LA HABANA, Cuba. ─ “Dios es amor”, así comienza el padre Castor José Álvarez Davesa cada conversación, cada mensaje. Ese amor y compromiso le impidió abandonar a los camagüeyanos, fieles o no, que salieron a manifestarse pacíficamente el 11 de julio (11J) de 2021; caminó junto a ellos por las calles de la ciudad y salió en su defensa cuando vió que los golpeaban; ello le valió también su cuota de violencia policial.
El padre Castor, de 49 años, ha desplegado una amplia labor como párroco en diferentes comunidades de la provincia, llegando a apoyar también a personas perseguidas o reprimidas por sus criterios políticos contrarios al régimen cubano; él mismo ha sido de los líderes de la Iglesia Católica más frontales con la dictadura.
¿Por qué participó en las protestas del 11J? ¿Cómo ocurrió su detención?
Participé en las protestas del 11J porque no podía dejar de acompañar a los que vi salir aquí, en Camagüey; después de ver las manifestaciones en otros lugares, estas nos impelían a hacer lo mismo. Cómo iba a dejarlos solos; simplemente, no pude irme a casa.
Mi detención ocurre después de ayudar a una persona que estaba recibiendo golpes; me golpearon a mi con un bate en la cabeza y me hicieron una herida que sangraba abundantemente; le pedí a un policía que me llevara al hospital y este, después de que en el policlínico me suturaran ─le cogieron cuatro puntos─, me llevó detenido para la Unidad Técnica de Investigaciones Criminales, también conocida como la UPO (Unidad Provincial de Operaciones).
¿Qué tiempo permaneció detenido? ¿De qué lo acusaban? ¿Cómo fue esa experiencia en una celda?
Estuve detenido como veinte horas: o sea, pasé la noche en el calabozo; me hicieron una acusación que nunca me entregaron pero me la leyeron. No recuerdo bien, pero el delito que me imputaban era algo así como “incitación a delinquir”. Yo no conozco mucho de ese tipo de leyes.
Mi experiencia en la celda fue de encuentro, de transmisión, pues yo era el menos joven. Los otros detenidos, al ver que era sacerdote, comenzaron a hacerme muchas preguntas; pude hablar tanto de la sábana santa como de la santa cruz de Jerusalén, responder inquietudes de esos jóvenes como la de uno que me dijo que “Dios no se fija en Cuba”, y pude entonces defender a Dios y explicarles que aquel día había sido de construir una Cuba de libertad, que nuestro Dios es amor, que siempre está al lado de nosotros aunque nosotros los cubanos hay veces en que nos hemos apartado de Dios. Pudimos rezar juntos; uno de ellos tenía a su esposa detenida en la celda de al lado y también pudimos establecer comunicación con ella. Gracias a Dios, creo yo, toda esta experiencia fue algo bueno, enriquecedora.
¿Qué medida le impusieron?
Antes de soltarme me dijeron que estaba bajo una medida cautelar de reclusión domiciliaria, que solo podía salir de mi casa a lo necesario, también que tenía prohibición de salida del país y que debía pedir permiso para salir del municipio. El pasado 10 de septiembre, el que atiende asuntos religiosos le dijo a mi obispo, el de Camagüey, que ya la medida cautelar no tenía efecto sobre mí, que esta había durado solo un mes; esto a pesar de que, pasado ese mes, yo había pedido permiso, al mayor Manuel ─que me hacía la acusación─ para ir a La Habana y no me respondió nunca. Hace unos días, el mayor Miranda, el jefe, me citó a la misma estación policial y me dijo que yo no podía salir del país porque estoy en un proceso judicial, esperando juicio. Así que estoy regulado; ahora entiendo lo que pasan y me solidarizo mucho más con todos esos activistas y periodistas a los que les imponen esta medida por su trabajo.
Su arresto y el de miles de cubanos fue denunciado el 13 de julio por la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba a través de un comunicado en el que, además, defendieron el derecho a manifestación. El 24 de agosto, líderes de organizaciones religiosas y fraternales sostuvieron un encuentro con Miguel Díaz-Canel. De esa reunión solo se conoció por un resumen proyectado en la Televisión Nacional en el que, como es de suponer, solo pusieron los criterios afines el régimen cubano. ¿Sabe Ud. si hubo en este encuentro representación de la Iglesia Católica?
No, no hubo representación de la Iglesia Católica porque la Iglesia Católica no forma parte del Consejo de Iglesias de Cuba, y esta reunión fue con este Consejo y con líderes ecuménicos.
Recientemente, el cardenal y arzobispo de la ciudad de Boston, Estados Unidos, Sean Patrick O’Malley, visitó Cuba; incluso se reunió con Díaz-Canel y pidió el indulto para los manifestantes del 11J. Sin embargo, sus declaraciones posteriores fueron más bien benevolentes con el régimen cubano. ¿Cómo se pudiera interpretar esta visita en el contexto actual de las relaciones Cuba-Estados Unidos? ¿Pudiera ser un síntoma de un nuevo deshielo?
Pues sí, creo que el cardenal puede ser alguien que sea intermediario entre el católico presidente Biden y el actual gobierno cubano. Puede ser alguien que defienda la paz, que busque que haya un acuerdo entre los pueblos y me parece muy bueno que haya habido una petición de indulto para los que protestaron el 11 de julio. Yo creo que por allí puede verse una luz, un criterio para un nuevo avance en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, es decir, condiciones de libertad, no solo de los que participaron en las manifestaciones, sino de esas libertades de manifestación en general, libertades especialmente políticas como lo pidieron muchos de los manifestantes, o sea, que se gritó libertad. Yo creo que ese es un buen criterio para ese camino del mejoramiento, el avance de la libertad como una condición para que haya un progreso.
Cuando el deshielo durante la administración de Obama hubo condiciones similares, es decir, de respeto a los derechos humanos por parte del régimen cubano; sin embargo, henos aquí, con cientos de presos políticos y sin avances en ese sentido desde entonces. ¿Cree que un nuevo deshielo entre EE. UU.-Cuba sea el camino? ¿Por qué?
Yo creo que el camino sí debe buscar que los pueblos de Estados Unidos y Cuba puedan tener un intercambio cultural, comercial y humano. Tenemos un pueblo cubano aquí y un pueblo cubano allá y, por supuesto, lo natural es buscar que se puedan encontrar y que podamos ir para allá y para acá, y lo bueno de allá venga para acá y viceversa. Lo que hay que cuidar es que no se filtre lo malo de allá para acá ni de aquí para allá; sino al revés, que lo bueno de ambas partes se intercambie. Que de allá entren las estructuras sociales de equilibrio de poder y que desde aquí se potencien los deseos de libertad; porque, en la práctica, la sospecha fundamental por parte nuestra del último movimiento, hecho cuando Obama, era que las empresas hoteleras americanas pusieran sus riquezas en manos de los dirigentes militares de aquí, poniéndoles en sus manos el dinero, sin que los demás cubanos pudieran ser libres de participar en la apropiación, o sea, que no se abriera Cuba a avanzar en las libertades y derechos individuales sino que entrara el dinero para afianzar un sistema en el que unos pocos administran las riquezas de la mayoría y se favorecen de ello. Por eso es importante que se pongan primero las condiciones de pasos de liberación, como pidió el pueblo en las protestas del 11 de julio: libertad.
Ha sido Ud. uno de los curas cubanos más frontales al régimen; fue expulsado de la Universidad de Oriente por “problemas políticos”, ha firmado cartas denunciando la realidad cubana y las violaciones de derechos humanos; por ejemplo, una de las que más trascendió fue la misiva enviada en 2018 al entonces presidente Raúl Castro, firmada por Ud. y los sacerdotes José Conrado Rodríguez Alegre y Roque Nelvis Morales Fonseca. En ella pedían, entre otras cuestiones, “elecciones en libertad” y un país en “donde se respete más la vida”. Poco después, Ud. denunció que esta carta podría costarles la vida. ¿Por qué? ¿Cuáles han sido las consecuencias que ha tenido que enfrentar por sostener estas críticas posturas respecto al régimen cubano?
¿Por qué dijimos que nos podía costar la vida? Pues porque cuando comenzó esta revolución mucha gente fue fusilada, hay mucha gente que no ha sido aceptada por sus distintas posiciones políticas, y muchas personas han perdido su vida ya sea en huelgas u otras formas. Nosotros estábamos cuestionando, precisamente, todo eso, el sistema.
Al asumir esa posición, he sufrido la marginación, la vigilancia estrecha, la calumnia, la acusación. Por otro lado, esto me ha ayudado a mejorar mi vida sacerdotal, al tener que reconocer las cosas que a veces uno no hace bien y buscar mejorar; y ha sido también un cuestionamiento personal de cuál es la posición del sacerdote ante la sociedad, cómo debe comportarse la Iglesia ante la cuestión política, o sea, uno se pregunta qué nos toca como pastores o qué debemos hacer como guías del evangelio de Jesucristo.
Y consecuencias también han sido el conocer gente maravillosa que quieren otra Cuba, ver su libertad de pensamiento, asombrarme, ver la belleza con que piensan, no de una forma encarcelada, llenarme de esperanza con gente que sueña con una Cuba más linda, más llena de paz y de alegría. Y doy gracias a Dios por esto.
¿Y cuáles han sido sus respuestas a esos cuestionamientos? ¿Cómo debe comportarse la Iglesia ante la cuestión política? ¿Cuál es la posición del sacerdote ante la sociedad?
Los católicos deben ejercer la política para hacer el bien, es un arma muy grande para hacer la caridad; no es lo mismo que usted regale un paquetico de leche a su vecina anciana, pobre, a que organice la sociedad entera para que a ninguna persona le falte; no es lo mismo una que ninguna. Por eso hemos de quitar esa mentalidad en Cuba de desprecio a los políticos, diciendo que la política es sucia y demás, sino invitar a los fieles católicos a hacer política con amor, para que sea buena y no injusta. Yo creo que la Iglesia debe mostrar libertad ante los poderes políticos, anunciando lo que Cristo nos enseñó, viviendo lo que Cristo vivió, estar con el que sufre, con el inocente, con aquel que está sufriendo la carestía, la injusticia.
Ahora, dentro de la Iglesia estamos los pastores, que hemos preferido no trabajar en otras cosas sino en la oración, la comunicación con Dios y la enseñanza del mensaje cristiano; a nosotros nos toca mostrar lo acorde a Cristo. Por nuestra parte, nos toca ser libres donde no hay libertad, para ser guías de los demás. Creo que hoy en día, en Cuba, los sacerdotes debemos enseñar la verdad del evangelio de Jesucristo, gústele a quien le guste, o sea, ser libres en esa enseñanza también en el terreno político.
Nos toca como sacerdotes mostrar la maravilla de la doctrina social de la Iglesia a aquellos que tienen sed de justicia y de paz, llevar esa luz, mostrar a Cristo como ese mensaje de Dios para la paz humana, esa paz social que supone libertad, justicia, verdad y caridad.
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