LA HABANA, Cuba.- Este 20 de agosto se cumplen 50 años de la invasión soviética, y de un grupo de sus satélites del Pacto de Varsovia, a Checoslovaquia. De esa forma llegaba a su fin aquel experimento de socialismo democrático con rostro humano que, bajo la dirección de Alexander Dubcek, venía implementando el Partido Comunista de esa nación centroeuropea.
Simultáneamente con la puesta en práctica de políticas liberalizadoras en los ámbitos político, cultural e ideológico, los dirigentes checos se esforzaron por modernizar su economía, enfatizando el papel del mercado y otorgándole suma importancia a la gestión obrera en la dirección de las empresas.
El padre de las reformas económicas checas fue el economista Ota Sik, que había sido director del instituto de Economía de la Academia de Ciencias de ese país, y ya en 1968 se desempeñaba como vicepresidente del Gobierno de la nación.
A partir de 1965 Ota Sik comenzó a insistir en la importancia de estudiar las teorías económicas de los países occidentales, al tiempo que enviaba a jóvenes economistas checos a que se capacitaran en las universidades de esas naciones.
En el ensayo “Problemas del nuevo sistema de dirección planificada en Checoslovaquia”, publicado en 1968, Sik alertaba que la producción no podía desarrollarse ignorando la presencia del mercado. Es decir, había que realizar estudios de mercado, y por tanto aquilatar las preferencias de los consumidores antes de acometer cualquier gestión productiva, ya que esta se tornaba inútil si no era coronada por el consumo. En ese contexto, el destacado académico criticó esa especie de “tiranía del productor” que padecía la economía checa, y que había heredado del modelo soviético.
Sik no aconsejaba cerrar la economía checa a las importaciones provenientes de otros países. Al contrario, alentaba esas importaciones para que las empresas checas se dedicaran, y se especializaran, en aquellos renglones que podían hacerlas competitivas a nivel internacional.
Y con respecto a aquellos elementos de la nomenclatura que vacilaban ante las reformas, Sik apuntaba que “no habría nada más funesto que comenzar a asustarse con las primeras dificultades y los problemas políticos involucrados, y de nuevo empezáramos a echarnos atrás ante ellos, volviendo a las viejas y acostumbradas intervenciones y medidas administrativas”.
Como podemos apreciar, nada de lo esgrimido por el reformista checo es tomado en cuenta por los que actualmente llevan a cabo la actualización del modelo económico cubano.
Aquí las empresas siguen produciendo de espaldas a las necesidades del mercado. Son más importantes las cifras de cumplimiento de los planes en valores que el elemento cualitativo que refleje la satisfacción de los consumidores. No en balde son elevados los inventarios ociosos de mercancías terminadas que no hallan compradores.
Continúa la estrategia semiautárquica de sustituir importaciones, con el mantenimiento de empresas ineficientes y poco competitivas, además del perjuicio que ello reporta a los consumidores, a los que se les priva de acceder a artículos de primera calidad. Y así hablan de protección al consumidor…
Por otra parte, esos zigzagueos en el modelo económico, como las restricciones al cuentapropismo, el excesivo control a los transportistas privados, los topes de precios, y los cierres de mercados agropecuarios de oferta-demanda, entre otros, se asemejan al retroceso hacia las viejas medidas administrativas que Ota Sik recomendaba no realizar.
Es que, a la postre, los actuales gobernantes cubanos siguen estando —como en su momento lo estuvo Fidel Castro— de parte de los tanques soviéticos, y en contra de las libertades políticas y económicas.