LA HABANA, Cuba. – Por cada sábana, toalla, mantel o cortina que se estrene en el nuevo hotel de las calles 1ra. y D en el Vedado, casi a punto de inaugurarse, la representante en La Habana de la empresa mexicana Almacenes El Trébol S.A. de C.V. ingresará a su fortuna personal unos cuantos dólares más, puesto que su labor comercial, autorizada desde hace más de 20 años por la Cámara de Comercio de Cuba, es pagada por las jugosas comisiones que recibe de las ventas al turismo.
Se habla de honorarios de entre un 3 y un 5% del total y de trato preferencial en detrimento de los demás proveedores del ramo. Así, mientras más contratos logra cerrar más dinero recibe la astuta representante de Almacenes El Trébol, de modo que la apertura de nuevos hoteles en la Isla siempre será buena noticia a celebrar, más cuando se tiene la seguridad de que la firma mexicana especializada en comercializar producciones textiles obtendrá los contratos más importantes, o al menos aquellos donde estuviese involucrada alguna empresa del sistema empresarial de las Fuerzas Armadas (GAESA).
Según fuentes vinculadas tanto a la empresa azteca como a la cubana Gaviota S.A. (perteneciente a GAESA), aunque el convenio entre Almacenes El Trébol y los militares cubanos se mantiene solo “de palabra”, se trata de un viejo acuerdo de la época de Fidel Castro que aún nadie se atreve a ignorar ni agotar por las graves implicaciones políticas que pudiera acarrear semejante decisión.
No se trataría solo de dejar de honrar un viejo pacto comercial sino de abrir una caja de Pandora cuyos peores males trascienden algo tan inofensivo como la importación de textiles para meterse de cabeza en los vericuetos de lo que realmente ocurre con los llamados “Grupos de Solidaridad con Cuba” y cuáles pudieran ser los verdaderos resortes que los sostienen y que incluyen, por lo general, intereses económicos.
La representante en Cuba de Almacenes El Trébol no es cualquier empresaria extranjera sino, nada más y nada menos, que la argentina Graciela Ramírez Cruz, una activista política de extrema izquierda establecida oficialmente en La Habana desde 1994, entre cuyas muchas “tareas” asignadas por el régimen han estado la de “asesora de medios de información para mostrar la realidad de Cuba” así como la de “coordinadora general” de la campaña internacional que clamaba por la liberación de cinco espías cubanos detenidos en los Estados Unidos en 1998.
Las muchas caras de Graciela
Activista política y comerciante, dos ocupaciones que en cualquier otro contexto parecieran excluirse, la argentina Graciela Ramírez Cruz las ha sabido conciliar a la perfección a partir de su vínculo con la dictadura cubana para la que ha “prestado” numerosos “servicios”.
Aunque para algunos esa relación comienza a inicios de los años 90, cuando se incorporó a los movimientos de solidaridad con Cuba y se convirtió en la principal coordinadora de la campaña de bienvenida a Fidel Castro durante la Cumbre Iberoamericana celebrada en Madrid en 1992, en realidad las raíces de esos lazos van mucho más lejos en el tiempo.
Fue durante los años 60 que la Inteligencia del régimen cubano, a través de sus sedes diplomáticas en el exterior e instituciones de apariencia “cultural” como la Casa de las Américas y más tarde el Instituto de Amistad con los Pueblos (ICAP), comenzó a trabajar para articular e influenciar grupos guerrilleros y demás movimientos de izquierda “pro-Castro” en países del cono Sur, y en especial en Perú, Bolivia, Chile y Argentina, donde el trabajo con los movimientos estudiantiles en las universidades, institutos y grupos de derechos humanos fue mucho más fácil y por tanto más profundo que en otros lugares de Latinoamérica.
“Graciela [Ramírez Cruz] es de los tantos jóvenes argentinos captados por Fidel Castro en las universidades desde mucho antes de la época de la dictadura militar”, asegura bajo condición de anonimato, por temor a represalias, un ex alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Isla.
“Es de una nueva hornada que Fidel [Castro] comienza a activar casi inmediatamente cuando termina la dictadura [argentina] en 1983. Antes, Fidel se había mantenido al margen. Había algo así como simpatías entre dictadores y hubo como una especie de tregua. Fíjate que Graciela aparece en escena precisamente en 1984, terminada la dictadura, y ya en 1991 está moviéndose a España con un grupo de amigos de la universidad para formar la claque que gritaría vivas a Fidel durante la Cumbre Iberoamericana. Eso lo organizó Fidel en persona. Graciela no estuvo allí por iniciativa propia, ella jamás actúa si no es cumpliendo una orden, de la que, por supuesto, saca su buen provecho”, afirma quien además de diplomático ocupó responsabilidades en la coordinación de varios “grupos de solidaridad” en Europa y América Latina.
“De los años 60 son los grupos guerrilleros que llegaron a La Habana desde Argentina a entrenarse en Cuba. Viajaban de todas partes a estudiar en Córdoba, en Rosario, se vinculaban a la Juventud Comunista argentina (FEDE), que es donde estaba el núcleo principal creado por la Inteligencia cubana, y enseguida viajaban a Tarará para el entrenamiento con asesores soviéticos y cubanos (…). Primero [la captación se hacía] a través de Casa de las Américas, incluso la Escuela Latinoamericana de Cine en los 80 hizo labores parecidas, y siempre desde los propios consulados de Cuba”, explica otro exdiplomático y representante comercial cubano actualmente radicado en Europa.
“Graciela no es de esa época, era una niña, pero su padre sí. Ya después en los 80 se vincula a la FEDE pero se mantiene al margen hasta que cae la dictadura. La muerte del novio cuando ella apenas tenía 15 años le sirvió como pretexto para unirse a grupos de derechos humanos pero una buena parte de todo eso deriva, por órdenes de Fidel Castro, en los llamados grupos de solidaridad con Cuba, y Graciela es de las primeras en unirse al movimiento (…). En poco tiempo se convierte en una de las principales gestoras a nivel internacional. (…) Fidel Castro estaba viendo cómo el apoyo soviético se iba al carajo y rápido activó todos esos grupos que anteriormente eran de guerrilleros y los transformó en grupos de solidaridad, que no solo le sirvieron para agitar y marchar con pancartas, también los usó para mover grandes cantidades de dinero de un país a otro sin pasar por los bancos y hasta para crear empresas off-shore en paraísos fiscales, siempre bajo el pretexto del bloqueo. Graciela está entre esos lleva y trae de Fidel”, revela el exfuncionario del régimen.
De activista a empresaria, y de empresaria a periodista
Con la caída del comunismo en Europa del Este, Fidel Castro se vio obligado a desarrollar nuevas estrategias para mantenerse en el poder sin el apoyo económico que recibía de los soviéticos. La debacle comenzó a mostrar sus primeras señales a mediados de los años 80 y el astuto dictador cubano no se quedaría de brazos cruzados.
Por una parte daría luz verde a la apertura de canales de comunicación hasta ese momento bloqueados, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, para atraer el capital en manos de sujetos articulados a los grupos procastristas en el extranjero, pero también de los cubanos emigrados, por medio de los ciclos de encuentros denominados “La nación y la emigración”, una iniciativa del entonces canciller Roberto Robaina en la que Fidel Castro vio la oportunidad de “matar varios pájaros de un mismo tiro”, según lo ha descrito, bajo condición de anonimato, otro ex alto funcionario cubano consultado por CubaNet al respecto.
“La idea [de Robaina] era una pero la de Fidel era otra muy diferente. Fidel, viendo las barbas del vecino arder, quería simular que hacía cambios pero en realidad lo que buscaba era asegurarse la sobrevivencia. Así mataba dos pájaros de un mismo tiro. Necesitaba dinero pero más que todo necesitaba apoyo exterior. Los ‘gusanos’ fueron convertidos en mariposas, pero al mismo tiempo los jóvenes soñadores, los guerrilleros de los años 60 fueron convertidos en activistas de los Grupos de Solidaridad en los 80. Los nuevos guerrilleros se convirtieron en prestanombres y hasta en empresarios con todas las de la ley, en Cuba y fuera de Cuba. (…) Graciela es de esa época. Fidel le pide varios favores. Ella vivía como emigrada en Europa, pero ya en Rosario (Argentina) y desde el exilio había hecho sus tareas muy bien, así que en los duros 90 le tocó primero crear los grupos de solidaridad con Cuba en Europa, cuando todo se puso bien feo y parecía que se caía la Revolución. Después le tocó convertirse en empresaria. (…) Fidel empezó a construir hoteles, llegó ese enjambre de gallegos ansiosos por hacer dinero, pero se hacía difícil importar insumos desde Europa. Así que en pleno Período Especial (1994) Graciela llega a La Habana y la instalan en un lujoso apartamento de la calle Paseo [en el Vedado]. Allí monta su oficina de empresaria, importando de todo: telas, bebidas, comidas, maderas, pinturas, de todo lo que se necesitaba en los hoteles”, asegura la fuente que, durante los años 90, integró el grupo de trabajo del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos encargado de coordinar las labores de los Grupos de Solidaridad con Cuba en España, Francia e Italia.
“Graciela era como el todoterreno de Fidel Castro”, afirma el mismo exfuncionario. “A ella la descubrió Guillermo Herrera Montiel (ex militar y funcionario del Consulado de Cuba en Buenos Aires durante los años 80) por medio de Fernando Birri y de otros dos artistas argentinos que visitaban mucho Cuba bajo la fachada de actividades en la Casa de las Américas. A Fidel le encantó la joven. Eran de esos enamoramientos instantáneos y creo que hasta tuvieron un romance. Tanto fue el entusiasmo que terminó coordinando los programas de encuentros que tuvo Fidel durante la Cumbre Iberoamericana en España (1992), y después se la trajo para Cuba y, por medio de Gabriel García Márquez la metió a trabajar en lo de Almacenes El Trébol en México, pero antes estuvo al frente de todas las importaciones de insumos para los hoteles desde el MINTUR (Ministerio del Turismo) con Osmany Cienfuegos. Ella personalmente viajaba a Panamá, a México y eran decenas de contenedores con todo lo que en los años 90, en pleno Período Especial, nadie encontraba en ningún lado. Graciela era la tipa que lo conseguía todo. Hasta las banderitas y pulóveres que se repartían en los desfiles los conseguía Graciela”, afirma el exfuncionario de la cancillería cubana.
Graduada de Derecho y Dirección Comercial en Europa, y actualmente acreditada de manera oficial en La Habana como “periodista”, Graciela Ramírez Cruz se presenta en las redes sociales solo como directora o jefa editorial del medio de prensa de izquierda Resumen Latinoamericano, pero se cuida de hacer referencias a su principal ocupación, registrada públicamente en la Cámara de Comercio de Cuba.
Entre 1998 y 2002 el propio Fidel Castro la designó como principal asesora de medios de información “para mostrar la realidad de Cuba”, pero más tarde le asignó una nueva misión, la de incorporarse a la campaña internacional por la liberación de los cinco espías cubanos detenidos en los Estados Unidos. Para ello fue designada como coordinadora general del comité de la propia campaña.
De acuerdo con fuentes vinculadas a Gaviota S.A. y consultadas en carácter exclusivo por CubaNet para este reportaje, el gasto por concepto de suministros de insumos por parte de Almacenes El Trébol S.A., tan solo para poner en marcha el nuevo hotel de 1ra. y D en el Vedado, se estima hoy sobre los 11 millones de dólares y, posiblemente, para noviembre de este año, cuando está prevista la apertura oficial, la cifra estaría alcanzando los 18 millones de dólares, de lo cuales al menos medio millón (el 3% del total) irán a parar al bolsillo de Graciela Ramírez Cruz, por concepto de comisiones, ya que es la representante oficial del grupo empresarial mexicano en la Isla.
Así, por cada uniforme adquirido para el personal de servicio, por cada pieza textil e incluso por cada servilleta que se desechará en la cena inaugural a la que posiblemente asista Miguel Díaz-Canel como principal invitado, la veterana “activista” y “periodista” argentina radicada en Cuba habrá recibido el pago que le corresponde en agradecimiento por las “tareas cumplidas”.
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