LA HABANA, Cuba.- Tanto ha demorado el nuevo presidente de los Estados Unidos en hablar sobre su política hacia Cuba, que los residentes en la Isla apenas han reaccionado ante la posibilidad de que Trump revierta una parte de los cambios impulsados por Barack Obama en lo concerniente a la normalización de relaciones entre ambas naciones.
Según información publicada en el diario ABC, mañana viernes Trump abrirá el juego con la mayor de las Antillas que, de acuerdo a lo expresado por el republicano durante su campaña presidencial, se ha beneficiado de la actitud “blanda” mostrada por Obama durante las negociaciones. Aunque no ha hecho ninguna declaración oficial, se espera la restricción del comercio entre empresas estadounidenses y las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), así como la implementación de nuevos controles para frenar el flujo de turistas norteamericanos hacia la Isla.
El equipo de CubaNet recorrió las calles de La Habana para conocer la opinión popular; pero encontró la habitual desinformación y la recurrencia al discurso oficialista para ocultar la ignorancia en el terreno político, evitar “buscarse problemas” o sencillamente tener algo que decir ante las cámaras. Sucede que los cubanos quisieran darle importancia al anunciado pronunciamiento de Donald Trump; pero lo que decide un presidente de Estados Unidos tiene un impacto tan nulo en la cotidianidad ciudadana, que en realidad no les interesa.
Cuando se disipó la fascinación provocada por Obama durante su visita a la Isla en 2016, todo volvió a la aviesa normalidad que nos caracteriza. En aquella ocasión los cubanos celebraron el apretón de manos con Raúl Castro, los Tampa Bay Rays contra eso que llaman equipo Cuba y la firma de varios acuerdos que al menos indicaban el nacimiento de una buena voluntad entre vecinos. Si el trato con Estados Unidos ha traído algún beneficio además de la importación de pollo, le ha tocado únicamente a la cúpula del poder.
Los cubanos están acostumbrados a que el destino político del país se decida sin su concurso y, como han expresado en otras oportunidades, nada ha cambiado para el sujeto trabajador desde diciembre de 2014. Por un principio humano, de paz y concordia, se mantienen a favor del diálogo entre las dos naciones, y consideran que el sector privado necesita más apoyo para desarrollarse, contribuyendo a dinamizar la economía nacional.
Los entrevistados por CubaNet ignoraban que el 80% de la economía cubana está controlada por las FAR, lo cual obliga a cualquier empresa extranjera a negociar casi exclusivamente con los militares, favoreciendo el control sobre el crecimiento del sector privado. Al parecer nadie percibe el peligro de que la riqueza se concentre en manos de las fuerzas armadas, con unas pocas familias sacando provecho de las nuevas alianzas y aperturas.
Mientras tanto, la prensa oficialista pone parches antes que salga el hueco. Ayer en el diario Granma fue publicado un artículo acerca de la postura del Secretario de Estado, Rex Tillerson, con respecto a las relaciones Estados Unidos-Cuba. Según el impreso, “Tillerson avanzó posibles medidas que endurecerían el bloqueo a Cuba y deteriorarían el clima logrado en las relaciones”.
Sobre este juego político, el cubano de a pie tiene poco que decir. No es un secreto que Donald Trump es la antítesis de Obama; pero la prensa estatal ha hecho todo lo posible por demonizarlo al extremo. A ello se añade que los insulares no poseen elementos suficientes para evaluar el proceder de las autoridades cubanas en la mesa de negociaciones. Suceda lo que suceda, Estados Unidos siempre será el malo de la película.