1

Martí, símbolos y síntomas de una sociedad 

José Martí

LA HABANA, Cuba. – Como acto de caridad, el joven le extiende un peso de papel. El viejo mendigo lo toma, lo examina por unos segundos y, apenas el muchacho da la vuelta para seguir camino, el anciano estruja el billete y con desprecio lo arroja como basura a la calle. Quizás era lo único que le podían ofrecer por estos días en que el dinero anda bien escaso (así como la gente lo está de caridades) pero así reaccionó el señor para quien un peso cubano ni siquiera tiene valor como gesto de bondad.

De esto fui testigo hace unos días mientras caminaba por la calle Reina, en La Habana, tan “pródiga” en miserias. Ojalá hubiera podido captar el fugaz suceso en un video porque quizás, aun siendo un caso en particular, es uno de los ejemplo más ilustrativos de cuánto valor ha perdido la moneda nacional en estos tiempos cuando al billete de un peso cubano, ese que siempre ha tenido la imagen de José Martí como sello distintivo y tributo, muy pocos lo quieren en el bolsillo.

Y es que así como son 170 los años que este sábado cumpliría nuestro Héroe Nacional, también son cerca de 170 los billetes de a un peso que hay que reunir para adquirir ese dólar que por estas horas marca la diferencia entre comer y quedar con el estómago vacío, entre emigrar, huir, ponerse a salvo y quedar varados por siempre aquí donde todos, de algún modo, somos o terminaremos siendo como ese mendigo de la calle Reina, tanto en su condición como en sus actitudes.

Pero más allá de colocarle un valor monetario a la ayuda que recibe, de despreciar el gesto del joven, es cierto que nada, absolutamente nada, podía comprar con solo uno de esos billetes con los que apenas cinco años atrás se pagaba una jabita de nailon o dos pasajes de guagua, tal vez hasta un durofrío, una fritura de maíz, un caramelo “de merolico”. Y también más allá de cómo el simple acto despreciativo de una moneda nos pudiera describir nuestra realidad económica, hay sin dudas otra lectura simbólica que trasciende a lo social, y que se deriva de la imagen de José Martí en el billete.

Un simbolismo que en lo personal se refuerza porque se trata de un joven, de apenas 20 años, que devuelve, a modo de ayuda, el legado que él mismo recibiera de una generación anterior, representada por este mendigo que no lo acepta y hasta desprecia. 

Porque se trata de un legado que para nada ha servido ni a uno ni a otro, una carga, digamos que de “ideales”, de “utopías” que no quiere llevar ni el joven que continúa su camino hacia un “destino final” donde le servirían de muy poco, ni el anciano que no desea tanto lastre de vuelta. A fin de cuentas la supervivencia casi siempre es más exitosa cuando existe divorciada de los valores humanos.  

Si la imagen de José Martí no hubiera estado en el billete rechazado, y si este aniversario no hubiera coincidido numéricamente con el valor actual que ha alcanzado el peso cubano frente al dólar por estos días de hiperinflación, quizás no hubiera caído en tales asociaciones pero sucede que no hace mucho, mientras caminaba frente a un centro escolar, pude ver cuando unas maestras arrojaban a la basura una maqueta de la casa natal del Apóstol

La icónica casita de la calle Paula, en La Habana Vieja, la representación de papel que quizás fue la tarea de clases o el homenaje de algún niño o niña para ese que nos enseñó que “honrar, honra”, no terminó en el basurero de la mano y el desprecio de quienes la crearon con la ilusión que surge de la inocencia, sino por voluntad de quienes, posiblemente desde el desencanto, el hartazgo y el menosprecio solo vieron en ella un simple objeto de desecho. 

Ni siquiera se tomaron el tiempo para desarmar en piezas la casita de Martí, para que ya en pedazos y en aquel destino el contraste del símbolo patrio en medio de los desperdicios no diera lugar a las “significaciones”, pero la espontaneidad o la ingenuidad, la no consciencia del hecho obraron como otro “símbolo”, más bien “síntoma”, de nuestros tiempos.

Y no es solo simbolismo y síntoma lo que encuentro en las acciones del mendigo y las maestras sino demasiada y muy alarmante realidad que me indica hacia dónde vamos, y no precisamente hacia un mejor lugar como sociedad.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.