HOLGUÍN, Cuba.- Frente a la tienda Luz de Yara de la ciudad de Holguín la aglomeración de personas no cumple los protocolos sanitarios. A nadie le preocupa enfermar de COVID-19, ahora lo más importante es cuidar el puesto para comprar los pañales desechables.
La venta comenzó por la mañana. Son pasadas las seis de la tarde y siguen llegando compradores. “El gobierno es el culpable de esta multitud por concentrar la venta en una sola tienda”, dice una mujer al organizador de la cola que en cambio le pide mantener la distancia.
Los pañales desechables están en la larga lista de los productos que escasean en Cuba. Desde hace más de un mes no se vendían en Holguín. La reducida oferta, como siempre, no satisfizo la demanda. Una escasez que afecta a los niños pequeños y obliga a las madres a inventar con trapos.
En la cola se viven momentos de tensión. “Apúrate que ya estoy a punto de comprar”, dice una señora que conversa por un celular.
Como medida de control, la venta de los paquetes (de 30 pañales y destinado a la cuarta etapa) se ha regulado a uno por persona. Es obligatorio mostrar la tarjeta de menor del niño, el carnet de identidad del adulto y que un apellido coincida entre los dos documentos. “Usted no puede comprar. Esta tarjeta de menor no es de su hijo”, le dice el organizador de la cola a una mujer. “Estoy haciendo un favor a mi vecina que tiene el niño enfermo”, le responde ella. La negativa persiste y la señora monta en cólera: “hace más de dos horas estoy aquí en la cola. Es injusto que no me dejes comprar. Esto es para un niño enfermo. Eres un desconsiderado”. Los reclamos no surten efecto y el responsable de la cola solo atina a responder: “esa es la orientación que tenemos. Si te dejo comprar a ti, tendría que dejar comprar a los demás. Lo lamento, tienes que salir de la cola”.
La edad del niño es otro dato que los anticoleros verifican en la tarjeta de menor y con la que hay desacuerdos.
-“Eso es un extremismo. Hay niños grandes, pero son delgados y les sirven los ‘Pampers’. También los pueden usar niños de 10 años que están postrados y son delgados”, dice una señora.
-“Esa es la orientación que tenemos”, repite una y otra vez el anticolero.
-“Seguro el que da las órdenes tiene suficientes pañales”, grita alguien.
Estas “rigurosas” normas son para evitar el acaparamiento y las ventas en el mercado informal. Sin embargo, los paquetes, comercializados en la tienda a 220 pesos, en el mercado negro es fácil encontrarlos y alcanzan los 1800, un precio prohibitivo en un país donde el salario mínimo es de 2100.
En el desvío están implicados “desde los choferes que transportan la mercancía hasta los almaceneros y los trabajadores de las tiendas. Hay dos formas: les avisan a los revendedores a cambio de dinero. Ellos movilizan a su gente y son los primeros en la cola. Y la otra es que los empleados compran el paquete directamente y después lo revenden. Es un gran negocio”, dice a CubaNet una exempleada que solicitó resguardar su identidad.
Para evitar que los compradores entren a la tienda, la venta se realiza por una puerta lateral donde se ha colocado la caja registradora encima de un mostrador que da hacia la calle Frexes.
Otra medida organizativa fracciona la cola en tres segmentos de diez personas cada uno: el primer grupo está frente al mostrador, al segundo lo ubican en la esquina, el tercero aguarda frente a la entrada principal. Un cuarto, donde hay más aglomeración, está situado a casi diez metros del punto de venta.
Con el objetivo de ser priorizadas, algunas madres vienen con sus pequeños hijos en brazos o los traen en coche, exponiéndolos al contagio de la COVID-19. Ellas tienen prioridad y hacen la cola a un costado. “Me enteré por una vecina. No sabía a cuál de los dos traía. Dije tin marín, y cogí a este. El padre viene en camino con la bebé. Yo no compraba desde noviembre, tengo al niño de dos años y a la niña de cuatro”, le dice a una amiga una madre que acaba de llegar.
El reloj marca las 6:46 de la tarde. Cansada de esperar, una señora se recuesta a una columna del corredor a comer maní y tira el cucurucho vacío en la calle. “El que de verdad necesita los pañales no alcanza”, le comenta a un hombre que la acompaña.
La gente comienza a protestar porque ven a alguien que pretende colarse. “Mi hijo es autista y no hace cola”, responde el señor.
El organizador comienza una nueva recogida y chequeo de documentos de identificación. En la cola siguen los disgustos y las desavenencias. Una mujer reclama que alguien se coló. Para calmarla el organizador responde: “si el carnet no está allí, esa no compra”.
Otra dice que ha visto a la misma persona comprar tres veces”. Una afirmación que rebate el anticolero: “eso es imposible porque estamos escaneando los carnets”.
Sin embargo, este método es para muchos un control ineficaz porque “varios integrantes de una familia han comprado con la misma tarjeta de menor. Yo vi a una persona que se llevaba cinco paquetes”. Un comentario de una joven que queda sin respuesta y hace encoger los hombros del anticolero.
La cola se ha tornado lenta y esto ha despertado suspicacias. “Están tardando para ganar tiempo y cerrar a las siete de la noche y después repartirse entre ellos los paquetes que quedan”, comenta una señora.
Cuba es el país de mayor envejecimiento poblacional de Latinoamérica. Holguín es el territorio más envejecido del oriente de Cuba. En 11 de sus 14 municipios más del 20 por ciento de la población se encuentra en la categoría de adulto mayor. Esto ubica a la provincia entre las cinco más envejecidas del país.
Entre las causas los expertos citan la crisis económica que inciden en el déficit de vivienda, la escasez y el alto costo de la vida.
Una joven que pasaba por el lugar le comenta a su amiga: “yo no voy a parir. En este país se pasa mucho trabajo hasta para comprar un pañal”.
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