
CIUDAD JUÁREZ, México. – Unos edificios altos de cristales oscuros sobresalen en el desierto. Se divisan en el horizonte cuando se observa un tablero con el último número para el cruce ordenado de inmigrantes hacia Estados Unidos. Es El Paso, Texas. Si no estuviera el Río Bravo-Grande, casi seco, el muro y un control migratorio, la cubana Alicia Alonso llegaría a su país soñado en unos quince minutos, caminando.
Esta mamá de un niño de 11 años, que tuvo que dejar en Cienfuegos, calcula que debe de esperar en Ciudad Juárez (México) unos dos o tres meses. Todo depende de la cantidad diaria de personas que soliciten las autoridades estadounidenses para cruzar al otro lado del puente Paso del Norte-Santa Fe. Unos días llaman a cinco personas, otros a diez en la mañana y a nadie en la tarde. Los mejores días solicitan un total de 60 personas. Hay semanas con algunas jornadas en las que no requieren a nadie.
Alicia tiene cuatro mil números por delante en una lista en las que se han registrado, hasta el momento, casi 13 mil personas que aspiran a solicitar el asilo político en Estados Unidos. El 90 por ciento de los migrantes son de Cuba. Es un registro confeccionado actualmente por el Consejo Estatal de Población (Coespo) en el Centro de Atención a Inmigrantes, situado a escasos metros del puente fronterizo donde se realiza la entrega de inmigrantes a Estados Unidos.

Hoy se arriesgó a caminar por la calle. Apenas se ausenta de la casita que ha rentado con otros cubanos: no tiene ningún permiso migratorio mexicano para poder transitar libremente el país.
“Trato de no salir mucho, sólo cuando es obligatorio, a comprar comida”, dice Alicia, de 31 años. “Tengo mucho miedo a que me deporten, después de lo que uno ha pasado y para el país que va a virar, Cuba… Regresar no es una opción para nosotros”.
Cuando supo que el Instituto Nacional de Migración (INM) de México había suspendido temporalmente la entrega de salvoconductos para cubanos, comenzó a idear su plan para superar este nuevo obstáculo en su travesía, que inició hace casi año y medio. Intentó no hablar mucho para que su acento no la delatara y ahuyentar a quien quisiera extorsionarla, y siguió su camino por autobús hasta llegar a Ciudad Juárez.
Unos 200 cubanos han sido deportados de México entre marzo y lo que va de abril. Se estima que hay decenas de inmigrantes permanecen detenidos y en proceso de deportación. Peor suerte tienen las personas centroamericanas. Es la reacción de México para intentar calmar al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ha amenazado de nuevo con cerrar la frontera con su vecino del sur si no controla el flujo de personas.
Ciudad Juárez se ha convertido en la ciudad elegida por los cubanos para cruzar hacia Estados Unidos. Más de cuatro mil están esperando su turno. Cada día llega una media de cien isleños más, aunque ha habido jornadas en que han sido registrados en la lista hasta 300.
La mayoría dice haberla escogido porque es una “ciudad segura”, quizá por el sistema ordenado de cruce. Juárez es en la actualidad la quinta ciudad más peligrosa del mundo, según un informe del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal.
Para Pedro Pablo Arias Rodríguez, de 52 años, la decisión de viajar a esa ciudad fue más práctica. Cuando llegó en autobús a la Ciudad de México descubrió que Juárez no sólo era la localidad más cercana para cruzar la frontera, unas 24 horas en autobús con dirección hacia el norte, sino que el costo del billete era más económico. Por seguridad pensó en tomar un avión, pero con la documentación que trae no fue posible.

Durante el trayecto tuvo miedo de que les asaltaran o secuestraran para trabajar cultivando droga, como les ha ocurrido a otros migrantes. Intentó no dormir para estar atento.
“El mayor temor ahora es que nos deporten”, dice Arias, miembro de la organización Cuba Independiente y Democrática (CID) y que ya ha estado encarcelado en la Isla.
Desde las oficinas de Coespo, Enrique Valenzuela, su director, intenta calmar a los inmigrantes que cada día están más impacientes por cruzar. Algunos de los cubanos, cansados del largo viaje por incluso doce fronteras, con los albergues al completo y sin dinero para subsistir, se han lanzado a hacerlo ilegalmente. Unos cruzan por el río, como lo hacen la mayoría de los centroamericanos con sus niños. Otros pasan los puentes fronterizos entre los coches o se arrojan al suelo interrumpiendo el tráfico vehicular de los cruces y ocasionando cierres momentáneos de los puentes, lo que puede complicar sus casos de asilo político.
“No se ha resuelto el estatus migratorio formal de los cubanos. Podrían ser deportados si hubiese operativos. En realidad, lo que ocurre, es que en la frontera no hay operativos”, afirma Valenzuela.
La política migratoria de México es difusa y cambiante, a pesar de que las autoridades lo niegan. Esta mañana de miércoles, en su conferencia diaria matutina, el presidente Andrés Manuel López Obrador negó que hubiera cambios en la política migratoria del país y justificó las detenciones y deportaciones de inmigrantes en tránsito para Estados Unidos como una medida para que no sean víctimas de la violencia o la trata. También indicó que se evita la confrontación con Estados Unidos, que le pide enfrentar el problema migratorio, buscando soluciones y equilibrios.
Lo más duro de la espera para Miladis Moreira, de 47 años y que inició su travesía hace casi dos, es “no saber qué va a pasar mañana, la incertidumbre de no saber qué nos va a pasar en el camino. Estamos desesperados”, asegura.