LA HABANA, Cuba. – Norma es una cubana de 61 años residente en La Habana y padece de vitiligo. Desde el diagnóstico hasta que logró comenzar el tratamiento médico con Melagenina Plus —un fármaco desarrollado y producido por el Centro de Histoterapia Placentaria de Cuba (CHP)— transcurrió casi una década y, según afirma, pudo recibirlo gracias a una amistad que le resolvió, primero, la consulta con un especialista del CHP y, más tarde, los únicos tres frascos del producto que ha logrado obtener desde junio del año 2009 a la fecha.
Tres frascos apenas son útiles para nueve meses de un tratamiento que, para comenzar a arrojar resultados, de acuerdo con la promoción de quienes lo venden y los protocolos diseñados por sus desarrolladores, debería durar entre dos y cinco años.
Nos cuenta Norma, además, que aunque ha querido comprarla, la Melagenina Plus, como cualquier otro medicamento por común que sea, nunca se encuentra en la red de farmacias cubanas, ni siquiera en las llamadas “Farmacias Internacionales” donde los servicios se ofrecen en dólares y están dirigidos a los extranjeros. También nos dice que su sobrina residente en México quedó en enviarle un frasco porque, a pesar de ser fabricado en Cuba, es fácil de encontrar en algunos centros de salud de Cancún que tienen convenios con la empresa estatal cubana BioCubaFarma, actual comercializadora del producto.
Una sencilla búsqueda en internet confirma el respaldo real de la promesa realizada a Norma por su familiar. La Melagenina Plus producida en Cuba es vendida sobre los 30 dólares en México, donde existe una decena de clínicas que la promueven como parte del tratamiento del vitiligo.
La mayoría han sido establecidas en Cancún y entre ellas se incluye el centro médico donde, desde 2016, ofrece “consultas privadas” de “dermatología pediátrica” el doctor Carlos Dotres Martínez, exministro de Salud de la Isla entre los años 1995 y 2002, especialmente recordado por ser artífice de la Resolución Ministerial 54, del 2 de julio de 1999, que aún impide a los profesionales de la salud cubanos ejercer su trabajo de modo independiente, y los castiga con severas sanciones por contratarse en el extranjero sin que medie la estatal Empresa Comercializadora de Servicios Médicos (SMC).

Pero no solo el medicamento es fácil de adquirir en México sino que es accesible en el mundo entero, aunque pocas veces se lo encuentra así de “barato”. El Gobierno cubano, primero por medio de sus embajadas en el extranjero y más recientemente a través de la empresa estatal BioCubaFarma, ha llevado a cabo desde finales de los años 80 una intensa campaña de promoción para vender la Melagenina Plus en casi todo el mundo.
Una nota del diario Granma, de enero de 2018, informaba sobre Meditex, la red de clínicas que Cuba mantiene en el extranjero, en asociación con centros médicos y de estética para la piel privados; y se refería, además, a la gira internacional que el doctor Ernesto Miyares Díaz, director del Centro de Histoterapia Placentaria (CHP) e hijo del creador de la Melagenina, realizara como parte de una delegación del Grupo Empresarial BioCubaFarma, que presentó también otro medicamento estrella en el turismo de salud cubano, el Heberprot-P, para el tratamiento de las úlceras del pie diabético.
Cuba no solo mantiene convenios de venta de medicamentos y servicios especializados en Europa, Asia, África y América Latina sino que algunos centros médicos en el extranjero, que tributan de alguna forma al turismo de salud cubano o a su mercado de fármacos, han estado dirigidos por ―o en ellos prestan servicios― personas que guardan relación directa con figuras relevantes del Gobierno cubano. Es el caso ya mencionado del exministro de salud Carlos Dotres pero, también, de la doctora Lianet García Sarmiento, sobrina de Reinaldo García Zapata, gobernador de La Habana, hoy vinculada como residente permanente al sector de la salud en República Dominicana.
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Por otra parte, en Tenerife, España, alejada de su carrera artística, reside desde hace varios años María Victoria Gil Fernández, hermana del actual ministro de Economía y viceprimer ministro de Cuba. La otrora presentadora de televisión es la dueña de un centro de salud desde el cual se han promovido las terapias para la piel en instituciones de la Isla.
Numerosas páginas de ventas en internet dan cuenta de la intensa y extensa comercialización de los fármacos cubanos hoy inaccesibles para los cubanos. En España, Italia, Alemania y Reino Unido, el frasco de 235 ml de Melagenina Plus cuesta sobre los 130 euros. En los Estados Unidos se vende por 255 dólares, a pesar de no haber sido aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de ese país ni recomendada por la Academia Americana de Dermatología o la Fundación Americana de Vitiligo, instituciones que insisten en la no existencia de una cura para esta condición médica.
La Melagenina ha sido señalada en numerosas ocasiones como fraude. En octubre de 2019, la prestigiosa revista Animal Político, de México, advirtió que es falso que médicos cubanos hayan logrado crear una cura para el vitiligo, señalando además que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no hacía referencia a ninguna cura, solo a tratamientos.
Sin embargo, ninguna alerta ha frenado la campaña engañosa que promueve la Melagenina como cura milagrosa. Y tanto sus ventas en el exterior como los programas de turismo de salud en la Isla acaparan la producción, no quedando absolutamente nada para la venta en farmacias a cubanos en la Isla.
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Cuando no hay oro se inventa Melagenina
Efectiva, paliativo o fraude, la realidad es que los cubanos continúan sin acceso al producto. Miles de enfermos de vitiligo en Cuba, esperanzados con la idea de que existe un remedio para su mal, fabricado en su propio país, se encuentran desde hace años en la misma situación desesperada que Norma o aún peor, pues ni siquiera han podido acceder a una consulta médica debido a que el tiempo de permanencia en las listas de espera del sistema de salud cubano suele ser de años y, aún así, esto no garantiza el posterior acceso al tratamiento.
El problema casi nunca es reflejado en la prensa del Gobierno. Las pocas ocasiones en que ha habido una respuesta oficial a la suspensión de los tratamientos a los cubanos y a la carencia de esta preparación a base de placenta humana (recolectada gratuitamente en la totalidad de los salones de parto de la Isla), se han señalado deficiencias en los procesos productivos y escasez de materias primas, a pesar de que existen evidencias ―y ha sido reconocido por el propio CHP― de que Cuba comercializó entre los años 1970 y 1980 (cuando aún no existía un programa nacional tan amplio como el actual para la recolección en hospitales) más de 40 toneladas anuales de placenta humana con destino a los laboratorios Meriux, de Francia.
Pero los datos ofrecidos por el director del CHP desmontan su propia respuesta sobre la imposibilidad de satisfacer la demanda interna.
Si, de acuerdo con la información del doctor Ernesto Miyares Díaz, para producir un lote de Melagenina Plus, de unos 3000 frascos de 235 ml cada uno, se necesitan 250 kilogramos de placenta humana, entonces, teniendo en cuenta que el volumen de recolección de la materia prima en hospitales se hubiera mantenido en las 40 toneladas anuales que se exportaban a Francia, no tendría sentido hablar de escasez cuando esa cantidad era suficiente para fabricar cerca de medio millón de frascos del fármaco al año, lo suficiente para cubrir las necesidades de todos los enfermos cubanos, incluso, dejar un excedente para la exportación y el tratamiento a turistas.
Mientras los pacientes extranjeros que arriban a Cuba mediante el programa de turismo de salud pueden escoger libremente el día de su consulta porque, como indican las páginas cubanas de promoción en internet, siempre hay disponibilidad, en cambio para los enfermos cubanos, que representan entre el 1 y 2 por ciento de la población de la Isla, la consulta en el CHP se realiza solo los primeros y terceros martes de cada mes, es decir, unos 200 000 pacientes apenas tienen 24 oportunidades al año de ser atendidos. Los cubanos no solo dependen de esa consulta para obtener el fármaco sino que tienen que recorrer un largo y tortuoso camino en el sistema de salud pública para, finalmente, ser aceptados en el programa de la “cura milagrosa”.
Pero, de la historia fundacional del CHP, narrada por ellos mismos, se infiere que los cubanos apenas sirvieron como cobayas del experimento.
A finales de la década de los 80, el doctor Carlos Manuel Miyares Cao, especialista en Ginecobstetricia y Farmacología de la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana, descubrió la sustancia base de la Melagenina y, habiéndose decidido la producción del preparado en 1980, se suspendieron las exportaciones de placenta a Francia, comenzaron los experimentos en personas y, paralelamente, se creó en 1985 el primer servicio internacional de atención a pacientes de vitiligo en la Clínica Central Cira García.
En correspondencia con el desarrollo cronológico de los hechos, la comercialización a pequeña escala de la Melagenina se inició aún sin concluirse los ensayos de efectividad e inocuidad, incluso un año antes de la creación del Centro de Histoterapia Placentaria, que fue en 1986, bajo la dirección del propio Miyares Cao, fallecido en 2015 y sustituido por su hijo en la dirección del instituto.

Fue tanto el interés de la comunidad científica internacional en el anuncio del hallazgo de una cura definitiva para el vitiligo que, casi de inmediato, Fidel Castro dio órdenes de comenzar lo que pudiera ser considerado como un primer sistema de turismo de salud, y se realizó a través de la empresa Cubatur.
Entre 1988 a 1991, siguiendo con lo publicado en la propia página web del CHP, comienza la exportación en mayor volumen del preparado y hasta se establecen centros de atención especializada en lugares como Islas Canarias, San Marino, Madrid, Brasil, Bogotá, México, Lima, Nicaragua, Salvador, Argentina, Ucrania, Rusia, Letonia y Nigeria, hasta sobrepasar en la actualidad el medio centenar de países que compran el preparado “mágico”.
Se fundaron, además, con la ayuda de los llamados “Grupos de Amistad con Cuba”, gestionados por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) y por medio del personal diplomático en las embajadas y consulados de Cuba, una treintena de asociaciones de “Amigos contra el Vitiligo”, integradas por enfermos que solicitaban la introducción del medicamento cubano en sus países.
“Había un programa especial en las embajadas cubanas para el asunto del vitiligo y los tratamientos en Cuba”, comenta bajo condición de anonimato un exfuncionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba: “En los consulados se colocaron carteles sobre el tema y se daban charlas sobre la Melagenina, se ponían videos sobre los tratamientos en el Cira García (clínica para extranjeros y altos dirigentes). Todo estaba en los comienzos. Era como se decía en aquel momento, la diplomacia de la salud. Ahora le llaman diplomacia médica. Se invitó a mucha gente, sobre todo a políticos y artistas a viajar a Cuba y se crearon los grupos de Amigos contra el Vitiligo; era como se hacía la promoción por aquellos días, sin internet”.
En 1995, en plena crisis por el desplome del campo socialista, Fidel Castro ordenó ampliar la capacidad productiva. Se inauguró entonces la planta de producción en La Lisa, en las cercanías del poblado de Valle Grande, en las afueras de La Habana, donde además de la Melagenina se comenzaron a fabricar otros nuevos fármacos también a base de placenta y derivados de la sangre animal y humana, con la finalidad de comercializarse en el programa de turismo de salud que se fue ampliando con otros tratamientos para la úlcera del pie diabético, la retinosis pigmentaria y el cáncer de pulmón, por ejemplo.
Pero la Melagenina pudiera ser considerada como el inicio de todo, y ha sido durante años uno de los pilares del llamado “turismo de salud” a Cuba, donde actualmente existen más de 20 centros hospitalarios destinados en exclusivo a la atención a extranjeros.
Entre los más importantes están el ya mencionado Centro de Histoterapia Placentaria (CHP), la Clínica Central Cira García, el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), el Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR), el Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN), el Hospital Ortopédico Frank País, el Centro Internacional de Retinosis Pigmentaria Camilo Cienfuegos y el que, posiblemente, sea el más conocido, el Centro Internacional de Salud La Pradera, inaugurado en noviembre de 1996.
Estos y muchos más son promocionados por plataformas de gestión del turismo de salud en Cuba como Solymed Travel y la página Cubandhealth. Algunos son hospitales y centros de investigaciones con capacidades de alojamiento para pacientes y sus acompañantes, con planes de excursiones y actividades nocturnas de recreación, en fin, con la categoría de hoteles. En tal sentido son promovidos por agencias de viajes y turoperadores, siempre en coordinación con el grupo de turismo Gaviota S.A., perteneciente al conglomerado empresarial militar conocido como GAESA.
Todos contrastan con el estado ruinoso de las instalaciones hospitalarias del país. Son clínicas con servicios de alto confort, altamente especializados y personalizados, y a las cuales no tienen acceso los cubanos residentes en la Isla, con la excepción de los principales dirigentes del Gobierno y algunos militares de alto rango y sus familiares.
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Los niños de Chernóbil, en la génesis del turismo y la “diplomacia de salud”
A inicios de los años 90, con el programa conocido como “Niños de Chernóbil”, el Gobierno cubano tendría la que quizás fuera la primera gran oportunidad de poner en práctica la “diplomacia de salud” o “diplomacia médica”, como la llaman los medios de prensa. Una estrategia autopromocional practicada con astucia por el régimen como forma de promover una imagen positiva al exterior, a la par que establece alianzas políticas por todo el orbe, con importantes beneficios económicos.
Algo similar sucedería más tarde en el año 2000 y hasta el 2014 con el convenio comercial, de trasfondo político, conocido como “Médicos por petróleo”, firmado por Fidel Castro y Hugo Chávez, pero “Niños de Chernóbil” fue el preámbulo de lo que pasaría más tarde y en mayor magnitud con Venezuela.
Aunque se tiene conocimiento de ejemplos anteriores de menor impacto mediático, con el inicio del programa de atención a los llamados niños de Chernóbil, Fidel Castro logró que en plena crisis económica provocada por la caída del bloque socialista en Europa los medios de prensa internacionales, enfocados en el probable fin del castrismo, dedicaran titulares a las bondades de los servicios de salud cubanos y, sobre todo, a los milagros de la ciencia médica.

Atender en un balneario cubano a unos 27 000 pacientes de Ucrania, Rusia y Bielorrusia, afectados por el accidente de la planta nuclear de Chernóbil (de acuerdo con los datos del propio Ministerio de Salud de Cuba), no solo les aseguraba a los comunistas varios acuerdos de colaboración económica con los gobiernos ruso, ucraniano y bielorruso —en especial en los renglones de la aviación y del transporte en general, fuertemente impactados por la ausencia de piezas de repuesto—, sino que también serviría como oportunidad de proyectar a la opinión pública la cara más “vendible” y “perdonable” de una dictadura acusada ante varios organismos internacionales de violar los derechos humanos.
Además, en consonancia con el establecimiento en Cuba de varias empresas hoteleras españolas, promovería las bondades naturales de la Isla para el turismo y la recuperación de la salud, consolidando lo que habría de derivar en un turismo especializado y, sobre todo, en una comercialización internacional de servicios médicos que hoy son la principal fuente de ingresos de la economía cubana.
Los doctores Silvia Orlandi García y Jorge Navarro son dos de los numerosos médicos que laboraron entre 1990 y 2011 en el programa de atención a los niños afectados por el accidente de la central nuclear de Chernóbil, ocurrido en abril de 1986. Ambos integraron el grupo de dermatólogos vinculados al proyecto de experimentación con la Melagenina en humanos, a raíz de su descubrimiento en la década de los 80, y aseguran que la alta demanda del producto en los tratamientos que se hacían en el balneario de Tarará, al este de La Habana, fue uno de los tantos factores que pudieron haber afectado el acceso de los pacientes cubanos al medicamento nombrado comercialmente como Melagenina, apenas terminada la fase experimental.
“En aquellos momentos la producción era de muy pocos frascos, no se pensaba en inaugurar la planta (de producción) de La Lisa ni en la exportación como ahora. Todo se hacía de modo casi artesanal”, explica a CubaNet la doctora Orlandi García: “Cuando se hicieron los primeros ensayos en humanos, a finales de los años 80, todos los pacientes de la muestra fueron enfermos cubanos pero después, cuando terminó el experimento, se hizo muy difícil para los enfermos (cubanos) obtener la Melagenina. Se acabó el experimento, y se acabó el medicamento. Lograr ser remitido al Centro de Histoterapia nunca ha sido fácil. La mayor parte eran pacientes que iban de los hospitales militares, o se enviaban algunos lotes (del fármaco) a esos hospitales y al sanatorio (militar) de Topes de Collantes”.
Y más adelante en la conversación advierte la doctora Orlandi García: “Gracias a eso (se refiere a los ensayos con cubanos y, más tarde, con niños ucranianos) se pudo comprobar la relativa efectividad, pero jamás como una cura definitiva sino como un paliativo. (…) Es lo que es la Melagenina, y tengo que decir también que en pieles oscuras. En las pieles claras los resultados no son los mismos. Pero, ¿por qué se insistió en usarlo en los niños de Chernóbil? Porque no había otra cosa. Esa es la realidad”.
Transcurrían los terribles años 90, en plena escasez de todo, y aunque, de acuerdo con el testimonio del doctor Jorge Navarro, la Melagenina en la práctica no cambiaría nada en cuanto al vitiligo, Fidel Castro vio en el programa de atención a niños de Chernóbil la posibilidad de hacerle promoción al fármaco.
“Creo que si no hubiera existido la Melagenina, Fidel lo hubiera hecho con cualquier otra cosa, con agua con azúcar. (…) Casi toda la producción que se hacía se usaba en el programa, porque en aquel momento era la noticia. Cuba y el descubrimiento de un milagro médico que salvaba a niños afectados por la radiación, aunque en la práctica lo que se hacía era botarlo porque efectividad comprobada, por sí solo, no tenía”, apunta el doctor Navarro.
En realidad no existen hasta el momento estudios externos sobre la efectividad de la Melagenina. Los que hay publicados han sido realizados por el propio Centro de Histoterapia Placentaria de Cuba y la mayoría aparecen bajo la firma del doctor Carlos Miyares Cao, su “descubridor”.
“Creo que no se han tenido en cuenta otros tratamientos simultáneos que reciben los pacientes además del uso de la Melagenina”. Se refiere el doctor Jorge Navarro a los estudios científicos publicados, y agrega: “En mi experiencia personal atribuyo muchos de los avances que se describen a factores psicológicos y, por supuesto, a los desencadenantes. No es lo mismo cuando la causa es el estrés que cuando es por efectos de la radiación. A los niños de Chernóbil se les aplicaba también fototerapia, se les indicaba practicar deportes al aire libre, baños de mar, porque estaba el clima nuestro por otra parte. En la actualidad a la terapia con Melagenina se le han incorporado concentrados vitamínicos, dietas, corticosteroides y por supuesto todo eso junto debe hacer algo, no es solo la Melagenina, pero quieren decir que en Cuba hay una cura milagrosa para el vitiligo. Esa propaganda tuvo su efecto en aquel momento porque de inmediato se desató una fiebre por la Melagenina en todo el mundo”, advierte el especialista.
Pero todo no quedó allí en Tarará. La Melagenina, aunque puesta en duda su efectividad como cura por la comunidad científica, se terminó vendiendo como tal y, por supuesto, como oro.
Con el acuerdo “Médicos por petróleo”, oficialmente denominado “Convenio Integral Cuba-Venezuela”, pactado por Fidel Castro y Hugo Chávez en el año 2000, la “diplomacia de salud” vivió su apoteosis y detrás de ese éxito estuvo el turismo médico que aportó Venezuela con cerca de 60 000 pacientes atendidos en el Centro Internacional de Salud La Pradera tan solo hasta 2013.
La Melagenina junto con otros fármacos cubanos encontraron nuevas oportunidades más allá de lo estrictamente terapéutico y, sin dudas, hicieron su aporte para que Fidel Castro se hiciera finalmente con los 100 000 barriles diarios de hidrocarburo que Chávez le regalaba para que, más adelante, los reexportara a razón de unos 100 dólares por barril.
Un negocio que le permitió acumular, de acuerdo con los datos registrados en la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de Cuba (ONEI) un excedente comercial de 3900 millones de dólares para el año 2010, al tiempo que la venta de servicios médicos sumó unos 9400 millones de dólares de un total de 13 600 millones que obtuvo ese año en ingresos netos por exportaciones.
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