LA HABANA, Cuba.- La aguda crisis socioeconómica por la que atraviesa Cuba golpea con fuerza las actividades que se relacionan con la alimentación de la población, como la agricultura, la ganadería, la pesca y otros renglones de la industria alimenticia. El desabastecimiento y las interminables colas que realizan los ciudadanos para adquirir el diario sustento son una prueba fehaciente de ello.
Claro que la propaganda oficialista, por lo general, intenta disculpar al gobierno por esa situación, y en su lugar responsabiliza a elementos como las adversas condiciones climáticas, y el siempre presente “bloqueo” de Estados Unidos. Por supuesto, en el recién finalizado año 2020 ha habido otro gran culpable: la pandemia del coronavirus.
Sin embargo, si acudimos a la propia información emitida por las autoridades de la isla, que últimamente se torna más escasa e inaccesible, apreciamos que el descenso productivo de varias ramas productivas —en este caso la agricultura, la ganadería y la pesca— acontece desde antes de que apareciera la contagiosa enfermedad.
Al analizar un documento publicado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) el pasado mes de diciembre, que relaciona el aporte al Producto Interno Bruto (PIB) durante el período 2010-2019 de las distintas ramas de la economía, comprobamos el descenso de la agricultura y la ganadería en el 2019 con respecto al año anterior. Es decir, antes de que el virus saliera de los laboratorios de Wuhan.
La rama agrícola-ganadera —así de juntas lo informan las estadísticas cubanas— aportó al PIB 2 136 millones de pesos en el 2018, mientras que la cifra en igual período del 2019 solo llegó a 1 871 millones de pesos. Lo anterior significa que si en el primero de los años representó el 3.74% del PIB nacional, el porcentaje bajó al 3.28 en el 2019. Toda la información se emite a precios constantes de 1997, lo que descarta cualquier alteración ocasionada por las variaciones de precios.
A la baja productiva, agudizada en el pasado 2020, se unen algunas medidas aplicadas últimamente por las autoridades que han complicado más el panorama, caracterizado por una escasez generalizada de viandas, frutas, vegetales y productos cárnicos. Nos referimos a la represión contra los productores del agro, en especial contra los actores no estatales.
De acuerdo con una información aparecida en el periódico Granma, en su edición del 17 de enero, para el control de los precios se han realizado en el país más 52 500 inspecciones al comercio minorista. Se han adoptado 33 910 medidas ante violaciones de precios, es decir, por comercializar a precios diferentes a los topados fijados por el gobierno. Entre las medidas adoptadas se encuentran más de 600 retiros de licencia a actividades de trabajo por cuenta propia, así como unos 700 decomisos de productos. La información recalca que un 65% de esos “incumplimientos” está enmarcado en mercados agropecuarios y en servicios de gastronomía.
En el caso de la pesca también se aprecia una merma productiva, que hunde más a ese sector, uno de los más alicaídos de la economía cubana. De 62 millones de pesos que aportó al PIB en el 2018, la cifra bajó a 54 millones en el 2019. En el primero de los años la cifra representó el 0.11% del PIB nacional, mientras que en 2019 solo alcanzó el 0.09%.
Atrás quedaron los años en que las ciudades cubanas se llenaban de pescaderías para comercializar los productos del mar. Ahora, en cambio, en muchas ocasiones la cuota de pescado fijada por la liberta de racionamiento es sustituida por pollo. Cuesta trabajo creer que eso suceda en una isla rodeada de mar por todas partes.
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