LA HABANA, Cuba.- En Cuba, el Día de San Valentín genera más preocupación que ganas de celebrar. Mientras la fecha se aproxima, la limitada variedad de regalos aumenta sus precios y las ofertas de los restaurantes se tornan inalcanzables para numerosas parejas.
A los inconvenientes de celebrar el amor en un país signado por la escasez material y la emigración, se suma el handicap de las telecomunicaciones. Casi todas las familias cubanas tienen un bienamado fuera de la Isla. El malestar de la ausencia no recae solo en cónyuges temporalmente separados; también despierta la añoranza por hijos, padres o hermanos que viven en otro país, y deben recurrir al frío recurso del chat o la llamada telefónica para sustituir el beso, el abrazo y la celebración con sus seres queridos.
Pero contrariamente a lo que sucede en otras regiones del mundo donde la tecnología contribuye a acortar lejanías y paliar los efectos de la soledad, en Cuba las telecomunicaciones no facilitan el contacto con los parientes emigrados.
CubaNet conversó con varias personas acerca del amor a distancia, las probabilidades de que funcione y la manera de hacerlo perdurar. Aunque varias mujeres consideran que no es posible por aquello de que “el roce hace el cariño y la desconfianza crece como la mala hierba”, otros entrevistados sostienen que la distancia favorece la pasión, haciendo de cada reencuentro una experiencia atesorable.
Un tercer grupo habló del problema real, que en la actualidad no tiene tanto que ver con la separación como con las circunstancias que la motivan y la falta de recursos para alimentar el romance desde la plataforma virtual.
Nada puede sustituir la calidez de la presencia humana en una fecha tan señalada; sin embargo, en la era digital las alternativas para avivar el amor online son prácticamente ilimitadas, desde una tierna videollamada hasta un sex chat con la pareja, ambas desde la intimidad del hogar. En Cuba, no obstante, la idea suscita menos entusiasmo, pues tener que ir a un parque para capturar la señal Wi-Fi e intentar comunicar con la persona amada, es un desafío incluso para los amantes más tenaces.
Los cubanos enamorados a larga distancia están obligados, en el día de San Valentín, a mantener en público una charla pensada para el ámbito privado. Debe ser un trance horrible no poder manifestar emociones de forma espontánea, por el hecho de que cualquiera puede estar pendiente a la conversación.
Para estas parejas es muy difícil tener un momento íntimo. Un videochat con pretensiones románticas desde un parque repleto de gente, termina siendo una conversación rutinaria, interrumpida por la inestabilidad de la señal que entrecorta las palabras y pixela la imagen. No es de extrañar que muchos prefieran el correo electrónico o el messenger; aunque otros consideren que ciertas alegrías deben ir acompañadas de un testimonio visual para generar el impacto deseado.
Tal fue el caso de un cubano entrevistado por CubaNet en las afueras del Estadio Latinoamericano. El hombre llevaba un buen rato con su hijo cargado y trataba de hacerle tomas con la pantalla del celular para que su esposa, en el extranjero, pudiera ver al bebé dormido. Aquel hombre de pie, perseverando con la conexión y resguardando a su hijo del sol inmisericorde, ofrecía un cuadro que según la sensibilidad del espectador, podría calificarse de lamentable o definitivamente romántico.
El amor a distancia es tan válido y viable en la Isla como en cualquier parte del mundo; la diferencia estriba en los obstáculos para mantener el idilio. Algunas parejas soportan la lejanía, otras se quiebran; pero no hay dudas de que regularizar el acceso a Internet podría extender la durabilidad de estas relaciones y traer otros beneficios. A fin de cuentas, un amor en Cuba es siempre un buen motivo para regresar.