CIUDAD JUÁREZ, México. – Desde la casa donde vive Maricel Sánchez, en una de las colonias más peligrosas de Ciudad Juárez, los disparos no han dejado de escucharse, a pesar de la pandemia del coronavirus que se extiende también hasta aquí. En esta ciudad mexicana fronteriza con Estados Unidos, donde este fin de semana fueron asesinadas 17 personas, la cubana intenta poner su propio orden.
En la habitación sin ventanas que comparte con otros cinco migrantes de la Isla ―que solicitaron asilo político en Estados Unidos y fueron retornados a México a esperar su proceso legal― intenta buscar espacio para acomodar la comida que compró ayer, después que la despidieran de su trabajo.
“No hay medidas para cuidarse. Nosotros compramos cloro y nos estamos lavando bastante las manos. Salíamos a la calle cubriéndonos la boca y todos los mexicanos se reían de nosotros; aquí nadie se cuida”, afirma a CubaNet Sánchez, una odontóloga de 37 años que salió de Cuba hace más de un año.
El puesto de comida en el que trabajaba fue cerrado. No por falta de clientes en tiempos de aislamiento social, sino por la corrupción: unos policías de la zona dijeron al dueño del negocio que, si no les pagaba por mantener el negocio abierto durante la crisis sanitaria, lo multarían. Haciendo cuentas, el señor, que también paga una cuota de extorsión al crimen organizado, decidió cerrar.
“Estoy sin trabajo… Menos mal que compré provisiones, pero el dinero se agotó”, afirma Sánchez, la primera de su familia que se lanzó a recorrer el largo camino hacia Estados Unidos.
Más de 30 mil migrantes cubanos, que se quedaron varados en México a causa de las medidas restrictivas de la Administración Trump acerca del asilo político, se encuentran ahora a la deriva.
Los cubanos destacan, entre los migrantes que buscan llegar a Estados Unidos, porque no dependen de la ayuda de iglesias y albergues de México. El 98 % de ellos son emprendedores que no viven en las escasas plazas de los albergues, donde se les provee de algunos alimentos y medicinas. Se mantienen por sí solos; no obstan-te cobran salarios menores que los mexicanos y, por eso, están obligados a vivir hacinados.
Aunque no todos han perdido sus empleos, se estima que cada día aumenta el número de personas que se quedan sin trabajo en una de las mayores fuentes de empleo de Juárez: las fábricas maquiladoras que dependen de la materia de prima china y de la economía de Estados Unidos, fuertemente afectada también por pandemia.
Tras declarar “emergencia sanitaria” este 30 de marzo, el Gobierno de México dispuso el cierre de toda actividad pública y privada no esencial. A causa de la medida, miles de personas perderán sus empleos y deberán ser indemnizadas con su salario mínimo mientras dure la suspensión de su actividad, según contempla la Ley del Trabajo.
Sin embargo, los migrantes cubanos, que trabajan en su mayoría en empleos informales sin ningún tipo de beneficios, quedarán a la deriva, sin trabajo, mientras esperan en México sus entrevistas de asilo en Estados Unidos.
Algunos de ellos han esperado más de un año en la última frontera hacia su sueño, y han tenido que vivir en una de las ciudades más peligrosas del mundo, donde la cotidianidad de los asesinatos impunes y las desapariciones forman parte del paisaje de la normalidad más aterradora.
Por el momento, Ciudad Juárez sigue su ritmo, a pesar de las fuertes medidas preventivas que surgen nada más cruzar al lado estadounidense de la frontera, a El Paso (Texas), a punto de declarar la fase 3 de contagio colectivo.
Hace dos semanas, Serguei Sanso comenzó a divisar la nueva batalla que debía superar. Con otros cubanos y un socio mexicano había comenzado un pequeño negocio de tapicería y elaboración de muebles artesanos. Les iba bien. Sus principales clientes estaban del otro lado de la frontera, en El Paso.
Cuando Estados Unidos declaró la emergencia nacional por el nuevo coronavirus y cerró parcialmente la frontera, muchos de los compradores de Sanso dejaron de venir, de hacer pedidos.
El licenciado en Contabilidad, nacido hace 26 años en Holguín, pensó que sin salud no había sueños.
“El mexicano quería que estuviésemos abiertos, pero los cubanos decidimos que debíamos de cerrar. No nos podemos arriesgar a enfermarnos, tenemos que ahorrar y comprar sólo lo necesario”, afirma Sanso.
Este profesional huyó de Cuba el 8 de marzo del pasado año, antes de que se extendiera a los cubanos el programa MPP de retorno a México, creado originalmente en enero de 2019 para contener la inmigración centroamericana.
“Mi mayor preocupación es que me dé el coronavirus, o que le dé a los que viven conmigo. Somos muchos en la casa, cuatro cubanos, un hondureño que trabaja en la construcción, y el dueño, un mexicano que trabaja como enfermero en el hospital”, subraya.
El coronavirus avanza sin tregua por el mundo, llevándose la vida, por el momento, de más de 38 mil personas en varios países y contagiando a más de 800 mil, sin que se sepa aún cómo pararlo, más que con el aislamiento. En Estados Unidos hay ya más de 150 mil contagiados y 3 000 muertos.
En México hay 28 muertos y 1 094 contagiados detectados. Estas cifras son relativas y cambian cuanto mayor acceso hay a las pruebas de diagnóstico, que en México cuestan entre 7 000 pesos mexicanos (370 dólares) y 25 mil pesos (1 200 dólares).
Cancún, sin turistas
Carlos Reyes, otro cubano de 33 años, no sabe si su gran objetivo podrá resistir al coronavirus. En La Habana dejó a su niño de 3 años de edad, a su esposa, a toda su familia. Ese día, el 11 de noviembre de 2019, comenzó su travesía dispuesto a llegar a la “tierra de la libertad”, Estados Unidos. Pero el 24 de diciembre, cuando llegó a Cancún, no pudo seguir adelante. Ya no tenía más dinero. No le quedaba nada de los 7 000 dólares acumulados tras vender todas sus pertenencias en Cuba.
Intentó buscar trabajo, pero nadie se lo daba. Hace tres semanas pensó que su suerte había cambiado: una empresa de seguridad lo contrató para trabajar en un buen hotel de esta turística ciudad. El jueves pasado le avisaron que el hotel cerraba. Nadie quería tomarse unas vacaciones bajo el peligro del coronavirus.
“Tengo resuelta la comida para abril, gracias a mis trabajitos, pero no sé si podré más. Mi tío en Miami también perdió su empleo, se me está derrumbando todo”, afirma Reyes, desde Cancún, en entrevista telefónica con CubaNet.
― ¿Qué vas a hacer?, pregunto.
―No veo la esperanza… y virar para Cuba es como virar derrotado, empezar de cero de nuevo. Además, ahora te aíslan al regresar y temo al contagio. En Cuba afecta mucho la economía… y la libertad.
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