LA HABANA, Cuba. – ¿Se acuerdan de los ángeles de Fidel Castro? Antes de que se llamaran “trabajadores sociales”, eran conocidos como lumpen, muchachos que habían abandonado sus estudios, que no trabajaban, que cometían fechorías por las calles de La Habana, pero convertidos de la noche a la mañana en “los ungidos del comandante”.
Otro experimento fracasado de Fidel Castro, una tropa de choque llamada “los camisas pardas”, creada en el año 2006 para detener el comercio ilegal de combustible.
Un poco antes de que metieran mano en sus bolsillos, desvinculados de los estudios y del trabajo, el dictador anunciaba que sus ángeles eran merecedores de prebendas como albergues especiales, transporte, relojes, zapatillas e, incluso, computadoras: una manera del Iluminado de corromper desde el poder.
Se ocuparon durante largos meses no sólo de administrar los centros que expendían gasolina y petróleo, sino, además, de dirigir la distribución de efectos electrodomésticos, cambiados por los viejos equipos norteamericanos de alta calidad, aún funcionando, por los más ahorrativos y más baratos.
El invento de los angelitos movilizados terminó como era de esperar. No recuerdo quien vaticinó que aquellos muchachos, descarriados, entrenados para controlar a las masas imperfectas de un régimen en declive, más temprano que tarde meterían mano con sus bolsillos.
Algo muy parecido ocurrió con Hitler y sus “juventudes nazis”, bien leídas por Fidel Castro.
Pero, ¿fueron culpables los ángeles, o culpable es un régimen corrupto desde sus mismos inicios? En Cuba, el improvisado jefe de estado se apropió de toda una isla y disfrutó a plenitud de todas sus ventajas como un gran monarca, siempre a espaldas del pueblo: fastuosas residencias, yates, comidas suculentas, lujos, mientras exigía a la masa austeridad y fidelidad absoluta a un gobierno que desaparecía empresas ya consolidadas y prósperas y que robaba a los que habían creado una sociedad moderna donde no faltaba la comida y una cama donde dormir.
Han transcurrido más de diez años de aquella historia. Aumentan los salideros de combustible estatal hacia el mercado negro y sufre la población con el aumento del precio del pasaje, porque no aparece ni una gota de petróleo.
La situación de la actividad de los cuentapropistas del sector, sobre todo de los “almendrones”, esos viejos autos norteamericanos con los que resuelve el pueblo, es caótica. El Estado les cobra impuestos, pero no les asegura nada. Ni siquiera logra que la población los denuncie, porque, en la práctica, es lo único con que cuentan. O sea, prefieren que las políticas de precio sean violadas a carecer de ellos para moverse.
Los “angelitos” de Fidel se convirtieron en una batalla perdida que apenas se menciona en la prensa de Raúl Castro y que el nuevo delfín-presidente, Miguel Díaz-Canel, pretende enmendar para la historia del castrismo, demostrar que si Fidel no pudo, él sí podrá.
La realidad seguirá golpeando a Díaz-Canel. Lástima que no perciba su triste final y confíe en los mismos ángeles, ya crecidos y deseosos por salir del socialismo.
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