LA HABANA, Cuba. ─ En estos días he tenido que recordar una de las innumerables ocurrencias de quien fuera mi hermano de causa y gran amigo personal, el brillante profesor Félix Antonio Bonne Carcassés, lamentablemente fallecido un Día de Reyes hace ya varios años. Se trata de una anécdota real que Tony Tony —como lo llamaban los seres queridos (por su gran tamaño hubiera resultado insuficiente llamarlo simplemente “Tony”)— solía contar con el gracejo que lo caracterizaba.
Sucedió durante una de las “entrevistas” involuntarias en las que lo involucraban los agentes de la policía política. En determinado momento, Bonne, molesto, preguntó “¿Pero yo estoy detenido!”. “¡No, no, de ningún modo!”, se apresuraron a responder mendazmente los “segurosos”. “¡Ah, entonces me voy!”, contestó mi amigo, e hizo ademán de marcharse. Claro que los agentes represivos le cerraron el paso… O sea, ¡que sí se encontraba bajo arresto!
He recordado este antiguo sucedido a raíz de los más recientes avatares de la prolongada saga del artista y opositor Luis Manuel Otero Alcántara. Este, desde hace una semana, se convirtió en huésped involuntario de los castristas, quienes no han vacilado en transformar la sala hospitalaria en la que se encuentra en una especie de centro de reclusión.
Luisma (como lo llaman sus amigos) no estaría preso. Así lo ha declarado de modo solemne una sala de justicia (algún nombre hay que darle) del castrismo. Esa corte rechazó una solicitud de hábeas corpus presentada a su favor. El problema radica en que, si el joven activista no está privado de libertad, ¿entonces por qué no le permiten salir del hospital y dirigirse adonde le dé su real gana!
Las informaciones que ofrece el régimen despiertan un número de incertidumbres mayor que el de las respuestas que pretenden contener. Otero se encuentra “asintomático”, anuncian. ¿Pero de qué enfermedad se trataría! ¿De la COVID-19! Esa es la dolencia con respecto a la cual suele usarse ahora ese adjetivo. ¡Pero acaso no dijeron que le habían practicado un PCR que resultó negativo?
Estaría alimentándose “voluntariamente”, aseguran. ¡Pero, entonces, ¿por qué no lo filman mientras devora (sin nasobuco, claro, que de otro modo no podría) un plato repleto de comida!? Esto en vez de tomarlo de espaldas mientras —supuestamente— deambula por un patio del hospital al tiempo que un presunto médico hace ademanes más apropiados para un guía de turismo que para un facultativo.
El panfleto también asegura: “A solicitud expresa del paciente, fue interconsultado por la especialidad de Dermatología, recibiendo el tratamiento correspondiente”. Como dicen nuestros vecinos anglosajones: “As clear as mud!” (“¡Tan claro como el fango!”). ¿De qué afección de la piel se tratará? Misterio.
¿Estaremos hablando de la sarna (o escabiosis, que suena más bonito) que se ha convertido en una afección usual en esta islita que Hugo Chávez llamaba “un océano de felicidad”! Una dolencia para la cual el previsor estado socialista, que tanto se desvela por nosotros sus súbditos, no ofrece medicamento alguno, ¡ni siquiera a precio de oro en las tiendas en dólares!
¿O será que el “tratamiento correspondiente” al campo de la Dermatología estaría vinculado a la extirpación de la verruga que el paciente presentaba o presenta en su ceja derecha? Esto podría constituir una respuesta tentativa a las impugnaciones que han llovido en las redes. Ellas provienen de usuarios que niegan la autenticidad de las supuestas imágenes de Otero que ha mostrado el régimen, ¡precisamente por no verse en ellas la bendita verruga!
Todo este sainete grotesco se escenifica en medio de una situación en que sus amigos del Movimiento San Isidro (MSI) se quejan de tener “muy poca información sobre el estado de salud, físico y psicológico” de su líder. Sus compañeros señalan algo obvio: la hospitalización no debe impedir las visitas de conocidos, como tampoco el uso del teléfono celular por parte del paciente. Hasta el momento, sólo permiten el acceso de familiares cercanos, quienes guardan silencio sobre lo que han visto. ¿Habrán sido amenazados?
En el ínterin, Luis Manuel recibe un trato discriminatorio: No puedo evitar comparar su situación con la que confrontó en su tiempo otro gran opositor y amigo, el licenciado Guillermo Fariñas. Durante su larguísima huelga de hambre y sed que condujo a la excarcelación de los presos del Grupo de los 75, Coco podía recibir visitas de amigos y hermanos de luchas. Yo mismo lo acompañé en el Hospital de Santa Clara en más de una ocasión. ¿Por qué eso mismo no se le permite a Otero Alcántara!
Son demasiadas las interrogantes que provocan las informaciones oficiosas, parciales y tendenciosas que filtra el régimen castrista sobre el emblemático huelguista. ¡Todas las personas de buena voluntad debemos demandar que haya mayor transparencia en este turbio asunto!
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