A Marina Menéndez le gustan las dictaduras

LA HABANA, Cuba.- A la señorita Marina Menéndez Quintero le gustan las dictaduras. Las llama “naciones incómodas”.
Una vez la vi por la calle Obispo, en la Habana Vieja, cuando pasó como una ráfaga en su motocicleta eléctrica. Parecía ser muy joven y tenía la experiencia de haber realizado misiones en Nicaragua y Venezuela, por lo que fue nombrada directora de Juventud Rebelde, uno de los periódicos de Raúl Castro, cargo que ocupó apenas unos meses.
En breve tiempo Marina se ha especializado en defender a la dictadura castrista a capa y espada, con sus artículos al estilo arengas políticas, baba panfletaria, obviando leyes, pudor, ética en materia de información y cultura comunicativa eficaz en medio de grandes mantos de silencio a su favor.
En días pasados, se refirió a la visita de Michelle Bachelet, la alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos. Su artículo, publicado el 28 de junio, resulta tan cantinflesco, que no se sabe si donde dijo Diego, dijo dije, cuando se refirió a lo que habló Bachelet y lo que aún podría decir.
Ni muerta se atreve Marina a repetir lo que podría decir Bachelet. Mejor dejarlo ahí, ¿verdad, Marina?
En fin, que leer sus artículos periodísticos, algunos por cierto, en ocasiones nos dejan pensando qué escribiría esta periodista si en cualquier momento se acaba de desmerengar la dictadura castrista, cuando por ley de gravedad es posible que ocurra más temprano que tarde.
Veremos dónde mete la cara, con motico y todo.
Su texto comienza señalando ̶ como si fuera una experta analista de la política norteamericana ̶, que Donald Trump se ha olvidado de liquidar de un porrazo a la dictadura de Maduro, y que por ende el narco presidente usurpador está seguro en su poltrona millonaria por ahora.
Llama “dolorosa llaga” a las medidas punitivas que castigan al régimen dictatorial de Maduro, y no quiere reconocer que las masas venezolanas apoyan precisamente esas medidas, porque están hastiados de Maduro, junto a una buena parte de su propio Ejército Militar.
No olvidemos que fue el propio Barack Obama quien declaró a Venezuela como un peligro para la seguridad nacional de EE.UU., dando pie legal, es cierto Marina, para que Donald Trump aplicara medidas de castigo, e incluso Raúl Castro bendijo después al ex presidente con un abrazo y un recibimiento de hermano en La Habana, en su política circense.
Ni remotamente Marina dice que la Asamblea Nacional, presidida por Juan Guaidó, es apoyada por un semillero de países no sólo de Europa, sino de América Latina, y que, en voz de este joven, valiente de verdad, Bachelet escuchó la verdadera realidad de Venezuela. Guaidó no sintió miedo alguno al salir en defensa de las libertades democráticas y los Derechos Humanos, o a denunciar los 800 presos políticos ̶ incluso numerosos militares desafectos ̶, frente a un atajo de hampones en el poder político, matarifes que desde el principio mantuvieron relaciones amorosas con Fidel Castro y su hermano menor.
Marina Menéndez Quintero se solidariza con la señora Bachelet, al no usar sus poderes para enjuiciar al gobierno de Maduro y sus secuaces. Es lógico. Por lo general, los flojos le temen a las dictaduras.
Entonces cualquiera puede preguntarse: ¿Por qué Bachelet pidió cooperar para “reforzar la prevención de la tortura y el acceso a la justicia en Venezuela”? Más claro ni el agua: La Alta comisionada de la ONU supo, desde mucho antes de llegar a Caracas, que visitaría un país con la misma historia de torturas y crímenes contra la oposición que ha vivido Cuba en más de medio siglo de dictadura.
¿Acaso Fidel y Raúl no han sido los creadores de la dictadura venezolana de Chávez y Maduro, sus más fieles defensores, y por demás los causantes de su ruina?
Marina, basta escuchar a un encapuchado para saber si es cubano o no.
Y algo más: ¿No sería más provechoso para un pueblo que vive en la miseria total hacer migas con la mayor potencia económica del mundo?