VILLA CLARA, Cuba. — Cuando termina cada consulta, Jorge Martínez, un santero residente en el Condado de Santa Clara, aclara a sus ahijados que le den lo que puedan. Tiene 85 años, una jubilación irrisoria y padece de una enfermedad en la próstata que lo ha limitado para ejercer la santería a mayores escalas. Jorge tiene coronado Shangó desde hace más de treinta años y la adivinación con los caracoles le ayuda a “estirar el mes”, aunque lo hace más por fe que para resolverse la vida.
Ajeno a las tarifas actuales de la religión yoruba en la ciudad, desconoce que el precio de cada consulta oscila entre los 150 y 200 pesos. Antes del ordenamiento monetario, los santeros solían cobrar entre 10 o 15 pesos, pero la lógica indica que, si suben los salarios y el costo de un plato de comida, también deberán ascender los “beneficios espirituales”.
La práctica de la Regla de Ocha, aunque se cobra mediante el llamado derecho, no funciona como una actividad por cuenta propia aprobada en la Isla y puede que jamás lo sea, por razones obvias. “Imagínate a un santero pagando la ONAT o haciendo cola para sacar una licencia”, apunta Jorge, escandalizado por los 350 pesos que cuesta un racimo de plátanos, ofrenda que usualmente suele entregársele a su santo cabecero.
La nueva Constitución contempla en su artículo 15 que “el Estado reconoce, respeta y garantiza la libertad religiosa” y agrega en el apartado 57 que “toda persona tiene derecho a profesar o no creencias religiosas, a cambiarlas y a practicar la religión de su preferencia, con el debido respeto a las demás y de conformidad con la ley”.
Esta última sentencia da al traste con una etapa bastante oscura que se vivió en el país, cuando las prácticas religiosas debieron permanecer en el ostracismo y que se sancionaba el mero hecho de vestirse de blanco y realizar ceremonias o rituales hasta en las propias viviendas. Aún hoy, la comunidad santera del país resulta entre las más vulnerables, a pesar de que, últimamente, se les ha visto a varios dirigentes cubanos en cierto coqueteo con la fe yoruba.
Otro santero de Villa Clara que se presenta mediante su nombre de Ocha, Olufandei (nombre de hijo de Obbatalá), advierte que el precio actual para coronarse el santo ronda por los 115 000 pesos, incluyendo el costo de los animales y la parafernalia. “La religión está bastante caliente. Nada más el piso de un santo está entre los 18 000 y los 25 000 pesos”, agrega.
Por lo general, las personas suelen coronarse el santo en casa de su padrino o madrina, por lo cual debe pagarse un monto bastante considerable: “El derecho de suelo es el dinero limpio que se le da al padrino como pago por la consagración. Es un dinero que se divide entre todas las partes involucradas en el santo: oyugbona, oba oriaté, santeros levantados hasta los hierberos, desollador de animales, botadores de ebbós y cocineros”. Pudiera afirmarse, entonces, que la práctica religiosa también es proveedora de fuentes de empleos.

A pesar de la cantidad de dinero que supone cualquier ceremonia de la Regla de Ocha, varios santeros confirman que ha crecido el número de iniciados en los últimos dos años. “La propia incertidumbre y vulnerabilidad que dejó la pandemia ha condicionado que muchas personas busquen refugio en la Regla de Ocha. El pensamiento generalizado es que, como han subido tanto los precios de todo, es mejor sacrificarse ahora que esperar a cuando todo se ponga peor”.
Regla de Ocha: también “mantenida” desde el exterior
Miami resulta la fuente de abasto más importante para la parafernalia de santería. Las cuentas, caracoles y ashés de santos son importadas desde otros países por “mulas”, enviadas mediante agencias de paqueterías o traídas a la Isla por personas que vienen a visitar a sus familiares.
Una bolsa de dos kilogramos de cauries (caracoles de consulta) se vende en Estados Unidos a 15 dólares. La misma puede contener hasta 1 000 caracoles, divididos por 18, que son las manos usadas en la religión, y que se venden cada una a 300 pesos en la Isla, darían una ganancia neta de 3 000 pesos por cada 100 caracoles, teniendo en cuenta el cambio informal de la divisa.
Rodolfo Herrera, propietario de la tienda Los Meyi, situada en Centro Habana, promociona también sus artículos mediante el grupo Artículos Religiosos Habana. Por ejemplo, una muñeca vestida de gitana cuesta en esta tienda 7 000 pesos. Las telas para vestir figuras que adquieren determinado simbolismo en la Regla de Ocha y el espiritismo solamente pueden ser adquiridas en los establecimientos por MLC, generalmente se utiliza el satín, de ahí que su costo se haya disparado en el último año.

“No se ha encarecido solamente la religión. Después del cambio monetario todo se puso más caro”, confirma el joven. “Aquí en La Habana funciona de otra manera: nosotros compramos al por mayor los productos en otras casas religiosas que se dedican a producir esos efectos. Estas mismas se las venden a la gente de otras provincias. Por ejemplo, yo mismo he estado comprando y han llegado personas de Guantánamo que han hecho pedidos con antelación y ellos se los separan para que no se embarquen”.
En otras publicaciones del mismo grupo se ofrece un cuarto de santo para Oshún con sus soperas y demás accesorios importados cuyo costo total es de 11 500 pesos. Mientras un collar cabecero puede valer más de 1 000 pesos, los paquetes de cuentas son comercializados al por mayor a 350, una oferta que suelen aprovechar los propietarios de tiendas religiosas hacia el interior del país. Un paquete de 600 cuentas de colores encargado por Amazon en Miami no supera los siete dólares estadounidenses.

Ashé por MLC
“Las importaciones de artículos religiosos son un negocio redondo”, apunta Lázaro Leyva, otro habanero contactado vía Messenger que promociona sus artículos en el mismo grupo. “Con lo que vendo me da y me sobra para el pasaje de ida y vuelta”. Además de las cuentas, Lázaro trae consigo pacas de la llamada “canastilla de Iyawó”, que incluye la ropa, zapatos, sombrillas y lencería de color blanco usada durante el año de consagración, las cuales vende en MLC o su equivalente en moneda nacional.
Reportes de personas que practican las religiones afrocubanas en La Habana confirman que muchos de los llamados animaleros ya ofertan gallinas, pollos, gallos, chivos y palomas en Moneda Libremente Convertible hasta con entrega a domicilio. Esta modalidad aún no ha llegado hacia otra provincias centrales y orientales.
“Como todo en este país, la religión también puede convertirse en un negocio”, confirma Leydi del Valle, una santiaguera radicada en La Habana que se dedica a proveer tiendas religiosas de todo el país, sobre todo con barras de cacao traídas por cantidad desde Baracoa.

“Muchas casas prefieren hacerles santos o entregárselos a extranjeros y a cubanoamericanos porque el cobro es en dólares, y casi nunca se tiene en cuenta el cambio del mercado negro. Los precios para ellos son diferenciados porque generalmente están apurados por resolver su situación”.
Santeros encuestados para este reportaje también revelan el interés de muchos ahijados y recién iniciados en la fe afrocubana en recibir determinados orishas y resguardos que les permita abrirse los caminos para emigrar hacia otras latitudes. Esta resulta una de las peticiones más frecuentes de los últimos meses.
“La mayoría de la gente que viene a Cuba a resolver sus problemas es porque sus padrinos están aquí”, continúa Leydi, coronada con Eleggua, el orisha que representa la facilidad para los negocios. “En muchos países te meten una multa si sacrificas animales. También es una forma de ayudar económicamente a sus padres religiosos porque los hay con mucho dinero, pero otros se están comiendo tremendo cable. Todo se ha puesto tan caro, que resuelves tu vida ni con un saco de fe”.
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