LA HABANA, Cuba.- El sector del turismo cubano en este primer trimestre del 2021 anda muy mal. Han trascendido informaciones preliminares de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) que indican una reducción de la llegada de turistas internacionales del monto del 95.1% con respecto a igual periodo del año anterior.
Por supuesto que la pandemia del coronavirus tiene determinada cuota de responsabilidad en dicha disminución —enero y febrero del año anterior estuvieron libres de la enfermedad—, sin embargo, tampoco podemos ignorar las insuficiencias que arrastra el sector turístico cubano, y que lo hace perder terreno en un medio tan competitivo como lo es el Caribe. Insuficiencias que van desde hoteles sin la higiene necesaria hasta carencia de frutas y vegetales para ofertarles a los turistas.
A lo anterior se añade el anuncio reciente del Ministerio de Turismo de que se posponía la celebración de la edición 40 de la Feria Internacional de Turismo de Cuba (FIT Cuba 2021), el evento más importante de este sector en el país, el cual se había previsto entre los días 3 y 8 de mayo.
Evidentemente, la posposición de la Feria, con la consiguiente afectación a la labor de marketing para promover el turismo en la isla, hará que merme aún más la llegada de turistas al país, incluso si mejorara la situación higiénico-sanitaria.
En tales condiciones es lógico suponer que se intensifiquen las gestiones y maniobras de los gobernantes cubanos en aras de acceder a la moneda convertible que mantenga a flote la alicaída economía cubana. Y se ha denunciado, por ejemplo, que una de esas maniobras estaría relacionada con la paralización de vuelos a naciones como Guyana y Panamá, adonde acuden muchos cubanos a gastar sus dólares en artículos que después venden en la isla, y por el contrario están estimulando la llegada de turistas rusos que gasten su dinero en Cuba.
Mas, a la hora de evaluar la repercusión interna que tendría la disminución de la llegada de turistas extranjeros, con el consiguiente déficit de ingresos en dólares para el país, no sería desaguisado relacionar ese hecho con el ritmo de creación de las tiendas que ofertan en moneda libremente convertible (MLC). Porque el cubano de a pie tiene la impresión de que, a medida que los dólares se les van haciendo más difíciles a los gobernantes, más tiendas en el país pasan a la categoría de “Tiendas en MLC”, o sea, solo para los ciudadanos que tengan dólares en sus tarjetas magnéticas.
Ya resulta difícil hallar alguna tienda grande —también llamadas por departamentos— que comercialice en moneda nacional. A los cubanos sin acceso a los dólares únicamente les han dejado una pequeña red de establecimientos para que adquieran —por supuesto, con interminables colas por delante, y escaneo del carné de identidad para que no repitan la visita antes del término fijado por las autoridades— pollo, perritos, picadillos y algunos productos de aseo. Es decir, casi un comercio de subsistencia.
Pero para adquirir un pantalón, una camisa, un par de zapatos, unas medias, unos calzoncillos, un ventilador, una nevera, una batidora, una olla arrocera, un Split, y los mejores y más demandados artículos alimenticios, hay que tener dólares.
Entonces el panorama se presenta sombrío para todos aquellos que reclaman la eliminación de las tiendas en MLC, por constituir un claro sistema de apartheid que excluye a buena parte de la ciudadanía. Una exclusión por la que, incluso, ya se sienten afectados algunos elementos que hasta ahora clasificaban como incondicionales del castrismo.
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