LA HABANA, Cuba.- Con el advenimiento de la naciente República cubana, el desarrollo urbanístico y arquitectónico se hizo notar hasta alcanzar su mayor esplendor en la década de los años cincuenta, no sólo en el crecimiento urbanístico de repartos y edificios, sino también en la construcción de casas por ciudadanos o contratistas privados. Otra característica de esta etapa fue la belleza y calidad de lo edificado, así como su mantenimiento, tanto por parte del Estado como de los propietarios.
Pero a partir de enero de 1959 se operó un cambio brusco en lo referente a la arquitectura: la estética desapareció de las edificaciones en Cuba para dar lugar a las repulsivas aberraciones típicas de la Europa socialista. Para ahorrar espacio y materiales, con aquel aplastante estilo sovietizado se construyeron repartos enteros de edificios en forma de bloques rectangulares, que demostraron en un lapso breve el desmoronamiento del sector de la construcción en nuestro país.
Asimismo, la falta de materiales, el abandono y las absurdas restricciones impuestas durante todos estos años por la dictadura para emprender alguna acción constructiva o de mantenimiento, han traído como consecuencia la destrucción del fondo habitacional en Cuba. De este modo, hemos visto cómo el esplendoroso paisaje urbanístico de la etapa pre-castrista se ha transformado en ruinas, demoliciones y derrumbes frecuentes, y es en la capital donde se hace más visible este deterioro.
Con la desintegración de la Unión Soviética, nuestro país, hasta entonces dependiente del campo socialista, entró en una crisis económica absoluta, que intentó superar con el desarrollo del turismo. Para ello inició la reparación y construcción de hoteles, la “rehabilitación” de La Habana Vieja, fundamentalmente la zona turística del casco histórico, mientras la población no tenía libre acceso a los materiales para reparar o construir sus viviendas.
No fue hasta el año 2011 que el gobierno comenzó a vender materiales de la construcción por la libre –a precios bastante elevados, por cierto–. Pero eso no resolvió la grave situación de la vivienda en Cuba, no sólo porque ha sido insuficiente la producción: además de la inestabilidad y las limitaciones que no satisfacen la demanda, muchas veces tampoco se pueden adquirir libremente porque sólo se venden a subsidiados o damnificados de algún desastre. Así lo expresa una de las víctimas de esta situación, un vecino que lleva años reparando su casa: “Hoy fui al rastro a comprar piezas de plomería. Fue muy frustrante: había todo lo que yo necesitaba, pero solo para los damnificados del tornado y los subsidiados”.
Y es que, a pesar de las limitaciones, la venta liberada de materiales es una oportunidad sobre todo para aquellos a quienes sus familiares en el extranjero les envían dinero y que de otro modo no podrían reparar, ampliar o construir sus casas con esfuerzo propio y sin participación del gobierno. Varios propietarios emprendieron acciones constructivas, de modo que viviendas que estaban prácticamente en ruinas comenzaron a resurgir poco a poco.
Sin embargo, una de las mayores dificultades que enfrentan estas personas es la escasez de materiales liberados, desaparecidos –en esta ocasión– desde mediados del año pasado. Ello, a su vez, propicia que los revendedores los encarezcan. Eso significa que solo los que cuentan con solvencia económica tienen la alternativa de acudir al mercado negro.
Maricela, por ejemplo, amplió su casa –está haciendo un cuarto–. Este año pensaba echar la placa, pero no hay cemento en el rastro, y en el mercado negro la bolsa cuesta 10 CUC. “¡Qué va, eso está muy caliente! Yo necesito 20 bolsas, pero a ese precio no las puedo pagar”, lamenta.
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