HARRISONBURG, Estados Unidos. — Desde este 1 de febrero y hasta el próximo 30 de abril se efectuará la consulta popular dispuesta por la dictadura comunista para discutir el Proyecto del Código de las Familias, la cual tiene planificados 78 000 puntos de reunión, según información publicada por Cubadebate, la gruta de los talibanes del castrismo.
El Proyecto que se discutirá es la versión vigesimocuarta del importante documento jurídico y el suceso seguramente culminará con su aprobación en la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) —no parlamento como algunos afirman, pues en este tipo de órgano están representadas diferentes fuerzas políticas, lo cual no ocurre en Cuba— la cual mantendrá incólume el articulado que a la dictadura le interesa mantener.
A pesar de los obstáculos que sabemos siempre existen en este tipo de convocatorias para que se imponga lo que decida la mayoría, la oportunidad se muestra propicia para que los espacios públicos se conviertan en lugares de debate de nuestra realidad, aunque sabemos que en un momento como este-para decirlo en buen cubano- a muchos compatriotas les importa un pito el Código de las Familias. En tal sentido, muchos irán a esas reuniones “para cumplir” o “para no marcarse” y no mostrarán interés alguno por lo que se debata, aunque luego, cuando se apruebe el documento, a algunos se les escuche decir: “yo no sabía”.
Porque precisamente una de las manipulaciones mejor urdidas por los comunistas cubanos es la reiteración del argumento de que el pueblo es el creador de su derecho, cuando en realidad el ciudadano solo es utilizado para proyectar una imagen de un presunto ejercicio democrático. La prueba está en que importantes leyes como la que rige el proceso penal no fue sometida al escrutinio público, ni tampoco eso ocurrirá con el proyecto de Código Penal que ya ha sido publicado para su discusión por los diputados a la ANPP.
Antes de comenzar las discusiones del Proyecto de la actual Constitución, varios altos dirigentes comunistas afirmaron públicamente que todos los comentarios y señalamientos efectuados por los ciudadanos serían contestados, una mentira absoluta. Recuerdo haber ido a la reunión de mi barrio, donde expuse ante mis vecinos y ante una fiscal que pretendió privarme del uso de la palabra varias veces, todo lo que pensaba sobre ese engendro y me di el gustazo de decir ante varios comunistas que la imposición del artículo 4 era una traición a los presupuestos democráticos de lo que un día fue la revolución cubana. No hubo uno solo que pidiera la palabra para contradecirme pues cité párrafos de “La historia me absolverá” y de otros documentos históricos y citas de José Martí.
Puede ser que algún lector califique eso como una ingenuidad mía pero no lo creo así. Sabía el destino de mis palabras y del escrito donde expuse razonadamente y con pruebas inobjetables el carácter totalitario de ese documento, pero no quise perder la oportunidad de contender públicamente con mis adversarios ideológicos porque siempre se cosecha algo. La prueba está en que después varios vecinos me pidieron orientación para leer sobre lo que había dicho y eso, aunque sea pequeño, es algo que no habría logrado ausentándome de ese debate.
Lamentablemente todavía muchos compatriotas no acaban de interiorizar que la posibilidad del cambio y su impulso radican en cada uno de nosotros. Estoy absolutamente convencido de que toda acción y todo proyecto en contra de la dictadura —aun aquellos que desaprobamos— debe ser bienvenidos. Igualmente creo que la lucha contra el poder hegemónico impuesto en nuestro país pasa por la aceptación de la diversidad de proyectos y que sus líderes deben atemperarse más inteligentemente a los métodos de acoso, infiltraciones y prisión que usa la Seguridad del Estado para debilitar a la sociedad civil independiente.
La sociedad cubana se halla en un punto de giro y cada vez más esa inflexión apunta hacia una dirección cuyo objetivo es cambiar nuestras circunstancias, pero exige mucho valor e inteligencia. No se puede cambiar al mundo si no cambiamos nosotros mismos.
Es cierto que el Código de las Familias no incide sobre asuntos políticos, pero defender en estas reuniones nuestras convicciones, nuestros derechos, constituye un ejercicio cívico insoslayable.
Sabemos que se trata de un documento polémico que, como acertadamente afirmara la colega Ana León en un artículo, trata de dividir aún más a la sociedad cubana para beneficio de la dictadura, porque el problema de fondo de nuestro país no es entre homosexuales y heterosexuales, sino entre la ciudadanía y la claque que la desgobierna impunemente desde hace más de 60 años. Ese grupo privilegiado imita a la izquierda esnobista y ultraliberal que aquí mismo en los Estados Unidos de América inculca a los jóvenes universitarios que el Che Guevara fue un héroe y la revolución cubana es un ejemplo de democracia y lo que pretende con estas asambleas es adoctrinar más a nuestra población e imponer sus ucases. De ahí la obligación moral de todo buen cubano de oponerse.
Sabemos que al final se desentenderán de las opiniones del pueblo que no les convengan, aunque sean mayoritarias, algo que ya ocurrió con la propuesta de otorgar rango constitucional al matrimonio igualitario, que a pesar de haber sido rechazada abrumadoramente en el referendo constitucional ha sido incluida en el Proyecto de Código de las Familias, pero a pesar de eso es importante no caer en esta nueva trampa y actuar como coadyuvante de la fragmentación social que en torno a este aspecto auguran las discusiones.
Es también un momento propicio para que los líderes y activistas de la sociedad civil independiente se acerquen a la mayor cantidad posible de compatriotas y los ilustren sobre otros temas trascendentes que se ven amenazados en el Proyecto, como la limitación del papel de los padres —de hecho se pretende eliminar un concepto jurídico antiquísimo como es el de la patria potestad— o el de darle la facultad a menores de edad para que decidan sobre aspectos cardinales de su vida para los cuales no están suficientemente preparados.
A pesar de todas las prácticas espurias de la dictadura y sea cual fuere el resultado del Proyecto —no hay que ser adivino para saberlo— se trata de una nueva oportunidad para crecer en conciencia ciudadana y fortalecer a la sociedad civil independiente, por eso no creo que deba desaprovecharse.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.