LA HABANA, Cuba.- Desde hace cinco años Carmen viaja a diversos países de Centro y Sudamérica en busca de ropas y útiles del hogar que luego revende en la isla. Quienes la conocen saben los duros momentos que ha tenido que vivir en la Aduana y cuántos se han aprovechado del negocio de las “mulas”, como son conocidas en Cuba aquellas personas que importan ropas, calzados, y cualquier otro producto que se pueda revender.
La señora, quien ya arriba a sus seis décadas de vida, cuenta a CubaNet que, debido a todos sus viajes, funcionarios de la Aduana General de la República la tienen controlada y cada vez que arriba al país “me caen encima como buitres”, refiere.
“Por todos los viajes que he dado, cada vez que llego y paso por Aduanas me marcan Carácter Comercial (CC), aún cuando tengo las cantidades y pesos establecidos. En la Aduana me inventan resoluciones y bretes para intentar quitarme algo, y cuando no, dos o tres funcionarios me llevan para el baño y me dicen que les de dinero para quitarme el CC”, denunció.
“Lo peor es que en los últimos viajes que he dado la cifra a pagar para quitarme el CC ha subido, al principio eran 50 o 60 CUC, después 80, y ahora hasta 200 me han querido cobrar a mí, y por cada mula que llevo. Me están explotando, y no solo eso, se están haciendo ricos conmigo y con otros cientos de viajeros en la misma situación”, alegó.
La señora poco a poco se ha hecho del capital necesario para hacer crecer su negocio de venta de ropa. En sus inicios vendió los pocos electrodomésticos que poseía, y ese dinero más algún otro que tenía ahorrado lo usó para poder viajar a Ecuador, cuando ese país no requería tramitación de visado para residentes cubanos.
“Los inicios fueron momentos muy duros, en mi casa solo se comía arroz, huevo y chícharo para ahorrar. Con el tiempo comencé a notar las ganancias, y hace más o menos 3 años comencé a llevar mulas conmigo. Pero todo no es color de rosa, comenzaron los problemas y me empezaron a quitar cosas, y claro, como tenía miedo, empecé a pagarle a los aduaneros para que me dejaran pasar sin problemas. Tal vez ese fue el peor error, porque cada vez quieren que les pague más”, relató, en tanto mostraba algunos de los productos que recién había importado al país.
Torres, quien por su seguridad prefirió ser llamado de ese modo, también se gana la vida como mula. Viaja a Guyana y cuenta ya con varias entradas al país sudamericano, aunque confiesa que la mayoría de sus viajes han sido un verdadero infierno. “Mi primer viaje fue muy bueno, pasé sin problemas. Lo malo vino con el segundo, me marcaron CC al llegar a Cuba por la terminar 2 del Aeropuerto Internacional José Martí, y cuando pasé por la pesa me abrieron todos los bultos. Como me había pasado en varias cantidades me decomisaron un total de 11 kilos de mercancías, un golpe que aún me siento”, relata mientras muestra el acta de decomiso de la Aduana.
“Tardé varios meses en volver a viajar tratando de recuperar lo perdido, y cuando me decidí nuevamente me marcaron con carácter comercial. Aun teniendo todo en regla me abrieron los maletines y me quitaron cosas, porque lo establecido en las normas es a presunción de los mismos funcionarios, o sea que ellos pueden dictaminar qué es un producto y qué es otro. En aquella ocasión traía 10 pantalones de hombre y 10 pantalones de mujer, que es lo establecido, pero ellos dijeron que todos eran pantalones de hombre y por tanto me quitaron 10. Fue entonces que unas amistades me hablaron de pedir ayuda en la Aduana, me dijeron que, si me marcaban, me fuera para el baño, que allí siempre hay aduaneros por si los necesitas, y que la ayuda costaba de 80 a 100 dólares”, cuenta a CubaNet.
El emprendedor mencionó que luego de los primeros desaciertos hubo un par de viajes que no tuvo inconvenientes, pero al parecer la buena suerte no le duró mucho. “En lo que va de año he hecho varios viajes, y en todos me han abierto bultos, he pagado para que no me quiten nada, pero igual estoy perdiendo, porque esos 80 dólares son un gasto que no debiera tener. Todos los que viajamos contamos centavo a centavo lo que invertimos y lo que gastamos, porque cualquier pérdida no hay como sacarla adelante, y cada vez todo se pone peor. No es fácil aguantar que unos jamoneros como los de la Aduana hagan el día con uno”.
Marcos, por su parte, jamás olvidará la primera vez que arribó al país tras casi 2 años viviendo en España. El cubano-español ingresó a la isla por el aeropuerto Internacional Antonio Maceo de Santiago de Cuba, en donde una supuesta alerta de drogas en su equipaje provocó que los aduaneros de dicha frontera aérea revisaran minuciosamente su equipaje. Tras la inspección, aquello que en el escáner parecía algún tipo de sustancia ilícita resultó ser solamente condimentos que traía para su familia, residente en el reparto Veguita de Galo.
No conformes, los funcionarios aduanales decidieron que los productos que traía en sus maletas eran de carácter comercial. “Traía toallas y sábanas que le dieron a mi esposa por la remodelación en el hotel que estaba trabajando. En la Aduana me dijeron que eso era para revenderlo, y me quitaron varias cosas que eran para mi familia, porque no tengo necesidad de revender en Cuba. Me trataron como a un criminal, y me decomisaron casi 23 kilogramos de productos que estoy seguro que fueron repartidos entre ellos, para luego venderlos en la calle. Son ladrones, esperan a que cualquiera venga de otro país y se cogen todo, y te dicen a la cara que ellos también tienen que vivir”.
El ciudadano español contó a CubaNet que en las casi 3 horas que estuvo en Aduana muchos de los que viajaron con él pasaron por la misma situación. “Había otra cubana que traía cosas para revenderlas, tuvo que hasta llorar para que la dejaran pasar con lo que traía. Pagó como 100 CUC para que la dejaran pasar, y como quiera le quitaron, eso sí, menos, pero le quitaron, porque el jefe que estaba viendo por las cámaras lo mandó. A mí también intentaron cobrarme dinero, pero les dije que ese dinero mejor se lo daba a mis familiares”, selló.
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