MIAMI, Estados Unidos – Hay quienes están disgustados porque algunos cubanos se aprovechan de sus visas turísticas de cinco años para ir a Estados Unidos a trabajar “por la izquierda”, en ciclos periódicos, durante uno o varios meses. Es otra de las variantes de “escape” puestas en práctica por la gente de a pie en la Isla. Y es algo ilegal, claro, tanto como lo son casi todas las variantes que practicamos hoy en nuestra contienda contra la miseria. Así que resulta indiscutible el derecho de aquellos que la desaprueban.
Aunque no siempre el derecho legal, o el formal, resultan suficientes para validar las razones de quien los ejerce. Sobre todo cuando tales razones, por más racionales que se muestren, contrarían el derecho natural de las personas a luchar por la vida.
Más razonablemente que nuestros paisanos que largan el pellejo trabajando en Miami para engordar a cierta especie de parásitos en Cuba, actúan sin duda los que le pagan un pasaje de avión a familiares para que vayan a sudar la frente, y comprueben de paso el sacrificio que les cuesta a muchos de ellos enviar remesas a la Isla. En cambio, los que impugnan esa práctica mediante la consideración de que la gente que va a Miami a trabajar “por la izquierda” les está restando posibilidades laborales a los que viven allí legalmente, hacen gala de un egoísmo que sería comprensible si no fuera tan simplón, y, lo que es peor, injustificado, pues está por ver hasta qué punto sufre depresión para los miamenses el único mercado laboral al que pueden acudir esos menesterosos luchadores de la Isla, o sea, el que ofrece empleos para fregar platos, lavar ropa, limpiar casas, dar brillo a los cristales, chapear jardines, o cuidar a enfermos y ancianos, entre otros de ese nivel.
Luego de que, a fuerza de perderlo todo, hemos perdido hasta el sentido común, los cubanos nos acostumbramos a ver como normal lo que es anómalo. Pero no sólo eso. También vemos a veces como anómalo lo que es natural y corriente. Es lo que parece estar sucediendo en este caso. O al menos es lo que uno interpreta ante las quejas de ciertos exiliados –pocos, por suerte– que manifiestan su preocupación ante el hecho de que los luchadores de marras ganen unos cuantos dólares en Miami para ir a gastarlos en Cuba, donde, indiscutiblemente, todo ese dinero va a parar a manos del régimen totalitario; pero no sin haber servido para llenarle la barriga a cinco o seis hambrientos y para sustituir malamente algunos de los harapos con que se visten. Además, creo que sobraría aclarar que nuestra dictadura, que se ha pasado medio siglo ordeñando todas las riquezas de la Isla, no va a ser más ni menos millonaria con los cuatro pesos que pueda aportarle o no esta pobre gente.
Otra queja, bien fundada en razones legales, pero desprovista quizá de las lógicas razones de la barriga o del sentido común, refiere cuánto les preocupa a ciertos cubanos de la otra orilla que, al trabajar allá por la zurda, sus compatriotas de la Isla incurran en el delito de evasión de impuestos al erario estadounidense. Tal vez les parezca una pérdida escandalosa e irreparable que el país más rico del mundo deje de cobrarle unos poquísimos dólares de impuesto a cuatro menesterosos.
Y otra queja más da cuenta de su preocupación porque algunos de esos menesterosos sean simpatizantes de la dictadura o incluso militantes del partido comunista, a pesar de la muy demoledora prueba contra el comunismo contenida en la circunstancia de que un comunista cubano se vea en la necesidad de abandonar su paraíso en la tierra por unos meses para asegurarle los frijoles de todo el año a su familia yendo a limpiar cristales ilegalmente a las entrañas del monstruo capitalista.
En fin, ya lo dejó dicho aquel sabio, dos de los excesos más frecuentes entre los seres humanos son: a) excluir la razón de sus actos; b) no actuar más que llevado por la razón. Es algo que ocurre quizá porque, como bien puntualizara otro sabio, nada sobre la tierra ha sido mejor repartido que la razón, pues todos estamos seguros de poseerla por entero. Sin embargo, en casos como el de quienes repudian esta nueva variante de lucha por la zurda que practica ahora nuestra gente, yo asumo la sentencia de un tercer sabio: prefiero darles la razón a priori antes que aburrirme escuchando o leyendo sus argumentos.
Nota de la redacción: El periodista independiente José Hugo Fernández reside en Cuba y se encuentra de visita en Estados Unidos