VILLA CLARA, Cuba. – Lázaro Batule confía en Dios y en la ayuda desinteresada al prójimo. Alguna vez consideró iniciarse en el sacerdocio para entregar su vida al servicio de los demás. Nació y creció en Ranchuelo, un municipio villaclareño distinguido por una arraigada fe católica y un acentuado envejecimiento poblacional. A los 19 años se fue a La Habana a estudiar la carrera de Geografía, hasta que marchó a Ecuador, en 2015, en busca de nuevas oportunidades laborales.
Batule nunca olvidó a Ranchuelo y, en cierto modo, Ranchuelo también está en deuda con este hombre. Tras su partida, en abril de 2017, creó un grupo en Facebook para reunir, de forma virtual, a ranchueleros exiliados con sus propios familiares que aún permanecían en el pueblo. Al poco tiempo, Ranchueleros Unidos tomó cauces mayores y se transformó en puente de colaboración económica y humanitaria para personas con bajos recursos, enfermos, ancianos y discapacitados. Hasta el momento, está integrado por más de siete mil miembros distribuidos en 71 países.
“Al principio, teníamos un colaborador en Ranchuelo que nos ayudaba con imágenes del pueblo y videos de la vida diaria”, cuenta Batule. “De esa manera, las personas que estaban fuera se conectaban con el pueblo y se actualizaban, pues hacía años que muchos no lo visitaban. A los pocos meses de crear el grupo ocurrió un incendio en el pueblo y un señor que se llama Evidio perdió su casa y todo lo que tenía dentro. Espontáneamente, surgió la iniciativa de ayudarlo. Esa fue la primera ayuda que brindamos y lo que marcó el inicio de la labor humanitaria del grupo. Logramos recaudar 280 CUC y artículos de primera necesidad que les fueron entregados”.
Lázaro Batule enumera nombres y apodos que se transforman imágenes, muchas de ellas dolorosas, de familias sin apoyo familiar, con viviendas destruidas y muy pocas garantías de vivir de forma digna. Narra la historia de Mazorra, un anciano que solía pedir limosnas para alimentarse y que también fue beneficiado por la ayuda del grupo. Muestra la foto de Zenaida, una anciana enferma de cáncer y su esposo, que padece demencia senil. Su casa es de madera, está cubierta de enredaderas de coralillo y sufrió hace poco un derrumbe parcial. Menciona la penosa situación de Luis Moya, víctima de un infarto cerebral y al que le entregaron una cama y un ventilador, o la de Eusebia, que sobrelleva un tumor maligno de recto y vagina en estado terminal.
“Ella y su esposo Visto viven en un campo que se llama Delicias. Su hijo tuvo que dejar el trabajo para cuidar de ambos ancianos. Al otro lado de la casita de Eusebia y Visto vive otra hija postrada en una cama que es epiléptica. Ellos reciben nuestra ayuda desde agosto de 2019, 600 pesos todos los meses. Con ellos sucedió algo interesante: Cinco hermanos de la Segunda Iglesia Bautista de Santa Clara los visitaron porque conocieron sobre la difícil situación que están viviendo a partir de la publicación de nuestro grupo. Desde ese momento, comenzaron también una campaña de donativos dentro de la comunidad”.
Además de las entregas a domicilio de productos de primera necesidad para personas de bajos ingresos y de la tercera edad que no pueden salir de sus casas, Ranchueleros Unidos también ha subvencionado un almuerzo mensual, preparado por cuentapropistas del mismo poblado que se han sumado a esta ayuda humanitaria.
“A veces, tenemos que alquilar un carretón de caballos para llevar los almuerzos a estas viviendas. Lo primero que hicimos fue identificar los casos más críticos. Aunque, en un principio, solo recibíamos donativos de ranchueleros en el exilio, en este último año nos han apoyado muchas personas residentes en el país. También entregamos unas jabas con aceite, jabón o detergente, aunque todo se ha complicado producto de la escasez luego comenzamos a identificar los casos más críticos. Sabemos que son tiempos difíciles, pero no podemos dejar de brindar nuestro apoyo a las personas más necesitadas”.
A tres años de la creación de Ranchueleros Unidos, el grupo también ha servido para rescatar fotos antiguas del poblado y lanzar un blog con memorias que narran cómo eran las navidades, las escuelas, el comercio y la vida de este sitio antes de 1960. Como parte de la misma empresa, confeccionaron un mapa actualizado del municipio disponible en Internet.
A pesar de que Batule estableció como regla “no hablar de política”, hace poco realizaron una publicación en el grupo en la que intentaron desacreditar su trabajo a partir de perfiles falsos y lo acusaron de realizar una “propaganda engañosa de un falso apoyo popular”.
“Me han escrito de mi pueblo y me han dicho que me mencionaron en reuniones como contrarrevolucionario y que eso les preocupa. Incluso, se han metido con mi hermano y lo han difamado también para quitarme credibilidad. La respuesta que hice a la publicación en la que me atacaban tuvo más de 100 comentarios de personas que me apoyaban. En mi muro personal, yo publico lo que pienso sobre todos los temas y sin ningún temor. Ahora mismo no tengo quien haga fotos del pueblo, ni cubrir la realidad de lo que sucede porque los intimidan con multas. El Decreto 370 está afectando a todo el mundo. Al parecer, les molesta la labor que realizamos y el hecho de que estemos cumpliendo tres años”.
En el post publicado por Batule, como defensa al grupo que administra y la labor que realiza, aclaró que no tenía relación personal alguna con el grupo Los Aldeanos como se le acusaba y que, en efecto, a Omar Mena, conocido como El Analista, sí lo consideraba “una buena persona, a quien respeto mucho porque dice y publica lo que piensa”. A continuación, Lázaro Batule defendió su derecho a criticar lo mal hecho y a querer lo mejor para su pueblo.
“El proyecto Ranchueleros Unidos es lo más lindo e importante que he hecho en mi vida y lo voy a defender a toda costa”, refiere. “Mientras exista este grupo, ningún ranchuelero estará solo en momentos difíciles. Hago esto porque amo a la tierra que me vio nacer y siento que este mundo puede ser un lugar mejor si nos apoyamos unos a otros. Considero que, siendo solidarios, construimos una sociedad mejor”.
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