VILLA CLARA, Cuba. ─ Desde hace más de cinco años Verónica se dedica a vender cigarros en su propia vivienda, ubicada en las entrañas del reparto Capiro de la ciudad de Santa Clara. A cargo de su hermano, enfermo de cirrosis hepática, no tuvo otra alternativa que sumar al negocio un termo de café y, paradójicamente, ron despachado por canecas, que compraba con antelación en cualquier bar o bodega cercana.
La llegada de la pandemia supuso para muchos cuentapropistas la pérdida de sus ganancias. Para Verónica, en cambio, representó un incremento abrupto de sus arcas. Sin embargo, “la felicidad dura poco en casa del pobre”, se lamenta.
“Para hacer el día compraba cuatro pomos grandes de Decano (ron) a ochenta pesos y le sacaba cuatro canecas a cada uno”, explica la vendedora ilegal. “Cuando estaban más fáciles de conseguir, las daba a 35, pero tuve que ir subiendo los precios cuando empezó a perderse”.
El Ron Decano, marca típica de esta provincia central, es producida por el Combinado Cubanacán de Camajuaní. Destaca como la más comprada y consumida en Villa Clara tanto a granel como embotellada, a juicio de muchos barmans y conocedores de la tradición etílica de la zona. No obstante, dicha popularidad está puntualmente determinada por sus bajos precios, ya que resulta mucho más asequible que los demás licores comercializados en las Tiendas Recaudadoras de Divisa (TRD) por Tecnoazúcar o Cuba Ron.
“A los bares siempre iba la misma gente que uno conoce del barrio”, afirma Rubén Mujica, que antes despachaba Ron Decano en uno de estos puestos de venta de Santa Clara. Este ron a granel lo bautiza como “bebida bendecida”, porque asegura que mucho antes de llegar al establecimiento en el que debe venderse por tragos ya trae incorporado un porciento de agua u otro tipo de alcohol para incrementar su volumen.
“El cubano que se toma estos rones es el mismo que se da los tragos todos los días, o tres veces a la semana, cada vez que puede. Son personas que toda la vida han acostumbrado a ´tocarse´ antes de llegar a sus casas”. Tanto Rubén como Moisés Rodríguez, otro dependiente de la zona Condado, coinciden en que los cubanos prefieren “beber en sociedad” antes que adquirir un envase y llevarlo a sus viviendas. “Los cubanos somos así, a veces tomamos para olvidar todo lo malo que nos pasa en el día, hasta para tragarnos mejor el plato de comida”.
Con el cierre de todos los establecimientos distribuidos por los barrios sobrevino una crisis con el abasto de bebidas alcohólicas “para llevar” en los pocos bares que permanecían abiertos, dando pie al tráfico clandestino y al aumento sin precedentes de sus precios en el mercado no estatal.
“Dicen que lo hicieron para que la gente no tomara en las calles”, opina Verónica, que se empleó en un puesto de viandas cuando no tuvo dónde adquirir la bebida con regularidad. Fue entonces cuando se normó su venta a través de la libreta de abastecimiento, similar a lo que ocurrió con artículos de primera necesidad como el jabón y la pasta dental. Cada núcleo tenía derecho a adquirir una botella o pomo de ron al mes, de acuerdo con la reserva que existiera en los almacenes del Estado.
A pesar de las circunstancias, la provincia de Villa Clara continuó entre los puestos cimeros a nivel nacional en cuanto a la comercialización de alcohol. El portal cubano Infomed advirtió un “destape” en la ingesta no social de ron durante el confinamiento, propiciado, en gran parte, por la reclusión, la inactividad y hasta por la incertidumbre y miedo a un posible contagio. No en vano, y ante la poquísima oferta de bebidas más baratas, comenzaron a agotarse otras marcas más costosas que aún se expendían en las TRD.
Al tiempo en que los rones más populares desaparecieron de las tiendas, los cigarros vendidos en moneda nacional también se esfumaron de la red de mercados estatales. Desde finales de 2019, la prensa oficialista advirtió que la distribución en todo el país de las marcas “Criollos”, “Titanes” y “Popular” estaría afectada por el incumplimiento de planes productivos y la ausencia de insumos. Sin embargo, los fumadores nunca imaginaron que la crisis competería igualmente a las marcas comercializadas por BrasCuba. S.A.
En un país con altos índices de tabaquismo y consumo de alcohol, conseguir una cajetilla de cigarros o una botella de cualquier tipo de brebaje ha devenido de vicio a lujo. Si en la década del noventa el ron alcanzó el precio de 150 pesos en moneda nacional y 40 pesos una cajetilla de cigarros, actualmente se han cuadruplicado los precios debido a la propia escasez. Hacia el interior del país, las “ruedas” de H. Upmann y Popular Rojo (con 10 cajetillas) alcanzan el valor clandestino de 500 pesos, pero en la capital han ascendido a casi 900 (más de 80 pesos por unidad).
“Se supone que no debe haber fiestas, eso yo lo entiendo, pero lo que no concibo es por qué no hay ni un Havana Club ni un Cubay barato en las tiendas, si eso se produce aquí mismo en Villa Clara”, se cuestiona Osmel Pérez, un santaclareño que está a punto de comprar una botella de ron Santiago a un cuentapropista al precio de 500 pesos, cuyo valor real no supera los 140.
Los mismos propietarios de bares que ofertan servicios “para llevar” y a domicilio explican que deben imponer precios tan elevados a los cigarros y a las bebidas embotelladas para pagarles a supuestos proveedores que “lo buscan en otras provincias mejor abastecidas”.
Para frenar el acaparamiento en grandes proporciones, en Villa Clara se ha dispuesto la venta de cigarros normada a dos o cinco cajetillas por persona, causa principal de las largas colas frente a estos establecimientos.
La reventa clandestina de ron y cigarros sugiere un entramado de ganancias y beneficios que va desde el dependiente de las tiendas hasta un poco más arriba en la cadena. A finales del año pasado fueron procesadas varias personas involucradas al acaparamiento y receptación de Ron Decano en el municipio de Camajuaní, delitos que estuvieron también vinculados con entidades estatales.
“No es que uno vaya a comprar una botella para coger una borrachera”, prosigue Osmel. “Se trata de que tienen que dar opciones a los que no tenemos para un Chivas Regal. Al cubano le gusta tomar. Primero nos quitaron la cerveza de lata de las tiendas, ahora se desaparece también el ron y los cigarros. Recuerdo que en los noventa nos compartíamos un cigarro entre tres o cuatro y que recogíamos cabos del piso. ¿Será que vamos a regresar a lo mismo?”.
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