Cubanos entre la espera y la deriva: a punto de expirar permiso para permanecer en México


CIUDAD JUÁREZ, México. – Cuando la madrugada comienza en un refugio provisional para inmigrantes instalado en el gimnasio del colegio de Bachilleres de Ciudad Juárez (México), sólo hay dos conversaciones entre un grupo de cubanos que juegan al dominó: “si (uno) juega fino” y cuál será la próxima estrategia para cruzar la frontera hacia Estados Unidos antes de que se complique aún más su odisea.
Entre los que juegan y piensan, sosteniendo una tabla de madera en sus rodillas, como si estuvieran en Cuba, está Fidel López Pabón, el hijo del cantautor callejero Fidelito, del que dice que “fue asesinado por un jefe de sector” por “cantar a los turistas” lo que ocurre en Cuba.
“Mi esposa está embarazada de cuatro meses y llevamos doce días aquí”, afirma López, también músico, que calcula que puede estar esperando hasta un mes más hasta que pueda ser atendido por las autoridades estadounidenses para solicitar su asilo político.
En este lugar muchos no pueden dormir de los nervios. El salvoconducto de veinte días para poder permanecer en México está a punto de expirarse para muchos de ellos y no hay indicios de que las autoridades migratorias de El Paso, Texas, vayan a procesar a más inmigrantes al día, de la variable cifra que va entre los diez a los sesenta. Sin él, los cubanos no pueden trabajar en una de las fábricas maquiladoras que han ofrecido empleo a los inmigrantes ni tampoco permanecer legalmente en México.
“Por ahora, no sabemos si se podrá extender”, afirma Rogelio Loya, jefe del Departamento de Programas Sociales, de la Subsecretaría de Desarrollo Social de la Frontera Norte, que está en conversaciones para intentar solucionar esta situación que sólo afecta a los inmigrantes que son cubanos.
Entre un grupo de veintiún cubanos que duermen en la recepción de las instalaciones del refugio, la conversación que domina es la de la preocupación: no saben dónde se encuentra una pareja que viajó con ellos y que temen que estén perdidos o hayan sufrido un robo o secuestro.
Para muchos de ellos, que no están acostumbrados a una situación de extrema violencia e inseguridad en Cuba, el sólo hecho de pensar que están en Ciudad Juárez ya les produce miedo, a pesar de que ya no es la ciudad más peligrosa del mundo pero sigue ocupando los primeros puestos en inseguridad.
Es noche y Osiris Castellanos, de 39 años, ya no corta el cabello al ritmo de la música de algunos intérpretes que fueron sus clientes en San Rafael y que ahora están en Miami. Poco antes sonó Chocolate, la Charanga Habanera, Gente de Zona o Alexander Delgado, entre otros muchos. Y pensó en su Habana.
Para financiar su travesía ha trabajado en cada uno de los seis países que ha cruzado con su equipo de barbero. En este gimnasio refugio, regaló un corte de cabello a a ocho cubanos hasta que comenzó a cobrar 50 pesos mexicanos, unos tres dólares. Los cubanos agraciados lucen impecables estilismos en ropas de abrigo donadas por la comunidad juarense.

Las reglas son estrictas y la reportera enviada a este albergue pasa el día y la noche como una inmigrante más. Lo único a lo que no accede es a comer nada de la comida que los inmigrantes tienen destinado ni a dormir en una colchoneta ni manta, ya que no hay espacio. Lo hace en una silla de plástico, pero sólo por una hora: porque la vida de este refugio provisional es intensa, incluso cuando las luces se apagan a las 11 de la noche.
Hasta hace una hora, Tahimí Tan León, nacida en Camagüey hace 20 años, intentaba dormir afuera del recinto esperando que hubiera un cupo libre. Se protegía con una manta y el abrazo de su esposo, Angel Sánchez Velázquez, de 28 años.
Los dolores intensos se agravaron con el frío del desierto y el hambre. Y el encargado de esa noche, decidió acogerla en la instalaciones, repletas de personas ya durmiendo en pasillos y la recepción, además de las canchas del gimnasio.
Ahora está siendo atendida por uno de los dos doctores de guardia que hay en el gimnasio. Temen que tenga un embarazo complicado o quizá riesgo de aborto. Pero Tahimí, que no ha podido hacerse aún la prueba de embarazo, piensa que está de cuatro meses.
Se habilita un operativo para ver cómo trasladarla a un hospital público, pero cuando llega la ambulancia, deciden que espere acostada en una de las colchonetas porque no hay cupo en esta ciudad de servicios mínimos para los más pobres.
La vida en este refugio es vibrante: hasta en la cocina. Es cuestión de resolver todo. Elide Ramírez Fernández lo sabe bien y tiene experiencia. Es cubano.
Este programador de computación, de 38 años, se ha convertido en el jefe de cocina voluntario para el resto de los más de 550 inmigrantes de países tan diversos como México, Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Venezuela, Colombia, Georgia, Camerún, Angola o Congo.
Aunque los cubanos son 240, la nacionalidad mayoritaria, lo que se prepara en la cocina a las órdenes de Elide y con varios ayudantes cubanos, tiene el sabor mexicano, pero sin picante. Esos son los ingredientes, que deben de alcanzar por si llegan más inmigrantes a última hora.
Elide organiza a su equipo mientras reflexiona sobre la situación que le llevó a dejar su tierra y arriesgar su vida cruzando seis países.
“Cuba ha empeorado pero Obama canceló la medida de ‘pies secos, pies mojados’. No ha cambiado desde que tengo uso de razón y ni va a cambiar”, comenta mientras me muestra varias cicatrices en su rostro, como prueba de unas golpizas de los policías.
Ahora debe de cruzar la última y sueña con poderlo hacer antes de que Estados Unidos comience a devolver a todos los inmigrantes que soliciten asilo político y tengan que esperar en México la resolución de su solicitud de asilo político en lugar de en Estados Unidos.
Cada día las autoridades estadounidenses llaman a las migratorias de México para que les envíen al Puente Santa Fe-Paso del Norte una cifra variable de inmigrantes. El Instituto Nacional de Inmigración de México (INAMI) escoge los inmigrantes de una lista que se contabiliza en el albergue católico de la Casa del Inmigrante, dando un número a cada inmigrante que se registra. Si bien, otros optan por esperar en la intemperie por los diversos puentes fronterizos de Ciudad Juárez y de sus alrededores, intentando que les admitan.

“La cantidad depende de la complejidad de los casos, de las necesidades médicas, el proceso de traducción, el espacio que tengamos para retenerlos y el trabajo cotidiano que tenemos en nuestras instalaciones, donde procesamos casos de narcóticos, entre otros”, afirma el agente Rubén Jáuregui, portavoz de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CPS, en sus siglas en inglés), en El Paso, Texas.
Se estima que actualmente esperan su turno unos 2 mil inmigrantes que están apuntados en la lista, y que se hospedan también en templos cristianos y en algunos de los más peligrosos hoteles cercanos al Puente Santa Fe.
En este gimnasio, las tres duchas para mujeres y las dos para hombres habilitadas no descansan ni en la madrugada, aunque hay horarios para bañarse, pero no todos alcanzan a hacerlo.
Todo está impecablemente limpio, a pesar de que hay centenares de inmigrantes que las utilizan día y noche, y que las limpian un grupo de cubanos voluntarios en este oasis de convivencia que se ha convertido este gimnasio convertido por las autoridades estatales en un refugio provisional para inmigrantes.
La alegría surgió con el amanecer, cuando en el cielo enorme de Ciudad Juárez se asoma un manto de ocres y amarillos hasta que la luna desaparece. El grupo de los veintiún cubanos que dormían en la recepción, se reencontró con la pareja de Pinar del Río que habían perdido la pista. Sandra Romero, de 29 años, y Jorge Manuel Román, de 28 años, aparecieron en la madrugada, cuando sus compañeros de viaje dormían. Pidieron posada y casi no entran. El gimnasio estaba lleno.