“Guerra avisada no mata soldado”, ha sido durante años la máxima de los comerciantes cubanos de cara a las inspecciones – anunciadas –, que nunca acaban con el robo y el maltrato a los clientes
LA HABANA, Cuba.- Cuando mi hija vio los panes sobre la mesa, pensó que eran de los que venden los panaderos a peso, “por la izquierda”. No me creía que eran los de la cuota. Eran tan grandes que supusimos que el administrador estaba aplicando la Resolución No. 54 del 2018 (sobre la protección al consumidor). Más tarde, nos enteramos de que la causa era otra: la inspección (anunciada) que realizaron ese día a varios comercios. El vecino que me lo dijo, me comentó: “No los cogen in fraganti porque antes les avisan. Esto será solo unos días, ya verás. Además, los inspectores también tienen que comer, por eso cuidan su ‘pan’”.
Según los medios, dicha Resolución comenzó a aplicarse el 3 de mayo, pero poco ha cambiado. “Para que no te roben y te atiendan bien tiene que haber inspección, y por la forma en que arreglan y limpian te das cuenta de que todo es preparado”, afirma Rafaela Galán, clienta de un agromercado estatal, “fíjate que hoy, por primera vez, vi unos quimbombós rebajados que no estaban muy buenos, y cuando le pregunté al dependiente, me dijo en voz baja que eso se hace cuando el producto no está fresco”.
Uno de los problemas más graves que confrontamos en los comercios es el robo en el peso, pero no es el único, también está la falta de calidad de viandas y hortalizas, siempre llenas de tierra y comidas de bichos. El pan bajo de peso, sin grasa y a medio cocinar, la falta de higiene en los comercios llenos de moscas y cucarachas – sobre todo donde se venden productos cárnicos –.
El 14 de junio el periódico Granma publicó declaraciones de Niuris Paz Chirino, directora de Regulación y Mercado del Ministerio del Comercio Interior (MINCIN): “Hoy todas las pesas de las unidades de comercio en Cuba se encuentran en funcionamiento y calibradas por la Oficina de Normalización”. No obstante, no olvidemos que tienen más de 50 años de uso y su desgaste solamente ya propicia el engaño. Además, unas pesan en kilogramos, y aunque tienen calculadora, quienes despachan inclinan la conversión siempre a su favor. Al respecto, un comprador me comentaba: “Los precios están en libras, pero las pesas, en kilogramos. El cliente tiene que hacer la conversión mentalmente, esto lo aprovechan los dependientes. Y en la pesa de comprobación no resolvemos nada, porque quien ‘comprueba’ es otro empleado. Si te falta peso, se hacen los buenos y te ponen un poquito más. Ahora la cogieron con esto, pero dentro de unos días nadie se acuerda de la protección al consumidor”.
La implementación de una resolución no resolverá por sí sola un problema tan generalizado en todos los sectores que tienen que ver con la venta de mercancías, porque ha quedado demostrado que ni los administradores e inspectores, ni los obsoletos libros de Quejas y Sugerencias, ni el cartel que nos recuerda nuestros derechos como clientes, bastan cuando el problema está tan enraizado.
Un señor, al salir de la carnicería, reflexionaba: “¡¿Cómo no van a robarnos los empleados, que en definitiva tienen estómago y familia que mantener, si el principal ladrón es nuestro Estado?! Si no, piensa qué pasa en la CADECA y en las tiendas: el CUC te lo cobran a 25 pesos, pero te lo pagan a 24. Le partirán las patas a unos cuantos, pero… ¿quién nos protege del Estado?”
Lo que hoy presenciamos no es más que otra cacería de brujas. Muchos irán a prisión, no es la primera vez, pero así tampoco se resolverá este conflicto creado por el gobierno: la pérdida de valores, aparejada a la escasez, los altos precios de los productos esenciales y los servicios, los bajos salarios y pensiones, son algunas de las causas del robo institucionalizado, las estafas y el maltrato entre cubanos.