LA HABANA, Cuba. — La publicación de seis editoriales en igual número de semanas, por parte del diario New York Times (NYT), con tópicos afines al tema de las controversiales relaciones Estados Unidos-Cuba, no deja lugar a dudas sobre las intenciones de mantener una permanente campaña política que se ha estado centrando en dos puntos principales: la eliminación del Embargo y la normalización de las relaciones entre ambos gobiernos (dizque “países”).
Lo que no queda claro es el dédalo de intereses que se mueven detrás de tanto y tan desproporcionado esfuerzo en tratar como novedad algo que se ha prolongado por más de medio siglo, en especial porque Cuba no significa nada a los efectos económicos y políticos a nivel global –salvo por su triste papel de satélite de intereses de potencias extranjeras durante aquella Guerra Fría, que creíamos superada y hoy parece estar nuevamente tocando las puertas–, y difícilmente podría clasificar como prioridad noticiosa frente a acontecimientos potencialmente tan volátiles como la crisis de Ucrania, la epidemia del èbola en África, el fuerte descenso del precio del petróleo, la reciente reunión del G-20, el refuerzo de la presencia militar de Estados Unidos en Irak para enfrentar al Estado Islámico, y otros que resultan decisivos en los destinos comunes de numerosas naciones del mundo.
Esta vez le ha tocado la refriega del NYT a las políticas migratorias “que facilitan la entrada de personal médico cubano a EE.UU”, a las que el influyente diario acusa de incitar a la deserción de los galenos de la Isla “mientras cumplen misiones en el exterior”, y para ello se apoya en cifras que ilustran el creciente número de médicos cubanos que se han acogido a la oportunidad de ingresar legalmente a EE.UU: desde 11 galenos en 2006 hasta 1278 en lo que va del año 2014.
Para el NYT, esta política migratoria “excesiva” de las autoridades de su país constituye un atentado a “la principal herramienta diplomática de la Isla” (nótese que evalúa correctamente a los especialistas cubanos como “herramientas” del régimen), aunque reconoce la queja de “algunos médicos que han desertado” acerca de la coerción a que han sido sometidos por parte del gobierno cubano para incorporarse a dichas misiones y que éste se apropia de “la mayor parte del dinero que generan sus servicios (en el extranjero)”.
Sin embargo, el poderoso diario no alcanza a esconder su desprecio implícito por aquellos a los que obviamente considera seres inferiores, cuando apunta que “La Habana podría pagarle a su personal en el exterior de manera más generosa si las brigadas médicas van a seguir representando una importante fuente de ingresos”.
Es decir que –siguiendo la propuesta del NYT– los profesionales cubanos de la salud que cumplen misiones en difíciles condiciones en países extranjeros no deben aspirar a la remuneración adecuada o al cobro total de sus emolumentos, muchísimo menos a escapar de ese humillante sistema de explotación, sino que deberían mantenerse sujetos a un gesto de “generosidad” del (hacendado) Gobierno que los sub-contrata en condiciones de semi-esclavitud, en caso de que decida pagarle algunos dólares más.
A ese mismo tenor, NYT señala que “El sistema migratorio estadounidense debe darles prioridad a los refugiados y a las personas perseguidas más vulnerables del mundo. Pero no debe utilizarse para agravar la fuga de cerebros de una nación adversaria, (…)”. Los profesionales cubanos, pues, no son lo suficientemente vulnerables para el exquisito criterio de los editorialistas del excelso periódico, pero –y esto es toda una concesión tratándose de jueces tan elitistas– al menos nuestros galenos les clasifican como “cerebros”. Del lobo, un pelo.
En todo caso, y en vistas de que este periódico parece tener la intención de seguir cometiendo crímenes de lesa tinta a costillas de las miserias cubanas, les sugeriría ser un poco más sutiles… Al menos deberían disimular un poco su menosprecio hacia la inteligencia de los indios insulares que creen ver en nosotros, y a los que –dependiendo de tan buenas intenciones– en breve ya no nos quedará ni tan siquiera levita con la cual cubrir tanto desamparo.
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