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Patria y Vida: cuando la música nos salva

Patria y Vida

MIAMI, Estados Unidos.- Los cubanos de la isla, quienes lamentablemente dependen de un solo sistema informativo nacional, se despertaron hoy, luego de los dos premios Grammys principales que mereciera la canción Patria y Vida, con la diatriba furibunda del periodista que cubre música para el Granma, órgano oficial del partido comunista.

Sin duda, el privilegiado comisario tuvo la posibilidad de disfrutar el espectáculo mientras ocurría, algo vedado estrictamente a sus coterráneos. Él se encarga de digerir el programa televisivo, dentro de sus limitados criterios ideológicos, y luego ofrece una versión tramitada, que es la de la nomenclatura gobernante, a los incautos cubanos incapaces de pensar por sí mismos.

Este operativo de control y censura no acontece en ningún otro sitio del mundo, a no ser en Corea del Norte, China y probablemente Vietnam.

Mucho antes de la ceremonia de premiación, otros amanuenses castristas se ocuparon de mentir con respecto a pagos y sobornos recibidos por directivos de la prestigiosa academia que concede los premios, para garantizar que Patria y Vida resultara ganadora.

El régimen se mantiene alejado de la realidad continental y sigue dividiendo la nacionalidad entre el pueblo que soporta, en silencio, tantos desafueros, así como los sicarios que ejecutan su doctrina, y los que han decidido ser libres, lejos de aquellas costas o en la propia boca del lobo, donde son acosados cada minuto de sus aciagas vidas.

Quedan sencillamente en ridículo al desestimar, por intrigas políticas y criminales, la Academia que contribuye al desarrollo de todos los géneros musicales y que, incluso, abrió esta división, en territorio estadounidense, para las expresiones de la cultura hispana y brasileña.

Junto a los cubanos premiados en varias categorías, figuraron respetables intérpretes y compositores contemporáneos de la canción en español y portugués como Caetano Veloso, Juan Luis Guerra, Rubén Blades, Fito Páez, Jorge Drexler, Sergio Vargas y Vicente Fernández.

Algunas de esas personalidades han apoyado, en ocasiones, la decadente revolución de sus sueños, pero hoy suelen mantenerse distantes de tal estercolero de violencia e intolerancia en las antípodas de lo que se supone sea una sociedad que respete la cultura de cualquier signo y tolere al contrario.

Recientemente, a propósito de los acontecimientos del 15N, el gran Rubén Blades, quien recibiera el premio Persona del Año por su paradigmática carrera musical y social, además de varios Grammys por su más reciente álbum, dejó bien claro a quien apoyaba: “Estoy a favor de la libertad de expresión, de culto religioso y de elección política que cada persona tenga. Creo en el intercambio de ideas y en la posibilidad de que una sociedad pueda por sí misma determinar sus senderos y sus destinos, en función de eso estoy con el pueblo de Cuba, directamente como lo he estado siempre”.

Pero el castrismo se hunde en una nebulosa teoría conspirativa que adapta a cualquier circunstancia que lo rechace por decadente e improcedente, ya sea una canción, que se ha vuelto himno clandestino, por la cual hay personas cumpliendo prisión, o por salir a la calle vestido de blanco y enarbolar una flor del mismo color.

Qué moral asiste a los odiadores mediáticos prestos a descalificar a quienes no quieren entender los supuestos beneficios del disfuncional y agotador sistema socialista, sin alternativas.

Qué los hace dueños de la cultura cubana para discernir entre manifestaciones artísticas doctrinarias, que sirvan a sus propósitos, y las que expresan una perentoria necesidad de libertad, de irreprochable hechura estética.

Qué credibilidad y respeto puede merecer la crápula gobernante que mantiene a uno de los compositores e intérpretes de Patria y Vida como preso de conciencia en una de sus mazmorras, mientras se le quebranta la salud.

En medio de las tribulaciones que sufre la isla, la cultura cubana, que es la trascendencia, lo permanente, se erige hoy más poderosa que nunca. Artistas pródigos volvieron a marcar pauta en la música, que es el más importante de sus regalos culturales para el mundo.

Los ritmos tradicionales, lo clásico y el jazz figuran entre los justos reconocimientos. La canción que nos hace dignos del futuro mejor que nos merecemos, alumbra allá arriba para no perder la esperanza.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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