LA HABANA, Cuba.- La huella dejada por la mujer en una sociedad machista y patriarcal como la cubana puede catalogarse de indeleble; pero al parecer su ambición solo ha escalado hasta la igualdad de salarios y el derecho a la superación profesional. Aunque se ha hecho común en los últimos años que las féminas -Cristina Fernández de Kirchner, Michelle Bachelet, Angela Merkel o Hillary Clinton- ocupen la presidencia y otras altas responsabilidades, esta corriente emancipadora no ha contagiado a la mujer cubana, cuya participación en la vida política del país no pasa del servilismo hacia quienes detentan el poder absoluto.
La cuestión de por qué las cubanas muestran un impacto tan limitado en este ámbito apenas ocupa espacio en los estudios de género, pues el problema se resuelve citando la cantidad de mujeres que integran el parlamento y ocupan cargos administrativos o directivos. Sin embargo, durante los congresos del Partido Comunista o las asambleas del Poder Popular, las voces que intervienen -para denunciar, exigir o decidir- son en su mayoría masculinas.
Un equipo de CubaNet recogió, de manera aleatoria, entrevistas en varios municipios de la capital para conocer el estado de opinión acerca del vínculo entre las mujeres y la política. Las interpeladas son trabajadoras de los sectores estatal y privado, estudiantes y amas de casa. Sus respuestas abarcaron desde la más absoluta ignorancia e indiferencia, hasta la eterna justificación de que el tema es “complicado”, o que la mujer tiene suficientes preocupaciones con su trabajo, la casa y los hijos; por tanto es lógico que la política quede en manos de los hombres.
Siendo así, ¿de qué protagonismo se habla cuando los medios oficialistas declaran que la mujer cubana está totalmente implicada en la vida política del país? Las entrevistas desmienten el argumento de que en Cuba existe una sólida cultura política, toda vez que un número alarmante de féminas no tiene opinión política, ni le interesa tenerla y compartirla por temor a la censura que tiende a convertir cualquier demanda en un acto de oposición al gobierno, con todas las consecuencias que ello implica.
¿Qué de bueno hay en que las mujeres ocupen la mitad del parlamento cubano, si su criterio se mantiene al servicio del nepotismo machista de los gobernantes? ¿Cómo puede Cuba aspirar a tener una presidenta si las cubanas prefieren eludir el tema político?
Este es el activismo femenino tras medio siglo de revolución. Lo peor es escuchar a una joven decir que “la política es cosa de los hombres porque son más fuertes”. Su respuesta evidencia desde un pobre nivel cultural hasta remanentes de un complejo de inferioridad de género que se creía desterrado de la sociedad. Al ver este tipo de reacciones, cabe preguntarse si la Federación de Mujeres Cubanas se ha dedicado a desarrollar el tremendo potencial de las mujeres cubanas, o si solo ha elaborado una ilusión de autonomía, con el único propósito de transformar a sus afiliadas en amas de casa funcionales fuera del entorno doméstico.