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LA HABANA, Cuba.- Héctor Maseda soñaba con diseñar grandes buques y colgar su título de ingeniero naval donde todos pudieran verlo, pero “como aquí sólo se construían botes”, se graduó de Ingeniería Eléctrica.
Sus excelentes notas le aseguraron un puesto en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), hasta que en el año 1980 el Éxodo de Mariel le cambió la vida, como a decenas de miles de cubanos que decidieron emigrar, aunque desde una perspectiva diferente.
Héctor no emigró, sino que perdió su puesto de trabajo en el CNIC por negarse a repudiar a los colegas que optaron por marcharse de la isla. Dejó de gozar de la “confiabilidad política” indispensable para trabajar en el centro “padre de las ciencias en Cuba”.
De científico, con tres estudios de postgrado y autor de varios artículos científicos, pasó a vendedor de objetos artesanales durante más de un año para poder sobrevivir. Después de pasar por diferentes empleos comenzó a trabajar en el departamento de electro medicina del hospital más antiguo que funcionaba en Cuba, el Hospital Clínico Quirúrgico Docente Comandante Manuel Fajardo.
Fue allí, en la navidad de 1991, donde comenzaría el noviazgo con Laura Pollán, una maestra de español y literatura, que se convertiría posteriormente en un símbolo de la lucha pacífica por los Derechos Humanos en Cuba.
La primavera del año 2003 fue una primavera negra para Héctor y 74 colegas suyos (conocidos como el grupo de los 75). Condenado a 20 años en un juicio sumario por un supuesto delito contra la independencia y la integridad territorial del Estado, pasó más de siete en prisión.
De esa Primavera Negra surgieron las Damas de Blanco, un grupo de esposas y familiares de los 75 disidentes. Laura Pollán, debido a la detención de Héctor Maseda, renunció a su puesto de profesora en el Ministerio de Educación, y se convirtió en fundadora y líder de las Damas de Blanco.
“A partir de ese momento abandonó todos sus gustos, todas sus inclinaciones intelectuales, sociales, etc. y se convirtió en una líder defensora de los derechos humanos”, dice Maseda.
Pero Laura no sobreviviría mucho tiempo a la liberación de Héctor. Un extraño virus acabó con su vida en el año 2011, aunque Héctor Maseda está convencido de que la policía política cubana la asesinó.
Presidente de la Comisión Nacional de Docencia Masónica y Pasado Presidente de la Academia Cubana de Altos Estudios Masónicos, Héctor ha recorrido todo el camino de la masonería en Cuba.
Desde aprendiz hasta Grado 33 del Supremo Consejo para la República de Cuba, es uno de los 25 Soberanos Grandes Inspectores con que cuenta la orden, integrada por aproximadamente 29 mil masones distribuidos en más de 300 logias alrededor de la isla.
Ha colaborado como periodista independiente para medios como CubaNet, Misceláneas de Cuba, entre otros. Su libro Enterrados vivos narra las condiciones del presidio político cubano, y los abusos los carceleros contra presos políticos y presos comunes.
Pero él, que a 15 años fue detenido y golpeado por la policía de Batista al confundirlo con un miembro del grupo terrorista 26 de julio, y a los 60 torturado sicológicamente por la policía política de Fidel Castro al someterlo a técnicas de privación del sueño en los interrogatorios, aún no ha podido superar la muerte de su esposa Laura Pollán.
“Yo no he podido superar ese trauma”, asegura Maseda.