HOLGUÍN, Cuba.- “Los adultos mayores no pueden entrar”, vociferó el responsable de la puerta de entrada del mercado San Field en esta ciudad. La advertencia cayó como un cubo de agua fría en la mayoría de las personas que estaban en la cola.
Habían llegado desde muy temprano con la intención de comprar algunos productos del agro que se ofertaban en el lugar. Pero el vigilante tenía la orientación de no dejar pasar a menores de edad, madres con niños, discapacitados y adultos mayores, tal como se establecía en las nuevas medidas frente a la COVID-19 de la etapa de transmisión autóctona limitada por los aumentos de contagios de coronavirus en la ciudad.
De nada valieron las súplicas de los adultos mayores. “Si los dejo entrar me ponen una multa de tres mil pesos”, respondió el portero y así libró su responsabilidad.
Es una situación difícil que el gobierno impone a la fuerza sin tener en cuenta que Cuba es una de las naciones más envejecidas de la región. Alrededor de uno de cada cinco cubanos tiene más de 60 años. Y desde hace una década hay más personas en este grupo de edad que menores de 14 años. La medida ha sido calificada de desesperada ante la incapacidad de las autoridades de detener el incremento de los contagios y fallecidos por el coronavirus.
“Eso no lo pueden aprobar categóricamente, primero que hagan un estudio de la familia. Yo vivo sola y nadie me hace los mandados”, dijo una señora que estaba entre los primeros puestos en la cola.
Las críticas a la improvisada medida fueron subiendo de tono entre los adultos mayores. “Pero en el periódico no dice qué organismo se encargará de traernos la comida a la casa”, ripostó un señor que se auxiliaba de un bastón.
Muchos de los adultos mayores presentes pusieron en tela de juicio la cacareada afirmación oficialista de que ‘nadie quedará abandonado’. “Un vecino te ayuda más que cualquier organismo del Gobierno. Prohibir a los viejos comprar en el mercado es una idea que seguro se les ocurrió a los grandes jerarcas que están allá legislando cosas. Ellos lo tienen todo resuelto, no hacen colas y viven de espaldas al pueblo”, enfatizó otro señor indignado.
De acuerdo con lo estipulado en la ley de Seguridad Social (Ley 105 de 2008), los trabajadores que cumplan con los requisitos de edad (60 años las mujeres y 65 los hombres) y 30 años de servicio pueden acceder a la jubilación cuando así lo consideren.
“El problema es que para esta gente (los dirigentes) a veces eres muy joven para ser viejo y muy viejo para ser joven”, añadió.
“Nos estamos muriendo de hambre”, se oyó un grito que estremeció el lugar, pero la puerta siguió cerrada.
Una situación similar ocurría en el llamado mercado Mambí, donde una señora defendía a los impedidos físicos quienes no disponen de alguien que le lleve la comida a la casa y tienen que buscarla. “Esa medida es injusta”, enfatizó.
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“Estoy solita y enferma de los nervios con mi historia clínica. Jubilada y tengo que hacer las colas, ¿quién me va hacer la cola a mí? Pero no solo eso, los mandados de la bodega los compro en el Coco, a casi 12 kilómetros: ¿en qué los busco?, yo no tengo a nadie y vivo de mi chequera. ¿Quién me resuelve mi problema?, ¿me muero de hambre aquí? ¿En qué voy a buscar esos mandados si no hay transporte? En una moto no pueden ir dos personas, y ¿entonces qué como?”, dijo una señora con voz trémula.
Aunque las autoridades no lo han reconocido, es evidente que las grandes aglomeraciones provocadas en las colas para comprar productos de primera necesidad han contribuido a la propagación del COVID-19 en Cuba.
“El coronavirus se controla si se eliminan las colas, y para que eso suceda hay que abastecer, pero el gobierno es incapaz de producir suficientes alimentos”, comenta Mauricio Rosales, un jubilado al que le impidieron la entrada al mercado Los Chinos.
Aumentar la oferta de productos de primera necesidad es una solución que no se vislumbra por las reiteradas ineficiencias del gobierno. “Hay una desvinculación entre las bases productivas y las estructuras empresariales y estatales de la agricultura cubana”, reconoció el vice primer ministro Jorge Luis Tapia Fonseca en una reunión de trabajo del ejecutivo nacional con los directivos del sector agropecuario no cañero efectuada recientemente. “¿Por qué hay más de 2 000 cooperativas con problemas económicos y financieros? Y eso viene desde antes de la Tarea Ordenamiento”, señaló Tapia.
“El pueblo no come planes”, dijo el primer ministro Manuel Marrero Cruz, quien definió a la producción de alimentos como un problema de seguridad nacional.
“Esa muela ya la hemos escuchado miles de veces. En 60 años siguen estancados con los mismos problemas que son incapaces de resolver”, opinó Rosales ante una pregunta de CubaNet.
En la panadería de la calle Mártires esquina Aguilera cientos de personas esperaban comprar en una fila que se extendía casi una cuadra. A un lado había adultos mayores. “El dependiente dijo que a los de más de 60 años no les despacharía. Pero yo vivo solo, yo no sé qué harán conmigo”, dijo Carlos Rodríguez, un anciano de 74 años.
“Tomaron la decisión más fácil y no pensaron en la familia donde los jóvenes trabajan, ni en las personas mayores que viven solas. Los gobernantes no hacen colas y tienen sus problemas resueltos, por eso piensan que los demás viven como ellos. Es muy fácil mandar desde un buró en una oficina con aire acondicionado y con todos los problemas resueltos”, comentó Rodríguez.
La mayoría de los adultos mayores tienen que hacer cola porque los hijos trabajan. “Somos mi hija y yo. Ella es médico y llega a las seis de la tarde del trabajo. Yo tengo que salir a comprar los alimentos”, dijo Bárbara Paz.
“Si usted aprueba una resolución que perjudica al pueblo, hay que tener el plan B preparado. Antes de prohibirme salir de la casa por el coronavirus, primero tenían que garantirme una persona que me hiciera las compras en la farmacia, en la bodega y en el mercado. Mi hijo no puede hacer colas de largas horas porque trabaja, pero aparte de eso es diabético, hipertenso y alérgico de alto riesgo”, comentó Lucrecia Céspedes, una señora que pretendía entrar al mercado Los Chinos.
Céspedes cuestionó la labor de los trabajadores sociales. “Dónde están los trabajadores sociales que Fidel preparó? No están trabajando, porque si estuvieran entonces iban para casa de los viejos a cuidarlos. Los trabajadores sociales fue otro fracaso de este gobierno que invirtió millones de pesos en vano en su preparación”.
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“Quien lo haya dicho. No se puede aplicar porque no han creado las condiciones casa por casa. Después de visitarme y comprobar que no hay nadie que busque las cosas pueden decirme, usted no puede ir a tal lugar”, agregó un señor.
Solapadamente y sin anuncio oficial, la medida se ha extendido a los centros laborales estatales donde están cerrando el contrato a personas jubiladas con el pretexto de que son vulnerables a la COVID-19. Esto contradice la Ley de Seguridad Social que permite a los jubilados por alcanzar la edad correspondiente reincorporarse a un puesto de trabajo y poder devengar al mismo tiempo pensión y salario.
“Yo era custodio en un almacén y mi me sacaron del trabajo con el pretexto de que yo era mayor de edad y podía enfermar de coronavirus. En mi lugar pusieron a un muchacho joven y a los pocos días se robaron seis lámparas que están a 300 pesos en la calle. Vinieron a buscarme para preguntarme, y yo liberé responsabilidad porque había echo la entrega”, dijo Ángel Díaz, un señor de 67 años.
Mientras, por las calles de Holguín es común ver a ancianos caminando cabizbajos con la jaba vacía de vuelta a casa.
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