LA HABANA, Cuba. – Bajo protesta muchos, entusiastas los menos y sorprendidos todos, los habaneros acuden por estos días a bodegas y carnicerías para comprar el polémico pescado “normado-liberado”. La medida, dictada por el gobierno supuestamente para que lleguen más alimentos racionados a la población mediante la canasta básica, no deja de ser noticia, en primer lugar, por la inopinada reaparición del “jurel para todos” -borrado hace años de la dieta del cubano-, a un precio no subsidiado.
El pescado ha sido incluido en la lista de productos que se comercializan de forma regulada en la red de bodegas y carnicerías, a razón de un pescado por cada familia de una a tres personas; dos para familias de cuatro a seis, y tres para familias de siete en adelante. Con cabeza y vísceras incluidas, cada libra del pescado cuesta 20 pesos. Pasadas 48 horas, la venta es liberada.
CubaNet conversó con varios ciudadanos que se mostraron muy disgustados por el alto precio en comparación con lo poco que representa un pescado para dos o tres bocas. “Después que le quites la cabeza, la cola y la ventrecha, pésalo para que veas con qué te quedas”, apuntó Rosa, una anciana de 84 años que acababa de pagar 30 pesos por un solo jurel.
Los jubilados figuran entre los principales perjudicados por una decisión que no parece haber tomado en cuenta los miserables ingresos que recibe el cubano promedio. Sea de dos o seis personas el núcleo familiar, la cuota de pescado asignada alcanza, invariablemente, para una sola comida. Es una inversión que prácticamente no vale la pena; sobre todo si se considera que ese jurel capturado en la plataforma insular cubana cuesta casi lo mismo que el pollo importado, con el añadido de tener que limpiarlo.
La receta que más rinde es el enchilado o aporreado; pero a pesar de la creatividad culinaria de los cubanos, el pescado sigue sin ser una opción para aliviar la crisis alimentaria en que se halla sumido el país. Quienes disponen de un mayor poder adquisitivo ven la alternativa del jurel liberado-normado como un remedio a la omnipresencia del pollo y lo consideran una mejor opción que la carne de cerdo, que no baja de los 60 pesos cada libra.
“Solo en Cuba un producto puede ser a la vez liberado y normado”, sentenció Héctor Valdivia (71 años), quien no concibe que comer pescado sea un hecho tan traumático en una Isla. Desde hace décadas los cubanos no consumen este importante alimento con regularidad, debido a la interminable crisis económica que obliga a “potenciar sectores estratégicos”. Sobre dicho presupuesto, la estatal industria pesquera destina casi todos sus productos al sector del turismo, y los pescadores del sector privado están obligados a ceder la mayor parte de sus capturas al Estado, a precios indigentes, dejando el resto para el consumo personal o venderlos a quien pueda pagarlos más generosamente.
Los frutos del mar no llegan a las pescaderías estatales, dominadas por especies de agua dulce que jamás han contado con la aceptación de los consumidores por su imborrable sabor a pantano. En comparación con la tenca, la carpa o la mítica claria, el jurel es una opción de indiscutible superioridad. No es de extrañar que los habaneros acudan a las carnicerías insultados por el precio, pero motivados ante la perspectiva de comer “pescado de verdad”.
Después de tantos años sobornando a médicos de familia para adquirir dietas especiales que incluyen pescado; o de comprárselo a los propios diabéticos al abusivo precio de 1 CUC (25 pesos) la libra, regresa el jurel a la mesa de los cubanos para demostrar que su desaparición de la canasta básica fue obra de un gobierno mezquino, experto en administrar la necesidad de todo un pueblo.