LA HABANA, Cuba. — En 1955, surgió en La Habana la agrupación Los Llopiz. Se les considera, como la primera que interpretó rock and roll en Cuba. Mucha agua ha corrido bajo el puente. También mucha amargura.
Desde el pasado 2014, la Televisión Cubana difunde un nuevo programa bajo el nombre de Rocanroleando. Tres décadas antes, en 1984, tomo por sorpresa a muchos la salida al aire de un único espacio, de media hora, dedicado a videos del género. En febrero de 1964, fue prohibida la difusión de la música anglosajona en los medios de difusión. Proscripción que fue relativamente revocada en octubre de 1966.
El 13 de marzo de 1963, Fidel Castro declaró durante un discurso en la escalinata de la Universidad de la Habana: “Por ahí anda un espécimen, otro subproducto que nosotros debemos combatir (…) muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos, algunos de ellos con una guitarrita en aptitudes Elvispreslyanas. Y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública, a organizar sus shows feminoides por la libre (…) pero todos son parientes, el lumpencito, el vago, el Elvispreslyano, el pitusa*”.
Estas palabras fueron el pistoletazo de arrancada, para la implementación de toda una doctrina de exclusión, represión e inducción a la discriminación del “diferente” como practica social. Dentro de este método, el rock, y la música anglosajona en general, se consideraban como vicios incompatibles con la actitud revolucionaria. No era el actuar aislado de determinados comisarios culturales, la causa del calvario que se instauro. Fue una política de estado, autorizada y aupada por la cúpula castrista.
Los Beatles se van por el Mariel
Entre los días del 23 al 30 de Abril de 1971 se efectuó en los salones del hotel Habana Libre, el denominado Primer Congreso de Educación y Cultura. En las conclusiones finales, se recomendaba en lo referido a la música pop y rock: “diferenciar la aberración extravagante generada, unas veces, en la asimilación acrítica de grupos extranjeros, con respecto a la actitud contrarrevolucionaria de micro grupos que utilizan esta tendencia como mecanismo de identificación entre si y de protesta contra la revolución”.
El rock, y en general la música anglosajona, se escucharon en la isla, durante los años 70s, a través de emisoras estadounidenses en frecuencias de onda media (MW). También a través de la onda corta (SW). En las postrimerías de esa década, la frecuencia modulada (FM) gano adeptos. En ese proceso jugaron su papel, los radios marca Selena de manufactura soviética. La represión seguía, inclemente, en centros de estudios, de trabajo y en cada cuadra donde había un Comité de Defensa de la Revolución.
Entre 1977 y 1980, dos hechos golpearon el muro de aislamiento sociocultural que el régimen había instaurado. El primero fue la visita a la Isla de cubanos emigrados. El segundo, la celebración, en el verano de 1978, del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.
Los días 2, 3 y 4 de marzo de 1979, se presentaron en el habanero teatro Carlos Marx, varias figuras importantes del jazz y el rock estadounidense. Las autoridades cubanas se esforzaron para que este evento pasara inadvertido. Manipularlo como un pulseo entre la “música revolucionaria” y la “música del enemigo”.
El choque entre los “pepillos”, amantes del rock o la música anglo y los “guapos”, seguidores de la música popular bailable, era ya un hecho endémico. Las ramificaciones de este fenómeno han llegado hasta hoy.
(Enviada por CEO)
Si Los Beatles hubieran nacido en Cuba, se habrían asilado en la Embajada de Perú el 5 de abril de 1980. Serían los primeros en abordar los barcos, en el puerto del Mariel, rumbo a Miami.
El enemigo se diluye en la resaca
Los viejos comisarios, ejecutores de la política de satanización de la música estadounidense en la Isla, pululan como sombras en Cuba y en la diáspora. Las tinieblas represivas, que apenas cedieron algo en la segunda mitad de los 80s, parecen diluirse entre las nuevas circunstancias y la mala memoria.
En los años 90s la “música del enemigo” fue empleada como ilustrativa en spots televisivos relacionados con el VIH-SIDA. Durante la siguiente década, la música y la imagen del rockero sirvieron, como constante referente, para los anuncios audiovisuales de prevención antidrogas.
El Teatro Maxim Rock, único lugar en La Habana donde varias expresiones del rock y el Metal tienen cabida, se deteriora. Las autoridades culturales miran para otro lado. El terror no ha desaparecido, se transmuta en desidia. La “música del enemigo” ya no es “del enemigo”, pero molesta a los delincuentes de cuello blanco y amos de la cultura.
El calvario vivido por los cubanos, amantes de la música rock y anglosajona, forma parte del daño antropológico que el régimen de los hermanos Castro ha infligido a la nación.