Frente a la imagen de San Lázaro ubicada en la Iglesia del Buen Viaje de Santa Clara una mujer se persigna. Trae en su bolso de mano unas velas y tres girasoles. El altar está atestado de ofrendas de todo tipo: las permitidas en este santuario. “El mes de diciembre es así”, comenta la cuidadora que no se sorprende por la pequeña fila de personas que aguardan en el lugar para postrarse ante la figura y pedirle en voz baja. Sin embargo, el San Lázaro canonizado por la Iglesia Católica no es el mendigo leproso colmado de harapos y acompañado de perros que los cubanos adoran, aun cuando este templo lo represente de tal forma para agradar a sus feligreses.
En las afueras del templo hay otra representación del viejo, menos lujosa y más pequeña que la “oficial”, custodiada por un señor enjuto y jorobado. El San Lázaro está metido dentro de una caja de zapatos junto a unos cuantos tabacos, siete girasolillos marchitos y algunos pesos mezclados con monedas en divisa. “Yo prefiero darle el dinero a este mendigo que a la iglesia”, dice una señora que pasa y deposita un billete en el arca deteriorada del supuesto pedigüeño. “Ese San Lázaro lo pusieron ahí el otro día, porque los que venían a misa empezaron a pedirlo y porque saben que recaudan dinero con eso en el mes de diciembre. No me importa si este lo coge para tomar o para comer, pero le hace más falta”. Y se va, cuando el que recibe le propina el acostumbrado “Dios te bendiga”, que agradece y reconforta al dadivoso.
En cada esquina de la ciudad aparece alguno que otro altar dedicado a la misma figura del santo milagroso, adorado por los cubanos a la par de la Virgen de la Caridad del Cobre o Santa Bárbara, aunque su repercusión se torne menos mediática.
“A San Lázaro mucha gente le da por miedo”, comenta un hombre que pasa frente a la asistencia ubicada en Buen Viaje. “He visto personas que no creen en nada y se paran a tirar algún kilo. Tienen miedo a que les caiga algo malo, a que les salgan tumores, o cáncer…Lo hacen para limpiar su conciencia, por egoísmo, no por fe. A la virgen le piden para salir del país o para mal de amores, yo mismo lo he visto. A San Lázaro se le pide por salud, por desenvolvimiento, hay quien se atreve a pedirle mejor economía”.
Otro señor, sentado en las escaleras de la iglesia cuenta historias que han sido traspasadas por generaciones sobre milagros atribuidos a San Lázaro, sobre promesas incumplidas y castigos severos de quienes “olvidan las memorias y no pagan las glorias”. También, de sueños en los que el santo ha dado números de lotería a los merecedores de su bondad.
Para los devotos católicos, Lázaro es un personaje bíblico. Para los practicantes de la regla de osha es Babalú Ayé, el padre de la tierra. Aunque algunos santeros y espiritistas reciben el orisha de acuerdo a su propia religión yoruba, suelen tener en sus casas alguna imagen del santo y la veneran de acuerdo al sincretismo que se vieron obligados a establecer los negros esclavos.
Las ofrendas típicas para esta deidad, de ambas partes, constan de velas de aceite, plantas y flores de olores fuertes, tanto amarillas, como moradas, cundeamor, coralillo, vino seco y granos como el maní, ajonjolí o el maíz tostado. El 17 de diciembre, cuando se celebra el día atribuido a este santo, las personas salen a la calle vestidas de blanco y morado, los colores representativos de San Lázaro.
Los altares están supuestos, por lo general, sobre un saco de yute y se colocan muletas, bastones o matracas para saludarlo o pedirle bendiciones. San Lázaro representa las infecciones en la piel o las enfermedades venéreas, contagiosas, así como la propagación de epidemias. Al ser simbolizado portando muletas, los cubanos también le imploran por los paralíticos o por quienes tienen dificultades locomotoras.
Bernardo Paret Ibarra estuvo siete años sin asentar las piernas en la tierra. Se había quedado inválido sin pronósticos positivos de que volviera a caminar con facilidad. El 17 de diciembre del 2000 una voz le sentenció: “lo tomas, o jamás volverás a pararte”. Desde aquel entonces, Bernardo decidió salir con la imagen de yeso a las calles de Santa Clara. Lo hace desde el primer día hasta el 17 del último mes. Se despierta a las cinco de la mañana y la recoge con la puesta del sol para repetir la tradición año tras año.
“Yo llevo más de cuarenta años el mundo de la religión”, asegura. “Esta misión no era mía, era de mi difunto padre. Antes de morir tuvo una conversación conmigo. Entre nosotros no había secretos. Me dijo que había hecho una promesa. Yo no la quise cumplir y fue cuando me quedé inválido, de repente. Los médicos decían que tenía bien los huesos…”.
El día en que Bernardo se dispuso a cumplir la promesa marcada salió con su bastón y volvió a casa sin él. “Esa misma tarde mi mujer me vio caminando y no lo podía creer. Lo que yo te pueda contar sobre ese viejito es poco”, dice y señala para el San Lázaro. “Está en mi familia desde hace muchas generaciones como una cadena, lo hemos ido heredando”.
El altar improvisado de Bernardo es el más popular y conocido de Santa Clara, sobre todo, por la posición céntrica que él le dispone y los milagros que los creyentes le atribuyen desde hace 19 años. Consta de la imagen del santo cubierta por una manta violácea, una cesta donde la gente suele dejar dinero, tabacos o velas y, casi siempre, está acompañado de flores, una maraca y demás ofrendas típicas al “viejo de los perros”. Con el dinero y las donaciones recopiladas, Bernardo organiza lo que él nombra “la entrega de la misión”, consistente en una especie de velatorio en la que se acomodan bebidas, velas y dulces para San Lázaro en una estera.
“Se le pide salud antes que todo. La gente viene buscando paz, amor, entendimiento. Yo sé que mi San Lázaro es un símbolo aquí en la ciudad, desde el mes de noviembre lo están esperando. En la calle hay mil y una imagen del viejo, pero esto no es problema de gusto. Las personas vienen al mundo con algo, con un ashé, lo desarrollen o no. La religión está muy tergiversada en estos días. Una sola persona no se puede consagrar rey”.
A Bernardo le hablan los espíritus. Le cuentan remedios para los problemas ajenos. En las noches no puede dormir a causa de premoniciones que siempre se cumplen. A sus 70 años, la obra de este gurú está basada en el respeto y la bondad: “Si yo me pongo a contarte las vidas que se han salvado por este viejito no me lo vas a creer. Los casos que van a verme son de personas que se han cansado de caminar y buscar. Sería millonario, pero cuando pongo la cabeza en la almohada estoy tranquilo conmigo mismo”.
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