LA HABANA, Cuba.- Me la paso observando las idas y venidas del nuevo “presidente” cubano, Miguel Díaz Canel-Bermúdez, seleccionado por el anterior a espaldas de un pueblo que no los eligió, y al parecer el mandatario tiene muy pocos que lo entienden.
Y digo que seguramente no lo entienden porque se la pasa repitiendo que hay que eliminar todo lo que entorpece el desarrollo, como si esto no fuera voz populi.
Entonces ¿cómo eliminar lo que entorpece el desarrollo?
¿Querrá decir el representante del Estado que él podría desaparecer entonces, puesto que es la ideología socialista-comuñanga, y no otra cosa, el freno que atenaza a las entidades productivas y de servicios del país?
Tener ojos para ver y cabeza para pensar. Mire bien a su alrededor: usted vive en un pueblo que, de tanto rechazo, el Estado le resulta indiferente, por mucho que salgan a tiempo los dos periodiquitos nacionales. Es posible que los lean más los periodistas independientes que mis vecinos.
Pero bien, vuelvo al punto de partida: ¿cómo tomar las decisiones que se necesitan para desatar las fuerzas productivas y vigorizar la economía, algo que no se ha podido lograr desde hace más de sesenta años, y que ni siquiera la prensa lo ha denunciado, en vergonzosa complicidad con la dictadura?
Muy fácil amigo, una sola receta: emprender una economía de mercado, dejar que el hombre produzca libremente como lo han hecho a través del tiempo los países más desarrollados del mundo, incluso China, Vietnam y Rusia.
Recordemos cuando el comandante sabelotodo tenía lo necesario para alcanzar un desarrollo industrial sostenible, integrado, que asegurara la soberanía de Cuba. ¿Y qué ocurrió? Desaparecieron a la industria española y norteamericana que nos dieron prosperidad, y hoy se ve a Cuba en retroceso, mucho menos soberana e independiente en materia económica.
Y sí, usted lo dijo, “hay obsolescencia”, una palabrita que se las trae, y que, según el pequeño Larousse, quiere decir: calidad o condición de obsolescencia, depreciación de un activo inmovilizado en virtud de la evolución técnica, o depreciación de un equipo industrial por la mejora introducida en el mismo.
En pocas palabras: ¿Entonces de qué potencial usted habla? ¿A quién quiere engañar? ¿No dijo también el difunto tirano que podemos hacer lo que nos propusiéramos?
Díaz-Canel seguirá en sus maratónicas jornadas de visita por los municipios cubanos siempre aparentemente optimista, porque el poder obnubila, y fracasará con los de hoy y siempre: Ramiro Valdés, Valdés Mesa y Machado Ventura.
Una verdadera carrera maratónica de altos dirigentes que, para seguir la rima de los hermanos Castro, se hicieron ilusiones, ya perdidas con otra palabrita rebuscada como “preasignación”, que aparece en el periódico Granma para explicar que “la preasignación laboral es una oportunidad para generar motivaciones”.
Pero, ¿qué harían en esos centros laborales los recién graduados, aunque tengan un conocimiento previo de la entidad laboral, para solucionar los problemas de producción si la industria cubana es obsoleta?
¿Qué pasaría si los estudiantes detectan la traba fundamental: el socialismo-comuñanga, y lo plantean en una reunión a boca de jarro? ¿Sería capaz Díaz-Canel de eliminar esa traba?
¿Tendrá coraje para terminar diciendo públicamente que “el modelo económico cubano no se puede exportar, porque no funciona ni para nosotros”, como dijo el comandante sabelotodo aquel 2 de septiembre de 2010 a sus 84 años de edad al periodista Jeffrey Goldberg, y a Julia Sweig, experta norteamericana en relaciones exteriores?
Ese día Fidel terminó por reconocer que el Estado tiene un papel demasiado grande en la vida económica del país, que él mismo, por error, le endilgó. Ese día Castro disparó bien alto.
¿Se atrevería Díaz-Canel a repetir las palabras del Iluminado, como lo llamó el poeta Miguel Barnet?
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