LA HABANA, Cuba.- Aunque en algunos medios periodísticos, académicos y diplomáticos se alude a los cambios realizados por Raúl Castro entre 2006 y 2018, sobre todo aquellos que en los terrenos políticos y económicos suponen un avance con respecto al período en que Fidel Castro era la principal figura en el poder, pocas veces se expresa con cifras aquellos elementos que demuestren si tal aparente evolución se traduce en mejoras en los aspectos sociales y humanos, algo que pareciera no importar a algunas personas pero que resultaría esencial para sostener o cuestionar el discurso político de un régimen de corte populista que se proclama socialista y revolucionario.
La ausencia de análisis estadísticos que sirvan de soporte a cualquier afirmación, positiva o negativa, sobre una gestión de gobierno que abarcó una década, más que a una falta de voluntad para estudiar el fenómeno se debe al difícil acceso a las fuentes de información, así como a la poca credibilidad de los documentos y cifras emitidos o liberados por las instituciones de gobierno en la isla, conocidas por manipular datos e inflar cifras con el fin de proyectar una imagen de estabilidad hacia el exterior.
Además de la falta de una ley de transparencia y de acceso a la información, la criminalización de la práctica de la investigación independiente así como la desactualización de la información, incluso en la Oficina Nacional de Estadísticas (ONEI), dificultan pero no tornan imposible cualquier ejercicio que tenga por fin trazar un esquema lo más exacto posible, verídico, contrastable, de lo que realmente está sucediendo o ha sucedido en la última década en Cuba.
Lo que se dice y lo que se esconde
Los medios de prensa oficialistas en la isla no son de mucha utilidad a la hora de obtener cifras, aunque en ocasiones, ya por lapsus, ya por indiscreción, ya porque logren escapar a la censura, salen a la luz elementos que pueden dar una idea de cuánta información es ocultada a los ciudadanos.
Solo un ejemplo. Durante la emisión del noticiero estelar de la Televisión Cubana, la noche del 8 de febrero de este año, la cámara captó, por unos segundos, el contenido de un documento sobre las “tareas” de recuperación posterior al paso del huracán Irma.
Mientras los periodistas narraban con entusiasmo el avance en la reconstrucción de las viviendas dañadas en las provincias orientales, una imagen de apenas dos segundos se detuvo en los papeles que el General Jefe de la Región Militar revisaba y cuyos datos mostraban un panorama diferente al descrito por los locutores del programa televisivo.
Tal como se leía en la última línea del impreso, de un plan de reconstrucción de 5 676 viviendas parcialmente destruidas por el meteoro, apenas para el 31 de enero de 2018 se había recuperado 477, para un 8.4 % del total.
Los otros datos visibles en el papel solo afirmaban lo ridículo del triunfalismo de la otra información que, a la par, llegaba a un televidente humanamente incapaz de congelar una imagen visual que apenas percibe y que solo se hubiera revelado en un análisis cuadro por cuadro de la grabación.
El ejemplo anterior también pudiera ser representativo de lo que ha sucedido durante los 10-12 años en que Raúl Castro encabezara el poder político en Cuba de manera absoluta, puesto que aún continúa al frente del Partido Comunista: hay viviendas destruidas, hay ciudadanos a la espera de ayuda estatal y, sobre todo, hay un jefe militar que aparenta estar preocupado y al que los demás dirigentes rinden cuentas de la situación.
Estos tres componentes del reportaje aludido describen bien un macroescenario que concuerda con las estadísticas alarmantes que la propia ONEI maneja o que otros organismos de la administración central del Estado custodian y retienen celosamente.
Presupuesto militar vs. vivienda y seguridad social
Aunque se habla del protagonismo que han alcanzado las Fuerzas Armadas y sobre todo su aparato económico a partir del 2006, y con más ímpetu en 2008 cuando oficialmente Fidel Castro traspasa el poder a su hermano Raúl, pocas veces se tiene una visión numérica de cómo esto pudo haber impactado de modo negativo en lo social y económico.
Enfrentadas a las imágenes de prosperidad que proyectan las construcciones de hoteles lujosos, campos de golf, dársenas y megapuertos están aquellas otras escenas deplorables de casas arrasadas por los ciclones o por el paso del tiempo, de tiendas desabastecidas, farmacias sin medicamentos y ciudadanos a la espera de recursos para reparar las viviendas, acceso a agua potable, aumentos salariales o mejoras en unos servicios médicos cada vez más deteriorados.
A pesar de las posibles manipulaciones por parte del gobierno cubano, las cifras publicadas desde 2006 a 2014 por la ONEI muestran el empeoramiento de un panorama en el que disminuye la ejecución del presupuesto estatal para los programas de la vivienda a la vez que aumentan considerablemente los gastos para la “Defensa y el Orden Interior”. Sin mencionar que también es muy notable que desde la llegada de Raúl Castro al poder en 2008 muchos de los datos sobre daños a las vivienda por los efectos de huracanes y demás fenómenos naturales sencillamente no son actualizados en los balances públicos de la ONEI.
Mientras que la ejecución del presupuesto estatal para la Defensa y el Orden Interior (Fuerzas Armadas y Ministerio del Interior) aumentó de 1701,9 millones de pesos, en 2006, a 2546,3 millones en 2016, el mismo indicador decayó notablemente para la Vivienda y los servicios comunales, así como para los asuntos de Bienestar (asistencia social).
Si en 2006 la cifra de gastos para la vivienda (1468,7 millones de pesos) era muy similar a la de gastos militares en el mismo año, ya para 2011, a pesar de coincidir con un período donde el Producto Interno Bruto (PIB) mostró un considerable crecimiento, a la par del aumento de las reservas de divisas así como los ingresos por la re-exportación de crudo proveniente de Venezuela, la ejecución del presupuesto para la Defensa duplicó el monto hasta los 2244,4 millones de pesos, en la misma medida que los gastos en vivienda se redujeron a solo 1232,1 millones de pesos.
Una desproporción que se vuelve preocupante tan solo por ser Cuba un país en crisis, no amenazado militarmente y donde el mantenimiento de un ejército es un verdadero lastre para una realidad económica donde el problema de la vivienda se cuenta entre los más críticos del mundo, con más de la mitad del fondo habitacional parcial o totalmente dañado.
De igual modo, los gastos en Bienestar (asistencia social) que aunque en 2006 estaban solo 1.4 por debajo de lo empleado en Defensa y Orden Interior, para 2011 se habían reducido a solo 366,5 millones de pesos y ya para 2016 continuaba en descenso y apenas alcanzaba los 300 millones, es decir, casi 8 veces inferior a la ejecución del presupuesto militar, según cifras manejadas extraoficialmente.
La lectura de los datos publicados por el propio gobierno, aunque a simple vista muestran estabilidad e incluso incremento en los presupuestos asignados a la salud y educación, al contrastarlo con otros indicadores económicos revelan que, en comparación con el crecimiento del Producto Interno Bruto y lo invertido en Defensa y Orden Interior, ambos parámetros enarbolados como estandartes del régimen han sido ligeramente desfavorecidos, en el preciso momento en que comienza a diseñarse y ejecutarse el Plan de Desarrollo hacia el 2030 impuesto por el Partido Comunista.
El trienio 2009-2011
Con respecto a este tema, es significativo el corto período que abarca los años 2009 al 2011, precisamente en el comienzo de la gestión de Raúl Castro y donde arranca la primera gran oleada de “ajustes” que favorecen la esfera militar en detrimento de los subsidios y programas sociales para los menos favorecidos. Una breve etapa marcada por el rápido ascenso de la tasa inflacionaria, que parecía venir decreciendo desde 2005 para dispararse precisamente en 2009, junto con el desplome de la tasa de crecimiento de la producción industrial y el aumento de la deuda externa.
Sin embargo, aunque indicadores como la exportación de petróleo alcanzó cifras considerables (hasta llegar a los 60 mil barriles diarios en 2011 y los 83 mil barriles en 2012), incluso se elevaron de modo forzado las reservas de divisas, hubo aumento en las exportaciones y se registraron incrementos en el PIB, los gastos en salud se contrajeron de un 11,8 % del PIB en 2009 hasta un 10 % en 2011, manteniéndose el mismo ritmo decreciente hasta el 2016 con un 9,3 %.
El trienio en cuestión fue una etapa de significativo crecimiento económico impulsado fundamentalmente por los acuerdos comerciales con Venezuela y la creación de empresas conjuntas, inscriptas en Panamá y Curazao, para la refinación y trasiego de hidrocarburos, además por el impulso a la comercialización de servicios médicos bajo condiciones de explotación laboral de los recursos humanos y otros elementos como el turismo y la industria minera.
Una etapa algo “próspera” en la que, paradójicamente, comienza a agudizarse aún más el desabastecimiento en las redes de comercio interior, a desplomarse la calidad en los servicios médicos y educativos en tanto aumentó el flujo migratorio hasta desatar una crisis muy similar a la del Mariel, por citar solo tres de las señales más claras de la depauperación interna.
También un período que, tras un llamado a la austeridad económica y al freno a las importaciones, bajo la promesa de no aplicar “terapias de choque”, no por casualidad coincide con el comienzo de las renegociaciones de la deuda externa cubana con los principales acreedores quienes, tras acciones en apariencias benevolentes, ejercerán mayor presión sobre el gobierno cubano y estos sobre los ciudadanos más pobres.