LA HABANA, Cuba. – La doctora Graziella Pogolotti, tras algunas semanas en que no aparecieron sus comentarios en la prensa nacional, ha vuelto con nuevos bríos a su habitual misión de defender las posiciones del castrismo en el ámbito cultural. En la ocasión que nos ocupa se trata de un artículo acerca de la Reforma Universitaria llevada a cabo por los gobernantes cubanos en enero de 1962.
Cuando enumera las acciones de la Reforma que, según ella, fueron muy favorables para los estudios superiores en el país, apunta que “en la Universidad de La Habana, la Facultad de Economía sustituyó a la de Contador Público, diseñada para responder a los intereses de la empresa capitalista”.
Curiosamente, la Pogolotti repite el mismo error que llevó a los jerarcas del castrismo a eliminar los estudios de Contabilidad en las universidades alrededor de 1967. En esos años de “barbarie”, a la maquinaria del poder se le ocurrió pensar que la Contabilidad era cosa del capitalismo, y que el nuevo régimen podía salir adelante prescindiendo de esa importante técnica económica.
Como secuela de aquella descabellada decisión, aún hoy la Contabilidad afronta múltiples deficiencias en el sistema empresarial. No pocas entidades cubanas todavía arrastran en sus estados financieros el cartelito de “contabilidad no confiable”, algo que sin dudas entorpece las gestiones gubernamentales por ubicar a la empresa estatal como el centro de la actividad económica de la nación.
La doctora Pogolotti, como es lógico imaginar, pasó por alto uno de los pasajes más significativos de la Reforma Universitaria de 1962: la eliminación de la autonomía universitaria. Una autonomía que, tras muchos reclamos estudiantiles desde los albores de la pasada centuria, fue implementada en 1933 por el gobierno de los Cien Días que encabezó Ramón Grau San Martín y que, posteriormente, adquirió visos constitucionales por medio de la Carta Magna de 1940.
Con la eliminación de la autonomía universitaria las autoridades castristas cerraban el cerco en torno a lo poco que quedaba de sociedad civil en la Isla. El dominio económico lo habían alcanzado con las nacionalizaciones de octubre de 1960; al control político se avanzó con la declaratoria del carácter socialista de la Revolución; mientras que en el plano cultural las “Palabras a los Intelectuales” del máximo líder constituían un valladar para el libre ejercicio artístico. El totalitarismo era ya una realidad en el panorama cubano.
Por otra parte, este cercenamiento de la autonomía universitaria mostraba una vez más la hipocresía de la cúpula gobernante, porque su propaganda siempre ha exaltado la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918, que consiguió, entre otras conquistas, la autonomía universitaria en esa casa de altos estudios argentina. Entonces, aplauden la autonomía para las universidades de otros países, mientras la niegan en el suyo. Como decimos en buen cubano: candil de la calle y oscuridad de la casa.
Y después de eliminada la autonomía, el camino quedó despejado para que el castrismo se condujera a su antojo en los predios del Alma Máter. Expulsión de estudiantes y profesores que se manifestaran contra el régimen; obligar a los estudiantes a formarse, paralelamente al estudio de sus especialidades, como oficiales de reserva para las Fuerzas Armadas, o si no como miembros de los batallones de las Milicias de Tropas Territoriales.
Además, la antaño combativa Federación Estudiantil Universitaria (FEU), la de Mella y José Antonio Echevarría, pasaba a ser un dócil instrumento manejado por el gobernante Partido Comunista y su organización juvenil.
Todo en el contexto de esa máxima que fija rigideces y estremece voluntades: “la Universidad es para los revolucionarios”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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