VILLA CLARA, Cuba. ─ Hace más de tres años que dos de las arterias más céntricas de la ciudad, de las que conducen directamente hacia el parque Vidal, han estado cerradas al tránsito de todo tipo de vehículos. Para acceder a la plaza central desde la calle Cuba, los peatones atraviesan un pasillo estrecho entre la Casa de cambio (Cadeca) y una valla metálica que circunda al antiguo Hotel Florida.
Las vallas metálicas han devenido en especie de cercos habituales en todo el centro histórico de Santa Clara. Previenen, de por sí, que el desprendimiento de alguna tajada de concreto caiga directamente sobre los transeúntes y evitan, a su vez, que a alguna familia se le ocurra asentarse ilegalmente en el lugar en busca de una vivienda clandestina.
Desde la altura del callejón se divisa el esqueleto del Hotel Florida, construido hacia 1924 y ampliado en 1939, que albergaba en sus bajos el icónico Teatro Villa Clara. Fue conocido, durante el período especial, con el nombre de “blúmer caliente”, sitio de pequeñas cuarterías, terreno fértil para la prostitución y otros negocios ilícitos, donde residían numerosas familias, la mayoría de ellas con muy bajo poder adquisitivo.
Desde los balcones y hacia el parque, las tendederas y la mugre acumulada en los balaustres afectaba la imagen que los turistas debían llevarse de Santa Clara, “ciudad de tránsito, cultural e inclusiva”, la puerta bohemia hacia los resorts de la cayería norte. A causa del deterioro de la edificación, la ciudadela ruinosa fue desvalijada, aunque, uno de los propósitos reales para dejarlo totalmente deshabitado, fue la necesidad de ampliar las capacidades hoteleras en inmuebles patrimoniales.
Sin embargo, la rehabilitación del edificio se ha postergado sobremanera, dejándolo a merced del paso del tiempo. Varios estudios arquitectónicos arrojan que el Hotel Florida se encuentra en dicho estado a consecuencia del abandono y la falta de mantenimiento periódico. Gran parte de su estructura ha pasado a engrosar el cúmulo de escombros que los santaclareños no divisan a causa de las propias vallas. Desde el techo y los balcones fraccionados propenden todo tipo de enredaderas y plantas silvestres, a modo de jardines colgantes, bien enraizadas hacia la estructura de ladrillo que parece imposible de socorrer.
Frente al mismo parque central, en otro edificio de valor patrimonial, ha crecido una especie de pino en su interior que supera la altura de la propia edificación. Otra vez, el panel metálico obstruye el paso peatonal bajo techo en el inmueble que ocupó la emisora CMHI Cadena azul, a finales de la década del 30, propiedad de Amado Trinidad. A la espera de una intervención, la cristalería de los amplios ventanales fue sustituida por cartones, mientras un hilo húmedo y negruzco desciende por la fachada, abono para plantas trepadoras y nidos de pájaros.
En la calle Marta Abreu, el inmueble que perteneció a la compañía cigarrera Trinidad y Hermanos ha corrido con peor suerte que los anteriores debido a la pérdida total de su tejado y gran parte de su estructura original. Más de una decena de edificios antiguos ubicados en el centro urbano de Santa Clara se encuentran en inminente peligro de derrumbe. Muchos de los que han caído a causa del paso irremediable del tiempo y la falta de presupuesto para repararlos fueron reemplazados por otras construcciones modernas o convertidos, simplemente, en pequeños parques con poca utilidad social.
Hace apenas dos años se desprendió una marquesina en el antiguo Hotel Roosevelt, ubicado en el Boulevard, cuando aún estaba habitado por más de diez familias. Ante la amenaza de un colapso, los habitantes de esta cuartería fueron trasladados hacia áreas periféricas, aunque algunos marcharan con cierto recelo por suponer la lejanía del centro citadino. A pesar del visible deterioro de sus balcones, en un espacio de la planta baja, aún funciona un centro de trabajo identificado como la UEB 1 de Productos no alimenticios. Los propios vecinos y residentes de este hotel devenido en “solar” confirman que el inmueble será reparado y se incluirá también en la red turística de la ciudad.
Santa Clara, ecléctica y neoclásica, ha perdido la luz tenue que los colores pasteles de sus céntricas edificaciones aportaban a la vista de los turistas. En su lugar, a los ojos foráneos, parecerá Santa Clara un pueblo dinamitado, cubierto de muros metálicos, de no ser atendido con premura su centro histórico.
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