justo al frente. Entonces llegan los mosquitos y el mal olor. Así se inunda la entrada de la casa y sube el agua, pasa el portal y llega a los muebles. Por esa humedad el piso tiene oquedades y las paredes algunas ranuras.
Esa casa no es un lugar donde pueda vivir un niño enfermo y un anciano. Realmente no es un lugar donde debería vivir una persona. El gobierno local lo sabe y han prometido año tras año que les facilitarán una vivienda digna; pero pasa el tiempo, cambian los dirigentes y Alberto y Erick siguen en el mismo lugar.
Un solo par de zapatos
Como a cualquier niño, le gustan los juguetes que le han regalado y los dulces. Los peluches los pone sobre su cama y duerme con ellos en la noche. Antes no tenía, como tampoco tenía zapatos o ropa, casi.
Para comer los dulces que le han llevado espera a que su cuidador se desatienda y toma la llave del cuarto donde los guarda. Su éxito radica en entrar a hurtadillas, sin hacer ruido. Más de una vez Erick ha sido sorprendido sentado en el piso, con la boca untada de chocolates y rodeado de estuches abiertos. Pero su cuidador no sabe, ni quiere, regañarlo. El niño se lo retribuye recordándole que es la persona que más ama.
Alberto ha estado junto a su biznieto desde que nació, aunque fue cuando el niño cumplió cinco años que quedó por entero a su cuidado. El papá biológico de Erick solo lo ha visto una vez, ni siquiera lo registró. Para el niño Alberto es su “papi”. Su mamá tampoco está presente.
En esencia, él solo tiene a Alberto y una tía abuela, que los asiste en lo que puede. Ella les lava la ropa y cocina en ocasiones. Pero no tienen mucha más ayuda.
Si de algo conoce esta familia es de cáncer, carencias hasta de lo indispensable y el más absoluto abandono. O así era, hasta que el estado de vulnerabilidad en el que viven se conoció a través de las redes sociales. El llamado de auxilio fue lanzado inicialmente por el youtuber DaguitoValdés y compartido por cientos de usuarios.
Internet y las redes de solidaridad que nacen en este espacio sacaron a Erick y a Alberto del anonimato cubierto de pobreza en el que viven tantas familias en Cuba, y le dieron visibilidad justa para que varias personas (dentro y fuera de Cuba) decidieran ayudarlos.
Se habilitaron algunas tarjetas de personas cercanas para que quienes quisieran transfirieran algo de dinero. Para ellos ninguna suma era poca. Algunos hasta consiguieron los permisos de movilidad que se requieren para trasladase y fueron a ver a Erick hasta Forteza, y le llevaron lo que tenían a mano: un poco de arroz, una bandeja de pollo, libros de cuentos, helado. De ahí, de las donaciones individuales, llegaron los juguetes, algo de dinero, ropa, los dulces, el Panda usado, y luego una antena para él, y hasta el único ventilador que tienen.
Las autoridades locales, por su parte, hasta febrero habían resumido la asistencia a un par de colchones, el transporte para las consultas y cientos de promesas.
Sin embargo, a lo que sí respondieron fue a una nota divulgada por la prensa independiente sobre Erick y cómo vivía. Un día después de la publicación una delegación del Partido local fue hasta el lugar donde viven para interesarse por ellos.
Ese día les dieron un refrigerador de uso, que solo congela del lado izquierdo, una olla eléctrica, sin recipiente, y una hornilla de inducción. Esos equipos, algunos defectuosos, supieron después que no eran gratis, que debían pagarlos con los ingresos de la chequera.
Tal asistencia fue publicitada en las redes con un discurso donde se aseguraba que la Revolución no desatendía a ningún cubano y que la prensa independiente manipulaba el caso para afectar la imagen del gobierno. Los perfiles de redes sociales de los dirigentes del municipio y otros usuarios -sin fotos ni contenidos personales, y que solo comparten propaganda- se hicieron eco de la noticia y la compartieron en grupos afines.
Omitieron, por supuesto, que era la primera vez que esa familia recibía una ayuda real a manos del gobierno, más allá del traslado a los turnos. Una ayuda que vino, casualmente, después que la historia se publicara de modo muy breve en los medios que no controlan.
“Antes de que la gente nos ayudara, nos la vimos muy fea él y yo solitos aquí, guapeando, hasta para comer”, dice Alberto sentado en el portal de su casa, con una camisa deshilada y muy vieja. Yo no le pido nada a nadie, pero acepto cualquier ayuda por él”, dice apuntando al niño, que juega a su lado. “Esto es lo más grande que yo tengo”.
Alberto no suele hablar mucho. Responde las preguntas con frases cortas y evita conversar sobre las personas que deberían estar en la vida de Erick y se han ido. Prefiere recalcar que él le da todo lo que puede, que el pequeño lo tiene a él.
Hasta diciembre el anciano trabajaba como jardinero de una secundaria cercana. Con ese salario, una chequera que recibe el niño y su pensión de jubilado subsistían ambos. Pero el cuerpo de Alberto siente los años y las enfermedades, y ya no aguantaba tanto esfuerzo; así que se retiró. Ahora, en un país aún más empobrecido, carente y costoso, tienen un salario menos.
Cáncer, maldito cáncer
“Llegó y me dijo: ´papi hice algo muy bueno pero que no te va a gustar´. Así me presentó a la perrita y tuve que aceptarla”, cuenta el anciano. Negrita es una cachorra que el niño encontró hace unos meses y sin pensarlo, ni contarlo a “papi”, decidió adoptarla. Ahora se entretiene en construirle refugios con recortes de madera y piedras. Quiere que duerma ahí, pero Negrita los ignora. Prefiere seguir a Erick a todas partes.
“Ella lo hace feliz y yo no puedo quitarle eso”, explica el bisabuelo.
Erick es un niño muy hermoso y suspicaz. Aunque tímido ante los desconocidos y a veces puede parecer triste. Tiene la tristeza de los que sobreviven, logrando hacerse espacio en un mundo que una y otra vez les recuerda que es injusto.
Desde que tiene tres años ha resistido la mayoría de los tratamientos contra el cáncer: quimioterapias, píldoras, operaciones. Por eso ahora tiene, además de en la ingle, una cicatriz en el pecho sobre el corazón, que cubre con su ropa. Los médicos se sorprenden de lo que ha aguantado su cuerpo.
Erick sabe que está enfermo, pero no entiende la gravedad. Sabe que no puede ir a la escuela y que muchas veces debe quedarse ingresado, pero cómo le explicas a un niño de siete años qué es el cáncer. Por qué tendría que entenderlo o vivirlo. Alberto, por su parte, escucha a los médicos en las consultas, pero no acepta el peligro. Sus allegados han intentado hablarle de ello, pero se resiste. Para él es inconcebible la posibilidad de sobrevivir a su biznieto. Cree que Erick va a crecer como cualquier otro niño y va a estar bien. Alberto es un hombre cristiano, pero por encima de todo, incluso de Dios, él ama a Erick.
En el último mes los turnos médicos del niño han aumentado su frecuencia. Come menos y pierde peso. Los médicos comienzan a estudiar sus riñones e hígado.
*Este texto no solo intenta contar la historia de un niño muy enfermo y un bisabuelo que viven solos en condiciones precarias. Es, además, una muestra de agradecimiento para las personas que han sido solidarias con ellos y les han mejorado mínimamente la vida. Para todo el que quiera acercarse a esta familia y ayudarla de alguna manera esta es la vía de contacto: +5359299263 (Alberto).
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