LA HABANA, Cuba. – Cuando se iniciaba la actual década, basándose en la experiencia de las rebeliones de la llamada Primavera Árabe, muchos hablaban de la posibilidad de que Twitter y las redes sociales, debido a su poder de convocatoria, lograran movilizar a los cubanos en la lucha por la democracia.
En esa creencia había mucho wishful thinking y desconocimiento de la realidad cubana. Era muy forzada la comparación entre el mundo árabe y la Isla.
Las revueltas contra los tiranos árabes fueron consecuencia de la exclusión económica, política y social de la mayoría de la población. Las redes sociales jugaron un papel importante, pero si pudieron hacerlo fue porque su uso estaba generalizado. Por ejemplo, en Túnez, donde estalló la primera de las revueltas, fundamentalmente por la subida en el precio de los alimentos, la mayoría de las familias tenía acceso a Internet y a TV satelital; había 96 teléfonos móviles por cada 100 habitantes y un alto número de jóvenes tenían abiertos perfiles en las redes sociales.
En cambio, en Cuba, la inclusión de las nuevas tecnologías de la información ha sido lenta y para nada masiva. En la época en que en Túnez, Egipto y otros países árabes las protestas se convocaban a través de las redes sociales, el régimen cubano limitaba el acceso a Internet, perseguía las antenas satelitales y hacía apenas dos años, en 2009, que había autorizado la telefonía móvil. Los pocos que tenían acceso a Intranet, la caricatura nacional de la red de redes, la utilizaban fundamentalmente para enviar y recibir mensajes electrónicos.
Los cubanos estaban tan imposibilitados de influir en su dura realidad como de acceder a los circuitos globales de intercambio de datos e imágenes. Sus privaciones materiales eran proporcionales a su lejanía de “las tecnologías de la representación” que decía el filósofo alemán Gunter Anders.
El régimen castrista, que temía a Internet por considerarla, como dijo en una ocasión el exministro del Interior Ramiro Valdés, “un caballo salvaje al que hay que domar”, finalmente, tuvo que ir permitiendo poco a poco, primero en las salas de navegación de Etecsa, luego en las áreas wifi y después a través de los datos móviles de los celulares, que los cubanos accedieran a la red de redes.
Así, si bien el servicio es deficiente, lento y uno de los más caros del mundo debido a los abusivos precios del monopolio estatal Etecsa, ya los cubanos tienen Internet. Y hay quienes siguen confiando en que las redes sociales lograrán canalizar su indignación y hacer que se decidan a enfrentar al régimen.
El gobernante Miguel Díaz-Canel ha expresado su preocupación por el descontento mostrado por los cubanos en las redes sociales, y lo ha achacado a “planes subversivos alentados por el Gobierno norteamericano”.
Al poder los cubanos acceder a Internet, el régimen perdió el monopolio de la información. Sigue bloqueando páginas como CubaNet, Diario de Cuba, 14ymedio y otras, pero ya no puede, como hizo durante décadas, manipular u ocultar hechos, ni decidir qué se informa o no, porque hoy, muchos sucesos y situaciones que preferirían ocultar o disfrazar, trascienden a las redes sociales y son conocidos por la población.
Facebook, donde los mandamases y sus políticas son constantemente cuestionados y ridiculizados, representa un desafío inédito para el régimen, que en su soberbia y prepotencia, solo atina a insultar, bloquear y reprimir.
No obstante, la mayoría de los cubanos que abren perfiles en Facebook u otras redes sociales lo hacen, no tanto en busca de información, sino para comunicarse con familiares y amigos que están fuera del país, y muchos jóvenes, para ligar un novio o una novia en el exterior que eventualmente los saque de Cuba. Y YouTube lo usan para ver “videítos cómicos” o videoclips de reguetón.
Twitter es más complicado. No todos los móviles en Cuba sirven para tuitear. La mayoría de los cubanos, si es que saben qué es Twitter, no tienen la más puñetera idea de cómo se abre una cuenta o se hace para publicar un tuit. Díaz-Canel y sus adláteres sí tuitean profusamente, aunque sea para repetir las mismas sandeces.
Correspondería a los opositores al castrismo, tanto en Cuba como en el exilio, sacar provecho de Facebook y YouTube para exponer sus plataformas y llegar a la población. Pero muchos de ellos, desaprovechan esa oportunidad y se desgastan en inútiles y deprimentes enfrentamientos, donde, como en una “tiradera” de reguetoneros, priman los insultos y la chusmería.
Si acaso, hay alguna que otra convocatoria absurda por la falta de realismo y que de antemano se sabe que no fructificará. Nada de un debate serio, responsable, con argumentos sólidos. Nada de buscar puntos en común. Egos inflados, recriminaciones, bretes, chanchullos, zancadillas, eso sí. Pareciera que se afanan en darle argumentos al régimen para que los difamen a su antojo.
¿Es así que esperan ganar el favor de la población? Más bien asustan y provocan rechazo entre sus compatriotas.
En momentos en que en peor situación se encuentra el régimen castrista, deberían reflexionar los líderes opositores, influencers y youtubers enfrentados, y buscar el modo de acabar con estas rencillas.
A propósito, y hablando de redes sociales, ¿por qué, para poner fin a la reyerta, no se unen todos, y más allá de sus simpatías o antipatías personales, condenan la censura a que ha sido sometida en Facebook la escritora Zoe Valdés, que es una de las voces más fuertes en contra de la dictadura?
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