LA HABANA, Cuba.- El derroche de los gobernantes Fidel y Raúl Castro no ha tenido parangón en la historia de Cuba.
Las consecuencias se ven a diario: los cubanos no dan valor a lo poco que poseen y roban o malgastan los bienes del Estado, sin importarles las “conquistas alcanzadas”.
Una breve observación nos remite a hechos que la prensa nacional ignora y mucho más los historiadores oficialistas. Hacen énfasis en las indisciplinas sociales, el desánimo del pueblo, pero callan la verdadera causa: el mal ejemplo que han recibido de los Castro, y su despilfarro a ojos vista.
Decir que todo comenzó con la gran inversión que hizo Raúl Castro, en sus inicios como jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), para crear un ejército, no sería erróneo. El pretexto era una posible invasión de Estados Unidos. Se lanzó al gasto a sabiendas de que jamás habría podido enfrentarse a un armamento de alta tecnología, ni aún con su ejército, el más costoso de América Latina.
Los regalos personales de Fidel Castro en los años sesenta del siglo pasado llegaron a provocar extrañas misiones. Recordemos que para obsequiar ranas toros vivas y helados Coppelia al viejito vietnamita Ho Chi Minh, hizo atravesar medio mundo a aviones cubanos, con escalas en varios países, a un costo que podemos imaginar. Todo lo contó la colega Rosa Miriam Elizalde por los días 20 de junio de 2007, en el periódico Juventud Rebelde, como la cosa más natural del mundo y Marta Rojas, lo confirmó en el mismo medio:
“A los vietnamitas les encanta el helado de frutas naturales (…) Fidel debe haberse enterado y en uno de esos gestos que muestran su delicada ternura, le envió al amigo nuestro Coppelia, no una vez, sino varias veces.”
Hasta contó las penurias de los aviadores, cuando tenían que guardar las ranas toros en las bañeras de los hoteles donde hacían escala, pescarlas una a una para que pudieran llegar a su destino.
En 1972, en una de sus visitas a la entonces República Democrática Alemana (RDA), Fidel tuvo la “gentileza” de regalar a ese país la isla Cayo Largo del Sur, situada al suroeste de Bahía de Cochinos, con quince kilómetros de largo y uno de ancho. Los alemanes, agradecidos, la nombraron Ernesto Thaelmann, en honor al político fusilado en 1944, donde colocaron su busto.
Más de veinte años después, las instalaciones de la isla casi fueron destruidas por el huracán Mitch, así como el busto del líder alemán. En 2001, los alemanes reunificados decidieron ponerla a la venta. Imagino la vergüenza que pasaría Fidel, quien para evitarlo, aclaró que el regalo había sido simbólico.
El 11 de enero de 1980, murió Celia Sánchez Maduley. Su sofisticado apartamento, todo un “búnker”, en el Vedado habanero, aunque Fidel no lo frecuentaba, durante décadas continuó en activo, con su costosísimo ritmo de vida, admitido este por la nueva administración raulista: una guarnición de Seguridad Personal compuesta por cincuenta escoltas que controlaban a todo el que pasara por sus alrededores a través de cámaras de vigilancia de moderna tecnología, colocadas sobre los edificios colindantes.
Hoy, como algunas “cosas” han desaparecido, los gastos del inmueble se han reducido. Se presume que solo quedan allí la cama que mandó fabricar Celia en forma de bohío para Fidel, el viejo Mercedes blindado que le regaló Saddam Hussein, guardado en el garaje, la piscina climatizada, una cancha de baloncesto, exóticos helechos provenientes de las montañas orientales de la Sierra Maestra y las palomas que cuidaban los soldados en sus largas horas de aburrimiento.
Luego del retiro político de Fidel Castro en 2006 a Punto Cero, el mantenimiento de este misterioso feudo, cerrado al pueblo y con varios kilómetros de extensión, también representa un gran despilfarro, por la cantidad excesiva de guardaespaldas, jardineros, domésticas, cocineros, degustadores, cámaras de Seguridad colocadas en los árboles, etc., más una alimentación adquirida en el capitalismo.
Pero aún muerto Fidel, vecinos de los poblados de Jaimanitas, Santa Fe y Cangrejera que trabajan allí, comentan que en Punto O, la vida sigue igual, con un alto presupuesto aprobado por su hermano sucesor.
El costo de ese despilfarro, en un país tan pobre, algún día se sabrá, como los prolongados funerales del 2016, con la consabida parálisis de la producción económica durante días, el riguroso protocolo militar para cuidar las cenizas empotradas en una roca, la propaganda a favor del régimen en los medios de prensa, las movilizaciones, las visitas pagadas a personas extranjeras con fines propagandísticos y un largo etcétera.