LA HABANA, Cuba. – Es oficial. Tres turistas italianos que visitaban la ciudad de Trinidad han sido diagnosticados con el coronavirus. Se encuentran recluidos en el Instituto Pedro Kouri (IPK) de La Habana, donde reciben tratamiento y evolucionan favorablemente. A pesar del tono positivo que se le ha querido dar a la noticia, la gente ya comienza a hundirse en el pánico.
Reportes de diversas fuentes confiables han circulado para intentar calmar los ánimos, asegurando que el coronavirus registra una mortalidad inferior a la de muchos otros virus, incluidos varios tipos de Influenza. Asimismo, un surtido de remedios caseros y precauciones que contribuirían a reducir el riesgo de contagio, pululan en las redes sociales, causando que el té sea otro de los productos que los cubanos rastrean por todas partes.
“Me han pedido que traiga té, vitamina C y otros complejos vitamínicos, lo nunca visto”, afirma Roly Bermúdez, un joven que acostumbra viajar al extranjero como mula, trayendo mercancías por encargo, fundamentalmente ropa, zapatos, perfumería y cosméticos. El alza en los pedidos de medicinas se debe a la escasez sostenida en las farmacias cubanas, donde nunca más se ha visto un frasco de Polivit, la vitamina C está desaparecida y los antibióticos, cuando llegan, duran dos días a la venta, antes de perderse en los vericuetos del mercado negro.
A los cubanos les preocupa la falta de medicinas sumada al desabastecimiento de productos de aseo y la sequía que, para colmo, ha obligado a incrementar el racionamiento de agua potable en municipios densamente poblados, como Cerro y Diez de Octubre. Ambos, de acuerdo a la información publicada por el portal oficialista Cubadebate, recibirán el preciado líquido en ciclos de tres días, una medida que ha incomodado mucho a los afectados, pues el panorama relativo a la provisión de agua potable ya era crítico en varias zonas.
Al estrés de las colas y la carestía se añade la amenaza de un virus que solo puede ser combatido con un sistema inmunológico fuerte, altas temperaturas, higiene impecable y la previsión de mantenerse lo más alejado posible de las aglomeraciones. Este último requisito, en el contexto que atraviesan los cubanos, equivale a morirse de hambre o no ir a trabajar. El transporte público se halla permanentemente abarrotado de personal, y para comprar cualquier cosa hay que invertir horas en los densos molotes que se observan en cualquier tienda del país. Es un mal cotidiano, insoslayable, obligatorio para sobrevivir.
Hasta el momento el método casero para la fabricación de nasobucos o mascarillas ha despertado poco más que choteo, a pesar de que se sobreentiende que en tiempos de crisis el país no podrá proveer los necesarios, y que los extranjeros no van a confeccionarlos en sus habitaciones de hotel. Es presumible que los de factura industrial sean destinados en su mayoría a los turistas, habilitando de paso una inesperada fuente de ingresos en divisas; y el resto sería distribuido a las farmacias, con el consecuente espectáculo de broncas y patrulleros.
Mientras los cubanos se adaptan a la idea de evitar el besuqueo y los tumultos en la medida de lo posible, los aeropuertos de la Isla siguen recibiendo vuelos de Europa, incluso de Italia, que no decretó el aislamiento total de su población hasta el pasado martes, 10 de marzo, fecha en la cual arribó a La Habana un vuelo con casi un centenar de tanos, procedentes de todas las regiones de Italia. No es de extrañar que los tres positivos hallados en Cuba provinieran de esa nación transalpina.
Otros países como Alemania, España y Francia, importantes emisores de visitantes hacia Cuba, podrían cerrar sus fronteras en cualquier momento provocando que el turismo -principal vía de transmisión del virus- caiga en picada, lo cual asestaría un golpe demoledor a la ultra frágil economía antillana. El veto podría mantenerse por tiempo indefinido, pues aún no existe vacuna para combatir la pandemia que afecta ya a 112 países. Pese a los graves pronósticos y la vulnerabilidad de un país mal alimentado, enfermo, con dos millones de ancianos, escasez de agua, productos de aseo y medicinas, la prensa oficialista se ha limitado a afirmar que todo está bajo control y estamos preparados para un posible brote de COVID-19.
Eso, por supuesto, no se lo cree nadie. Con suerte, las temperaturas subirán para ralentizar una eventual propagación del virus; pero poner las esperanzas en nuestro tórrido clima sería lo mismo que adorar un menhir. Es obvio que mientras lleguen visitantes de Europa el régimen continuará recibiéndolos, sin más control que firmar una declaración en la que aseguren no haber tenido tos ni fiebre. La crisis se agrava y hacen falta los euros. Es todo.
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