
LA HABANA, Cuba. — “Rentar una fantasía”, la frase que exhiben en la parte trasera las limosinas soviéticas que, entre los años 70 y 80, pertenecieron al servicio de protocolo de Fidel Castro y que hoy funcionan como taxis, pudiera describir perfectamente, con un poco de ironía, la esencia del desastre en que viven los cubanos de la isla.
Ya que las utopías sociales no pudieron realizarse, al menos aprovechar las nostalgias por el pasado de algunos y, de paso, cobrar por ellas, pudiera ser un negocio “razonable” en las actuales circunstancias. Es lo que quizás piensan los dirigentes y funcionarios que han convertido en taxis para el turismo aquellos autos lujosos de fabricación rusa, que alguna vez sirvieron para el traslado del dictador cubano.
Aunque nos pidió no ser identificado, el chofer de una de las limosinas accedió a conversar sobre el peculiar servicio que prestan y nos reveló que la mayoría de los clientes solo buscan dar un paseo por la ciudad, recoger un par de mujeres y vivir la fantasía de tener sexo en el mismo auto que alguna vez usara Fidel Castro. “Siempre llevo música patriótica, el himno soviético, la Internacional, el himno del 26 de julio o cosas de Carlos Puebla sobre el Che y Fidel porque muchos me piden esa música mientras se divierten. Allá atrás beben, fuman, meten mujeres y gozan a lo grande porque para eso ha quedado. Mientras paguen, yo no me meto en lo que hagan. Estos carros son para eso. […] Todo lo que tiene el carro es original, tal como lo dejaron cuando lo usaban ellos […]. Aquí hace unos días subió un turista que no sé si era argentino o uruguayo. El tipo andaba vestido con uniforme verde olivo, parecía un loco, tenía barba y fumaba tabaco. Me alquiló todo el día y me hizo llevarlo a la plaza para tirarse fotos y a la casa del Che. Andaba con una jinetera. Más loca que él. Hicieron de todo allá atrás. Él le pedía a la tipa que lo llamara “Comandante”. Era un relajo”.
Echando mano a todo cuanto pueda ser útil para obtener dinero, los diseñadores de los “lineamientos económicos” se han propuesto “salvar” el socialismo cubano de un modo bien capitalista, tal vez por eso, lejos de conservarlos como “reliquias” del pasado, hayan visto en los antiguos autos Chaika de Fidel Castro una parte fundamental de ese oportuno “sovietismo” que han querido poner de moda, a juzgar por la abundancia de objetos, medallas, relojes, libros, revistas y carteles de la era soviética que se comercializan en cualquier lugar a donde acuden visitantes foráneos para quienes, además de camisetas, boinas y llaveros con la estampa del Ché, desde hace unos meses se les proporciona una experiencia gastronómica peculiar en un restaurante que sirve “comida soviética”.
Nombrado Nazdarovie y con el lema “The Spirit of SOVIET Cuisine in the Heart of Havana”, más la imagen de un obrero fornido que lleva en los brazos una bandera roja, ha abierto en La Habana un restaurante para quienes añoran esa época de buenas relaciones con los soviéticos que culminó no solo con el cierre de los campos de espionaje radioeléctrico y las bases militares en el Caribe (que nadie duda que en breve volverán a reabrir) sino además con el sospechoso incendio “espontáneo” del restaurante Moscú, en el Vedado, y con la “inexplicable” pérdida de buena parte de los fondos cinematográficos de la entonces “nación hermana”.
Tiempos de resurgimientos son estos que corren, al parecer. Nazdarovie, el restaurante que promete trasladar nuestros paladares a la era soviética, junto a la fantasía de rentar el auto donde Fidel Castro pudo haber recibido a Leonid Brezhnev o a Mijail Gorbachov son como partes de un colorido paquete turístico para aquellos que, ante los rumores de un deceso inminente, ya van pensando, con el pragmatismo que los caracteriza, que muerto, sin lugar a dudas, Fidel pudiera valer mucho más que vivo.
Mientras tanto, en el ínterin, algunos turistas continuarán paladeando comida “soviética” como quien muerde los trozos congelados de un mamut siberiano y se tomarán fotografías junto a los Chaika, como pudieran hacerlo ante la osamenta de un dinosaurio. En un final, como dicen algunos, después de la caída del Muro de Berlín, el socialismo, más que un asunto de ideologías, pasó a ser un tema de arqueología política.
Foto galería: Ernesto Pérez Chang