MIAMI, Estados Unidos.- El más reciente cine producido en Ucrania, que se ocupa principalmente de los acontecimientos ocurridos en la región de Donbás, ya presagiaba que una tragedia como la actual invasión rusa podía acontecer.
La complejidad social de un país donde conviven personas que disfrutan y agradecen mucho la libertad y la democracia, junto a zonas conflictivas de voluntad separatista, alentada por Rusia, queda retratada en varias películas que ahora regresan a disposición de los espectadores, en cines y diversas plataformas de streaming, para colaborar económicamente con esos artistas y mostrarle a Occidente que ya estaban advertidos de tales conflictos.
Después de las heroicas protestas conocidas como Euromaidán, que duraron más de noventa días entre los años 2013 y 2014, y que dieron al traste con un presidente impopular y títere de Putin, Viktor Yanukovich, quien alejaba a Ucrania de ser parte de la Unión Europea, grupos separatistas prorrusos desataron la guerra contra el gobierno legítimo ucraniano en las ciudades de Donetsk y Luhansk.
Estos lamentables acontecimientos, que duran hasta nuestros días y han costado la vida a miles de civiles y militares, coincidieron con la apropiación de la península de Crimea por parte de Rusia, ante la indolencia de Occidente, que protestó por canales burocráticos, pero no actuó con sanciones como para cambiar el curso de los acontecimientos.
En 2018, quien está considerado un director esencial del cine ucraniano, Sergei Loznitsa, estrenó en el Festival de Cannes, con aclamación, su película Donbass, que aborda en viñetas de humor negro y tragedia el conflicto separatista de su país.
Es gran cine bélico, coral, casi documental en sus escenarios realistas, donde impera el absurdo y la impunidad de los vencedores eventuales, con actores que nos colocan en el ojo de la tormenta mediante un naturalismo ríspido.
Periodistas extranjeros amenazados, ciudadanos que son despojados de sus propiedades para apoyar “la causa” ajena, y el patetismo del prisionero atado a un poste en medio de la ciudad a donde llegan ciudadanos comunes para vejarlo y herirlo hasta que sus captores militares casi permiten el linchamiento.
Un universo enrarecido, donde el contrario es acusado de fascista, sin argumentos, solo para ofender e incriminar con términos peyorativos a falta de otra causa.
El director Loznitsa ha afianzado una carrera en el género documental, donde se distingue su más reciente State Funeral, retrato devastador sobre el culto a la personalidad, el totalitarismo y el miedo consustancial al comunismo, utilizando materiales de archivo que no habían sido revelados sobre los funerales de Stalin.
Hablando de la peligrosa indiferencia que significa el resurgimiento del ideario marxista leninista, en el seno intelectual y popular de las democracias, Loznitsa ha ofrecido una explícita alerta que honra a los cineastas honestos del mundo:
“Los crímenes del régimen nazi fueron expuestos y condenados universalmente. Todos sabemos que los juicios de Nuremberg tuvieron lugar al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando nada parecido ha sucedido en la era postsoviética. No hubo condena universal o análisis o intento de juzgar a quienes cometieron los crímenes de la época soviética. Así que no debe sorprendernos ahora que estamos afrontando un régimen muy similar, tan totalitario, represivo y criminal como lo fuera el estalinismo… la intención de Stalin era comenzar una nueva guerra mundial. Y ahora somos testigos de cómo Putin básicamente continúa el curso de Stalin para iniciar una nueva guerra”.
Bad Roads es otra película ucraniana sobre el enfrentamiento bélico, contada en cuatro historias espeluznantes y dirigida por Natalia Vorozhbyt. Fue la propuesta de Ucrania este año para el Premio Oscar a la Mejor Película Extranjera, y se estrenó en el pasado Festival de Cine de Venecia.
Es un filme realizado en la penumbra de la perplejidad y a diferencia de Donbass no tiene espacio para el humor.
Las historias se cuentan serenas, al borde del horror que provoca la violencia inminente, y están basadas en una obra de teatro de la propia directora, quien en 2013 se personó en la legendaria Plaza de la Independencia de Kiev para disputar la soberanía de su país.
En febrero de este año Vorozhbyt se encontraba trabajando en su nuevo filme Demons, sobre las relaciones entre Ucrania y Rusia, en la ciudad de Myrhorod. Cuando le quedaban solo cuatro días para completarlo la localidad comenzó a ser bombardeada.
Durante esas jornadas de incertidumbre la entrevistaron en un refugio y dejó saber que era muy importante para ella estar allí pero que abandonaría su país si los rusos ganaban.
La directora de Bad Roads considera que estos eventos comenzaron hace treinta años cuando Ucrania fue establecida como una nación independiente y permitió que la influencia rusa creciera en Donbás.
Loznitsa, por su parte, argumenta que: “Putin ya perdió la guerra. La perdió desde el momento que decidió invadir Ucrania”.
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